Pere Pinyol, un enamorado del circo que convenció a todos de que no se moría
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Lo importante es participar sin perder ni empatar, ironizaba Pere Pinyol sobre su ánimo y el de los espectáculos que quería para el mítico Teatro Circo Price desde que tomó sus riendas en 2009, y logró ganar hasta anoche, cuando la enfermedad que sufría frustró sus ansias de ser invencible.
"Pere nos convenció a todos, con esa facilidad que tenía para seducirnos, de que no se moría, de que era invencible, de que podía remontar cada vez que se ponía malísimo", recordaba hoy en declaraciones a Efe su amiga y gerente del Price, Clara Lapetra, que ha informado de que no habrá capilla ardiente y que mañana será la cremación en el Cementerio de La Paz a las 13:00 horas.
Pinyol, fallecido anoche en un hospital de Madrid a los 61 años del sarcoma que sufría desde hace más de cinco, fue además de director de Focus y del Price responsable de proyectos como la inauguración de la Expo de Zaragoza, las galas de los Premios Max o los espectáculos del Forum Universal de las Culturas de Barcelona.
Pero su "niña bonita"fue el Price, "el mejor trabajo"que había tenido en su vida, decía, y al que situó, según Lapetra, "en la escena artística nacional y de Europa".
Además, "acercó al público ese arte escénico tan olvidado que es el circo, acostumbrándole a una programación estable, trayendo a las mejores compañías nacionales e internacionales".
Cuando se hizo cargo del circo, en su sede actual de la ronda de Atocha madrileña, el Price ya tenía mucha historia -de 1868 a 1970- pero él quiso convertirlo "en el espacio cultural de la ciudad".
"Este -afirmaba- es un espacio vivo, moderno, multidisciplinar, pensado como un circo, el único estable de España, pero que permite muchas más posibilidades".
Y así empezaron a caber en el narices rojas, por supuesto, pero también conciertos de pop, magia, danza, flamenco, "master class"y cualquier cosa que bordeara el "más difícil todavía", incluido su adorado cabaré, el género al que pertenecía su espectáculo de 2010 "Pasión sin puñales".
Amaba su profesión, recuerda Lapetra, por encima de todo. "Era su vida", y tenía "una sensibilidad especial para el circo, un arte escénico que engancha porque, decía, aúna muchas disciplinas y es totalmente artesanal, sin nada impostado, en comunicación directa con el público".
Era "un luchador", una persona muy trabajadora, muy inteligente, exigente con él y con los demás y con "grandísimas ideas", "un animal social que nunca pasaba desapercibido", sintetiza Lapetra.
Pinyol había renunciado a su cargo de director del Price en septiembre, del que iba a ser asesor artístico hasta enero, cuando presentaría su renuncia completa para irse a vivir a Barcelona con su mujer, Claudia, y su hijo más pequeño, Mikel, de 3 años.
Siempre hizo bromas con la enfermedad que le retorció el cuerpo de tal forma que hace dos años optó por amputarse una pierna para recuperar "la vertical", y luego con la prótesis biónica que le pusieron, porque no quería "ni tragedias, ni dramas".
Como había tenido "tantos episodios"últimamente de estar "muy mal"y recuperarse milagrosamente había logrado persuadir a sus colaboradores de que también esta vez iba a poder superar el fallo multiorgánico que acabó venciéndole anoche.
"Era incansable y el mismo domingo estaba haciendo planes para hacer un viaje con su mujer a París conduciendo él. Y todos nos lo creímos", ha añadido su amiga.