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Música

El Puma: "Lo que ha hecho Julio Iglesias no lo podrá hacer ninguno de esta generación"

Hace siete años le trasplantaron los dos pulmones, pero sigue en activo tras 65 años de una exitosa carrera que repasa en esta entrevista

José Luis Rodriguez, " El Puma"
José Luis Rodriguez, " El Puma"Cedida

José Luis Rodríguez González, el Puma –su felino alias artístico le vino por el personaje que interpretó en una telenovela–, es uno de los grandes nombres de la canción melódica latinoamericana del último medio siglo. Lleva viviendo 40 años en Miami –«es mi primera casa», afirma, rotundo, un hombre nacido en Caracas, Venezuela, hace 81 años–, desde donde atiende, por teléfono, esta entrevista. Tiene previsto viajar a España en la primavera próxima «para hacer shows». Porque no entra en sus planes jubilarse, lo que en él tiene un mérito mayor que en otros de sus colegas coetáneos aún en activo: en 2017 le fue realizado un doble trasplante de pulmón como consecuencia de la enfermedad que padecía, fibrosis pulmonar, y siete años después ahí sigue, vivísimo y con ilusiones. Pero ¿cómo se encuentra? ¿Puede hacer una vida normal? ¿Cómo se adaptan una cabeza y un cuerpo a una operación de esa envergadura? «Me acostumbré desde el principio a pensar que tengo dos pulmones prestados y agradezco todos los días al donante, a su familia, a los médicos, a las enfermeras y a todos los que intervinieron, porque tener siquiera un día más de vida es un privilegio y una bendición. Es un método de vida diferente –explica–: el cuerpo cambia y hay que tener mucho cuidado y ser superdisciplinado con lo que te mandan los médicos y con los chequeos mensuales y anuales». ¿Y qué lugar ocupa ahora la música? «Uno de los primeros lugares. Sigo haciendo giras. Dice el dicho que “el que nace chicharra, muere cantando”, y no puedo hacer otra cosa sino eso. Todo lo que sea el “show business” me gusta: producir, dirigir, componer, el espectáculo de la música». ¿Contempla grabar un nuevo disco? «Estoy libre de sello discográfico. Produzco mis cosas con otros asociados y, por primera vez, siento la libertad de grabar con quien quiera lo que yo quiera y no estar supeditado a un banco. Porque las casas discográficas son un banco que te presta un dinero. Los jóvenes indicaron un camino que se podía hacer: sin una estructura discográfica pudieron hacer millones de dólares y estar en todas las partes del mundo por las redes».

«No he visto a otra persona que haya hecho una versión de “Pavo real”»

El Puma

La vida del Puma, hijo de un canario y una venezolana, y el pequeño de 12 hermanos, no ha sido fácil. De orígenes humildes, estuvo exiliado en Guayaquil (Ecuador) cuando era muy pequeño, huyendo de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y no volvió a Venezuela hasta que el tirano cayó: «A mi madre la torturó la Seguridad Nacional en Venezuela –revela–. De hecho, cuando estuve en Palma de Mallorca conversé con Pérez Jiménez por dos horas y nunca le dije que mi mamá había sido torturada. Le hice muchas preguntas y me respondió. He tenido facilidad para encontrarme con líderes sin provocarlo. Pérez Jiménez hizo algunas cosas buenas, que todavía perduran, como la Escuela Militar, cosa que no hizo Chávez para nada. Lo que hizo fue destruir todo. Agarró el ejemplo de Cuba, empobrecida, y lo llevó para Venezuela. Ni siquiera se miró en el esquema de China, que tiene un sistema capitalista dentro de un régimen comunista, único en el mundo, ni siquiera vio eso, de la estupidez y el odio que tenía. Un resentimiento terrible de esa gente que llega al poder. En Venezuela –prosigue– me he encontrado de todo, con una dictadura de derechas, con un poco de democracia y con una dictadura de izquierdas, fascista, que tiene 25 años en el poder y acaban de perder las elecciones claramente. Porque el mundo sabe que ganaron Edmundo González y María Corina Machado, pero los tipos están enquistados en el poder. Y veo cosas de España que no son gratas de escuchar. Porque pareciera que la gente de izquierdas ya no tiene una filosofía, sino que hay que bancar y apoyar al que está ahí aunque robe y mate. Es simplemente una ideología que ya está obsoleta. Y Maduro es el peor de todos».

«Pareciera que la gente de izquierdas ya no tiene una filosofía»

El Puma

El Puma entró en el mercado español con canciones de un grande, Manuel Alejandro. «Voy a perder la cabeza por tu amor» fue la primera: «Manuel Alejandro influyó de un modo decisivo en mi relación con España. Esa canción fue muy importante. Tanto, que cuando la grabó Julio Iglesias me puso a su mismo nivel y me hizo un gran favor. Para el público fue como una especie de competencia». ¿La hubo o fue un invento periodístico? «Realmente no la hubo, porque yo siempre admiré a Julio. Un tipo de seis idiomas y millones de discos vendidos. Lo que ha hecho Julio no lo podrá hacer ninguno de esta generación. Cambió todos los esquemas con una voz pequeña, melodiosa, hermosa, que no molesta al oído. Conquistó tres continentes. Es más, ya estaba entrando en China, lo estaba logrando». La canción más representativa del Puma es, quizá, «Dueño de nada», también de Manuel Alejandro, pero en España se le asocia, sobre todo, a «Pavo real», un tema venezolano loquísimo: «“Pavo real” fue compuesta por César del Ávila en 1954 y es una canción muy simpática. En mi casa, aporreando el piano, buscaba cómo podía internacionalizar esa canción. Y surgió poco a poco. Me inspiré en los coros de Aretha Franklin, a la que tanto admiré y admiro. Tiene un coro permanente, y realmente son cuatro tonos. No he visto a otra persona que haya hecho una versión de “Pavo real”. No es una canción fácil: va de arriba abajo sin respirar, y su letra es muy graciosa». La canción melódica arrasó en los 70 y 80. Hoy, son el rap, el trap y el reguetón los que reinan. ¿Con qué ojos contempla esos géneros? «Hermano, todo va y viene, no hay nada que sea permanente. Hay modas, pasan las modas, y va a llegar un momento en que esa generación, que va a tener 40 o 50 años, no podrá bailar un perreo en una discoteca. Porque a los 50, mover el rabito como ahora es muy ridículo. Entonces se van a volver a juntar, cuerpo con cuerpo».

