Profesor de día... gigoló de noche
Las agencias de compañía para mujeres han aumentado exponencialmente en los últimos años «quizá como una forma de empoderamiento femenino, porque ven en nosotros lo que durante mucho tiempo han hecho los hombres con ellas» confiesa Cristian, scort de lujo que compagina su vida «oculta» con las clases de español. Nos citamos con él en un hotel de Barcelona para ver como es la vida de un «toy boy»
Cristian se levanta cada día a las ocho de la mañana para ir a trabajar a la academia en la que imparte clase de español para extranjeros en Barcelona. Éste es su trabajo conocido, profesor de castellano, pero a partir de las dos de la tarde y tras un poco de «workout» en el gym para mantener su cuerpo en forma comienza su vida clandestina, la de chico de compañía, un eufemismo de gigoló. Pocos saben en su entorno que se dedica a ello de manera profesional desde hace seis años. La tardes y las noches las emplea para satisfacer las necesidades de las mujeres «maduritas» que contratan su servicio. La mayoría quiere sexo, un 70%, dice, y, el otro 30%, que las acompañe a algún evento o una simple charla. Nos citamos con él en el Hotel Constanza de la Ciudad Condal antes de ir a un «servicio». Acude a nuestro encuentro enfundado en una camiseta negra que dibuja sus músculos y unas zapatillas que le dan un toque de chico malo. Tiene 26 años y comenzó a trabajar en este mundillo cuando estaba a punto de cumplir los 20. «Estudiaba Humanidades en la Universidad Autónoma de Barcelona y un amigo me contó que un conocido se había pagado sus estudios de esta manera. Me suscitó curiosidad. Necesitaba dinero. Además, me fijé cuando salía de fiesta que había muchas mujeres de mediana edad a las que les encantaba ligar con jóvenes como yo. Vi el negocio, pero, claro, no tenía ni idea de cómo funcionaba», recuerda. Así que se puso a indagar en internet y contactó con dos agencias de «scorts». «Sabía lo que era la prostitución masculina, pero no si era lo mismo que ser gigoló. En esencia es parecido, solo que los «scorts» quedamos con mujeres de alto poder adquisitivo, señoras cultas y que no solo buscan que vayas a su casa a tener sexo, sino algo más. Un servicio de calidad», relata. Todavía recuerda su primera vez. A través de las agencias a las que se había apuntado contactó con él una mujer, «siempre he trabajado con señoras de entre 35 a 60 años», matiza. «Estaba muy nervioso, como es lógico, soy una persona de mente abierta, pero aquello era nuevo para mí y no sabía bien cómo funcionaria. Quedamos en un hotel de Barcelona y pasó lo que tenía que pasar. Me gustó y así empezó mi carrera como gigoló», resume. Los primeros años cobraba 200 euros por servicio de media, ahora lo ha bajado a 150. «Sé que mi físico es muy particular, no tengo un cuerpo escultural. Es decir, estoy bien, pero no soy esos modelos que hay en varias agencias. Hay que saber cómo está el mercado para poner tu tarifa. Y soy consciente de que existen chicos que están mejor que yo a nivel de cuerpo, pero, insisto, las mujeres no solo buscan modelos», argumenta. Pronto dejó de lado las agencias, ya que el negocio es más rentable si lo lleva uno mismo. «Si trabajas para alguien, ellos se suelen quedar el 50% de lo que ingresos», explica. Por eso, si se contrata por agencia, los precios del servicio son más elevados, porque el gigoló quiere ingresar más. Las empresas que gestionan chicos de compañías para mujeres han proliferado notablemente en los últimos años. Hasta ahora, lo más común y el negocio de mayor éxito era la agencia femenina de «scorts». «Cada vez hay más anuncios de hombres, está de moda el «comprar» hombres, es algo muy materialista, lo sé, pero en cierto modo esto forma parte del fenómeno del empoderamiento de la mujer, que ahora se ve más libre y con menos prejuicios en este asunto. Es cierto que todavía hay cierto pudor, pero no es como antes», subraya Cristian. Una opinión que comparten desde una de las agencias de hombres más popular, Élite Male: «Es cierto que en estos dos últimos años, la mujer se ha liberado de muchos tabúes sociales en este sentido. Hace tiempo que se liberó del hombre. Una vez leí que hay 17 personalidades diferentes en las mujeres por solo 3 en los hombres. Esta estadística habla por sí sola. Hay mujeres de todos los