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Pérez-Reverte: "Si perdemos nuestra memoria, perdemos España"

Publica «Una historia de España», donde repasa los principales acontecimientos de nuestro pasado desde los iberos hasta la Transición. Una reflexión sobre las causas de nuestra idiosincrasia, las razones que nos empujan a enfrentarnos y las tensiones que mantenemos con el pasado.

Arturo Pérez-Reverte, durante la presentación de "Una historia de España",
Arturo Pérez-Reverte, durante la presentación de "Una historia de España",larazon

El escritor presentó "Una historia de España", un volumen que reúne los textos de los últimos cuatro años de su columna "Patente de corso", de XL Semanal

En la novelística de Arturo Pérez-Reverte hay siempre un poso de desencanto, una mirada triste, no importa que sea sobre los desdichados españoles que protagonizan «La sombra del águila» que a los tercios del Capitán Alatriste o en las mascotas de «Los perros duros no bailan». Es como un pesimismo vital, quizá decantación de los años periodísticos, que le adentraron por los oscuros callejones de la condición humana. Detrás de las aventuras y tramas que jalonan sus obras, siempre bien trabadas de épocas y literatura, lo que generalmente vibra es una conciencia de pasado, casi siempre el nuestro, que nos ha conducido por los fosos del cainismo y la violencia.

Después de tanto navegar por las aguas de nuestra historia, que suelen ser procelosas, repletas de grandes hazañas y épicos desengaños, el autor decidió emprender una prospección de las causas y motivos que explican nuestra idiosincrasia. Y lo hizo por escrito y de forma semanal, alumbrando así una historia personal, ni objetiva ni imparcial –que él, como subraya, es escritor, no historiador, y no está sujeto a ningún decálogo deontológico–, y que ahora publica bajo el título «Una historia de España» (Alfaguara). «No es que la derecha haya colonizado la historia, es que la izquierda la ha regalado. Todo lo que es historia para cierta parte de la izquierda es carcunda –comentó el autor–. Así la derecha se ha envuelto enseguida en las banderas, en los tercios, en Viriato, para hacerlo propio. Lo que nos ha colocado en una situación delicada». Durante la presentación, el novelista sacó, sin altibajos, con una voz bien pausada, tranquila, alejada de emociones, un pesar y una conclusión: el problema de España ha sido siempre la incultura y una educación insuficiente. «Ahora mismo todos los jóvenes están indefensos ante los lobos rojos, azules, de cualquier color, que se aprovechan de su desmemoria o de su incultura, porque lo de España es, sobre todo, un problema de incultura». Y, sin dejar de respirar, apostilló: «Lo de Franco no fue más que una repetición; una recaída en una enfermedad llamada España».

No todo es fascismo

Pérez-Reverte no es novia de nadie, así que tampoco se casa con ninguna familia, ni política ni no política. Así, independiente, señaló: «Estamos perdiendo el futuro. Un joven ignorante es una oveja a merced de los lobos por su propia ignorancia. Se ha ido desmantelando la memoria por los sucesivos ministros de educación y eso ha provocado que nuestros hijos se enfrenten al siglo XXI sin conocer quiénes fueron sus abuelos y tatarabuelos». Y, sin dudarlo, con reflejos de francotirador, puso un ejemplo que ilustran bien el signo de los tiempos. «Hoy, por ignorancia, se ha echado atrás un monumento, que habían aprobado algunos partidos políticos, dedicado a los soldados que combatieron el fascismo, esos españoles que estuvieron allí por la incompetencia y la indecencia de los políticos. Y han suspendido esta iniciativa porque, aseguran, es un monumento al colonialismo y el militarismo. Hay personas que piensan que todo lo que es historia es fascismo. Esto es un cáncer peligroso y estamos metidos en él de lleno». Sin dudarlo, reconoció que es «muy amargo al hablar de la historia de España», pero también reveló que «encuentra cosas formidables» en ella. «Los extranjeros vienen aquí, ven lo que tenemos y nos preguntan cómo nos estamos cargando el país. España es un Estado en demolición, y a lo mejor debe ser demolido, pero, quizá, también tendrían que conocer qué estamos demoliendo y no demoler lo que no sabemos. Es una pena, porque entre esos escombros quedará gente decente que se merece mejor suerte».