«Estar en pareja como que te controla. Y sin amor todo esto sería absurdo»

El Puma

Ha estado casado dos veces. ¿Qué importancia ha tenido el amor en su vida? «Soy un tipo de pareja –admite–. Llevo 35 años con Carolina [Pérez], y con la anterior [Lila Morillo, cantante, vedette y actriz venezolana] fueron 20. Pude haber estado solo, pero me hubiese desbordado. Tener una pareja fija me ha centrado. Porque en esta profesión, con popularidad y un nivel de energía fuerte, puedes hacer desastres. Es lo que les pasa a algunos que vemos por ahí, que ven un palo de escoba con un vestido y se van detrás. Estar en pareja como que te controla. Y sin amor –sentencia– todo esto sería absurdo».

EL RUGIDO DE UN HOMBRE

Por Javier Menéndez Flores

Aquel DC-3 que se abría camino desde Caracas hasta Bogotá, temblón pero decidido, se arrimaba tanto a las montañas que fue un milagro que ninguna de ellas se lo quedara para siempre. Ya en tierra, a un hombre que se había pasado todo el vuelo roncando como un ogro de cuento, ajeno a la danza suicida de la aeronave, lo aguardaban una multitud y un reportero de radio, al que le arrebató el micrófono para ponerse a cantar. Y un niño que lo observaba hipnotizado, y que había viajado en ese mismo avión huyendo de un dictador, pensó que aquel gigante tenía una bocina alojada en la garganta, pues no era ese un sonido humano. El hombre era Pedro Vargas, una leyenda viva, y el niño, José Luis Rodríguez González, quizá descubrió su vocación en ese instante tan loco.

Somos la consecuencia del tiránico destino o del veleidoso azar, o de lo que quiera que sea que decida cada uno de nuestros pasos, qué más da. Marionetas, sirva, a merced de las olas del tiempo. Eso quizá lo intuyó El Puma siglos antes de ser El Puma, en algún momento de su génesis artística, pero no hizo nada al respecto, para qué. Lo importante es mantenerse fiel a un objetivo y tratar de lograrlo por amor, jamás por odio ni revancha. Y eso es justo lo que él hizo, intensamente, con deseo y brío, aunque el viaje le deparase algunos tramos de calvario.

La vida era –es– una cinta transportadora con espinas en la que había que moverse y saltar todo el rato. Y frente a tantísima selva de metas imposibles, obstáculos de carne y hueso, sonrisas que ocultaban emboscadas, estaba el rugido del hombre puro, capaz de batirse en duelo con escollos, trampas y contratiempos y tumbarlos con el arma de la determinación. Porque el artista debe ser gaviota loca y buceador a pulmón libre, claro que sí, pero también ese remo que no cesa de arañar el agua.

Acuérdate, José Luis, de aquella televisión en blanco y negro que viste por vez primera a través de una ventana, y del payaso Monicaco, y de la ilusión que te nació en el estómago como una llama que te mantiene alerta y no te mata. Y aquel sueño recurrente, allá en la infancia, el de toda esa gente frente a ti, observándote, se materializó de un modo nítido. Más que como un prodigio, como un choque entre el esfuerzo y la chiripa. Porque el trayecto desde los sótanos hasta los áticos, de la casucha a los palacios, sólo lo explica algún tipo de colisión entre la propia voluntad y la de aquello tan elevado o místico cuya naturaleza se nos escapa.

Hoy, tu piel sigue siendo igual de gruesa que en la juventud y tu corazón bombea una sangre de un rojo que nunca conseguirá imitar un pintor de batallas. Más roja, incluso, que aquellas aguas que le cedieron el paso a Moisés en su búsqueda de la tierra prometida. Pero los años han traído también heridas y un día decidiste protegerte de cuanto pudiera tumbarte el ánimo, aun de las más bellas canciones, ya que la música puede doler tanto como el desamor y entonces hay que volverle el rostro a esa daga, a esa bala, a esa mano que te entra en el cuerpo como un sable y lo revuelve todo sin piedad. No hay mejor manera de protegerse de las debilidades que mantenerse a un millón de kilómetros de ellas.

Respirar gracias al aliento de otro hombre comporta una alta responsabilidad: no puedes decepcionarle. Has de vivir con una pasión sin anticlímax, como si el reloj pudiera detenerse en el segundo siguiente y no hubiera nada que deba ser aplazado. Y si mimas tu caja torácica podrás alojar en ella el mundo entero y ser, al fin, sí, dueño de ti, dueño de todo.