tipos. Algunas llevan liberadas décadas y a otras que cuesta más», cuenta Arturo, responsable de la línea masculina de esta agencia de «scorts». De hecho, en este negocio hay que cumplir importantes requisitos para estar en su elenco. En primer lugar, ser mayor de 24 años, tener cualidades físicas destacadas, educación, buen trato y, sobre todo, añade Arturo, «estar bien dotado». «Hacemos castings tanto presenciales como telefónicos». En su «book» online hay perfiles de todos los tipos y cada vez es más frecuente, afirma este empresario «que contacten hombres para pedir otro hombre con la intención de hacer un trío con su pareja». Cristian lo confirma: «Ese es uno de los servicios más populares, parejas que quieren hacer realidad sus fantasías». Él tiene límites y deja todo claro antes de quedar con sus clientas. «Me gusta ir sobre seguro y no encontrarme con sorpresas incómodas. Por ejemplo, en una ocasión, una pareja me contrató para una tarde entera. Fui a su casa y aquello se desarrolló como una jornada normal y corriente: nos tomamos una bebida, charlamos y cuando ya estábamos en confianza pues pasó lo que pasó», dice sin dar más detalles. Entre las anécdotas que cuenta en su haber destaca dos. «Muchas mujeres tienen situaciones morbosas en su mente, una, por ejemplo, me pidió que acudiera a su casa vestido de jardinero porque le ponía mucho. Y así lo hice. En otra ocasión, un señor me llamó para pedirme que tuviera encuentros sexuales con su mujer. Él estaba enfermo, inválido, y no la podía satisfacer. Era un caballero adinerado de una familia pudiente de Cataluña y me dijo que pagaría lo que fuera para que su esposa fuera feliz. Fui a su casa y aquello fue impresionante», recuerda. A la hora de contactar con él, si son los hombres los que toman la iniciativa, suele ser por teléfono; ellas prefieren hacerlo por mensaje y siempre con bastante antelación, no menos de una semana. También reconoce que aunque algunas le piden acudir a una cena o evento, casi todas al final terminan en la cama con él. «Somos consciente de ello, de hecho, nosotros hemos eliminado el servicio solo de acompañante, porque nos dimos cuenta de que algunas, aunque los contrataban, luego querían más, así que era mejor ser claros», dice Arturo, cuyos chicos cobran cifras de infarto. Algunos, por 24 horas embolsarse hasta 2000 euros.
La desmitificación de Hollywood
Pero, ¿y si la mujer, pese a ser pudiente, no le excita? «No me suele ocurrir, todas suelen ser señoras que tienen algo, y si no pues siempre existen truquitos», puntualiza Christian. Él, aparte de sus encantos más íntimos, aporta como formación su grado en Humanidades y habla catalán, inglés, italiano y un poco de francés. Esto es como en las oposiciones: cada cualidad puntúa al alza en las tarifas. Sobre el glamour que suele desprender esta profesión en las series y películas que todos tenemos en nuestra mente, él lo desmiente tajantemente. «Eso es otra historia. Además, venden mucho que nuestra profesión está relacionada con las drogas, la bebida... y no siempre es cierto. Yo no hago nada de eso, soy una persona seria y sana, eso sí, cuando tengo que ser juguetón lo soy», afirma con media sonrisa. Tampoco cree en los finales felices en los que la mujer millonaria se enamora de su «scort» y le «compra de por vida». «Hombre eso es algo que a todos se nos pasa por la cabeza, pero, deberían de darse varios factores a la vez. Lo veo más de ficción que de realidad», confiesa. Vamos, que no habrá un Richard Gere en versión femenina que suba las escaleras de incendios de su edificio para rogar a su Julia Roberts de turno amor eterno. De momento, él no se plantea dejar de lado esta «vida oculta», pese a que sus necesidades económicas ya no son las mismas que le llevaron a probar suerte en esta profesión de gigoló. «Seguiré hasta que el cuerpo aguante», concluye.
De amor, ni hablar
Compaginar la vida de «toy boy» con las relaciones sentimentales no es sencillo. Cristian nos cuenta que desde que comenzó en esto no ha tenido pareja. «Cuando empecé en el mundo de los «scorts» estaba saliendo con una chica, pero lo dejé por ese y por otros motivos. No me sentía cómodo ocultándoselo», confiesa. Lo cierto es que es una profesión que todavía no está bien vista y la mayoría la desarrolla de manera paralela a su vida pública.