Philip Glass: entren y salgan sin pedir permiso
El compositor, que ofrecerá dos conciertos en el Palau de la Música catalán, dejará que el público se mueva con libertad durante la representación de «Einstein on the Beach».
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El compositor, que ofrecerá dos conciertos en el Palau de la Música catalán, dejará que el público se mueva con libertad durante la representación de «Einstein on the Beach».
Antes de llegar al Palau de la Música el maestro Philip Glass, con 82 años a sus espaldas, le aseguraba a Víctor García de Gomar, el todavía director artístico de la citada institución, que tiene muchos proyectos aún en la cabeza. Y es verdad. La agenda del compositor está muy ocupada ofreciendo conciertos por todo el mundo. Uno de ellos es el que se celebra hoy en el Palau de la Música, donde interpretará algunas de sus composiciones más conocidas, un concierto en el que estará acompañado de los pianistas Anton Batagov y Maki Namekawa, además de Albert Guinovart y el Orfeó Català. Será aquí donde se escucharán algunos de sus primeros trabajos, como «Mad rush» o fragmentos de la banda sonora para la película «Mishima», además de «Distant figure, passacaglia per a piano», su pieza más reciente. Glass explicó que «estoy viviendo un tiempo muy interesante. Escribo más música que nunca, aunque es cierto que lo hago poco a poco. Cuando miro hacia atrás, hacia lo que ya he hecho, me doy cuenta de que ahora es diferente. Mi inspiración la encuentro en la pintura. Muchas veces he trabajado en talleres de pintores y, la verdad, es que es bastante cómodo estar con ellos porque no tienen ningún miedo a que les robe las ideas. También admiro su gusto por la disciplina, por la fuerza, la visión, algo que he visto que es su mundo. En los últimos años me he separado bastante de las instituciones oficiales hasta llegar a un punto de ignorancia mutua, algo que nos viene perfecto a los dos».
El final de un periodo
G
lass está considerado como uno de los grandes renovadores musicales gracias especialmente a su ópera «Einstein on the Beach», compuesta junto al director teatral Bob Wilson. Estrenada en 1976 sigue siendo todo un hito. ¿Hablamos de un trabajo rupturista? «No considero que fuera el principio de un trabajo sino el final de un periodo, lo cual me parece interesante. No creo que cambiara el panorama musical con ella. Fue una colaboración en la que no pensábamos en la audiencia sino en la ópera. Tiene casi cincuenta años y cuando la escucho de nuevo me doy cuenta de que la energía que tiene permanece intacta como si hubiera sido escrita hace pocos días. No es una ópera que, como se ha dicho, hable del futuro sino que se refiere al pasado». En su autobiografía publicada recientemente, «Palabras sin música», afirma que la música es un lugar. ¿Pero cuál? «Siempre me había planteado esa pregunta. Para mi había una respuesta única y clara. Sin embargo, recientemente cuando trabajaba en un seminario con unos estudiantes, volvió a surgir esa cuestión. En esta ocasión no era yo quien la planteaba sino que era a mí a quien se la hacían. Durante tiempo intenté dar respuesta a la pregunta, pero no me vi preparado. Y dije: ''La música es un lugar, como podría ser Madrid o París». Todos los músicos presentes estuvieron de acuerdo conmigo». Cuestión solventada.
Sin embargo, es una cuestión que le sigue obsesionando: «Resulta curioso porque hay profesiones creativas, por lo que no podemos decir que la creatividad corresponda a un único grupo de profesionales o unos expertos: sino que es el mundo en el que vivimos. La creatividad es ese lugar en el que podemos ir a vivir, como los centros históricos de las ciudades. Se me ocurre ahora que la música también puede venir del mundo de los sueños. Por la mañana, al despertarnos, recordamos donde hemos estado. Así que es importante prestar atención al mundo de los sueños. Los músicos estamos en esos dos mundos», comentó en referencia al real y al puramente onírico. Glass es en la actualidad el compositor residente en esta temporada del Palau de la Música. En este ciclo formado por once conciertos, entre ellos el que tendrá lugar el próximo lunes con la presentación de una versión de «Einstein on the Beach», de la mano del Collegium Vocale Gent y la cantante Suzanne Vega, con el Ictus Ensemble.
Por expreso deseo del mismo, el público podrá entrar y salir del auditorio con plena libertad. Y es que es un amante de la libertad y no le gusta poner ningún tipo de límites a la creatividad, ya sea la suya o la de aquellos que lo acompañan en un auditorio. En esto le ha sido muy útil su contacto con músicos de civilizaciones indígenas. «Me gusta trabajar con músicos de todo el mundo, ya sean los que están formados de la manera más tradicional y que tienen una manera diferente de tocar. Por ejemplo, trabajo con dos músicos indígenas de México que no saben una palabra de español. No tenemos ninguna lengua con la que comunicarnos y tocamos con instrumentos que son nuevos. Hace siete años que colaboramos y hemos hechos dos discos. Un día estábamos trabajando en una canción. Cuando ya llevábamos cuarenta minutos con el tema le pregunté entonces a uno de ellos cuánto tiempo podían estar tocando. Me respondió que tres días».