El cemento de un país

Sin quitarse la americana, sin perder la sonrisa, sin alterar la entonación, Arturo Pérez-Reverte, que admitió que este libro no pretende ser más que la puerta de entrada a otros más importantes y serios, que aspira únicamente a despertar la curiosidad y la inteligencia dormida, como dijo un poeta, de los lectores para que se acerquen a los títulos de los grandes historiadores, aseguró que los únicos responsables de esta situación «son los españoles, la insolidaridad, la envidia, las derechas y las izquierdas, la no comparecencia del Estado en asuntos para hacer Estado. Esto es un lugar de naciones y pueblos y la historia y la lengua comunes el único cemento. En esta nación todos hemos sufrido: catalanes, murcianos, asturianos. Es como el idioma, que nos une a América. Si lo descuidamos, perdemos a América. Perder la memoria es perder España».

El creador de Falcó quiso hacer un inciso para remarcar que «es interesante cómo todo va pasando por la máquina de picar carne: la memoria, la historia, la lengua, la monarquía y lo que sale, claro está, es picadillo. Todas las instituciones, antiguas o modernas, que nos proporcionan un marco para conversar, intercambiar, confrontar ideas y establecer un diálogo están siendo eliminadas. Y ni siquiera existe un enemigo común, somos nosotros, con nuestra comodidad, incultura... hablar de la conquista es militarismo y Cervantes, escribió “El Quijote”, pero peleó contra el moro, que es así como lo llamaban en las crónicas, así que es un islamófobo». Este pesimismo le ha llevado a una paradoja que el escritor expresó con sentido del humor: «Ahora estamos demoliendo España, vale, de acuerdo, pero yo pienso entonces: ¿quién la va a reconstruir? Y miro a los que están a mi alrededor y veo a Rivera, Casado, Sánchez, Pablo Iglesias. ¿Pero vas a poner a uno de estos en una república? Pues entonces te fijas en Felipe VI, que es educado, sabe escuchar, lo tengo controlado y bien se guarda de comportarse. Es alguien que puede sostener este tinglado. Yo soy republicanos de vocación, pero monárquico de razón. A ver, ¿qué podemos hacer? Dejar una república en manos de Sánchez, de Abascal... ante este panorama, me agarro al alto. ¡Qué voy a hacer!».

Arturo Pérez-Reverte comentó que «los españoles somos peligrosos. Aquí no nos conformamos con vencer o tratar de convencer al adversario; aquí lo que queremos es exterminarlo. La historia nos ha demostrado que en determinadas ocasiones nos comportamos de cierta manera, así que lo que tenemos que hacer es tratar de evitar esas condiciones objetivas».

Saber lo que tienes

El novelista añadió después una experiencia personal y reconoció cómo «he visto lugares civilizados, como el Líbano o los Balcanes, irse al diablo en poco tiempo. Todo es posible. Por eso es muy importante la responsabilidad política. La única solución, de momento, son los libros y la memoria. Los libros, en el pasado, me ayudaron a digerir lo que veía cuando viajaba». Y sin perder la tranquilidad, afirmó que «la historia no hace el futuro, pero ayuda a asumir el presente. Si no lo hacemos, jamás nos sentiremos cómodos, puedes asimilar lo que eres y también sabes lo que tienes».

Pérez-Reverte dejó claro que la historia que él defiende no es partidista ni elogiosa. Para él, un hecho es un hecho. Solo trata de entenderlo, de verlo desde diferentes prismas y ópticas. «Lo de América, por ejemplo, fue una hazaña se tome como se tome. Cambió la historia de la humanidad. Pero también hay que conocer que España, en América, esclavizó indios, explotó los recursos de las regiones a las que llegó, destruyó varias civilizaciones y creó algunas estructuras corruptas que todavía pesan en los países de hoy en día. Pero al mismo tiempo crea catedrales y universidades, y, sobre todo, una comunidad que todavía hoy en día habla español. Hizo las dos cosas. La historia es lo que ocurrió. Hay que tener la doble mirada. La que se fija en la luz, pero también la que ve la oscuridad para así poder distinguir lo que hemos hecho bueno y malo». En este punto criticó a aquellos que simplemente se dedican a blanquear la leyenda negra: «Lo que hay que hacer es explicarla, no negarla; decir por qué se daba, por qué se comportaban así otros países europeos. Hay que circunscribirla en un contexto general. Y tener en cuenta, por ejemplo, que durante el siglo XVIII, en los Estados Unidos, quemaban brujas. Aunque claro, en este país siempre hay personas que te dicen: “Pero vamos a ver, usted tiene que definirse. ¿Está aquí o allí?”».