¿Quién fue Leonora Carrington?
La Fundación Mapfre rinde homenaje a una artista rebelde, excéntrica e impecable, a través de una exposición
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Desde el 11 de febrero hasta el 7 de mayo, Madrid se convierte en un paisaje surrealista y de vanguardia. Ya lo era dadas las obras de Dalí que se guardan en las esquinas de esta ciudad, pero su sentido más artísticamente absurdo se acentúa gracias a una exposición que ofrece la Fundación Mapfre: "Leonora Carrington. Revelación". Una muestra que busca rendir homenaje a una artista cuya singularidad atrapará a todo visitante, incluso le inspire una incomodidad que, cuando se habla de arte, es tan necesaria como anhelada. Carrington desprende esa magia artística por la cual un cuadro es capaz de evadir hacia otro universo, haciéndonos sentir en paz pero a la vez alerta, con esperanza pero a la vez en un profundo desasosiego.
Pintora, escultora y escritora, entre otras disciplinas, Leonora Carrington nació en Clayton-le-Woods (Lancashire, Inglaterra) en 1917, y falleció en Ciudad de México en 2011. Fue una artista relevante e imprescindible en las líneas del surrealismo, incluso al nivel de Dalí, pero con la principal diferencia -salvando distancias- de que la fama de Carrington se vio mermada por su condición de mujer. Un ocultamiento del arte femenino que no sería la primera vez que salta a debate, pues cada vez son más las veces que nos preguntamos el porcentaje entre hombres y mujeres que figuran en un museo, o el por qué de el reconocimiento hacia un artista y no hacia otra, cuando la calidad puede ser la misma o incluso mayor.
La obra de Carrington fue bastante biográfica, teniendo en cuenta que tuvo una vida sentimentalmente agitada que hizo de ella una persona excéntrica y trágica. Estas características, más que inestabilidad dotaron a la artista de una imaginación envidiable, lo que le permitió crear un universo artístico propio e inimitable. "No tuve tiempo de ser la musa de nadie... Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser una artista", aseguró. Sus creaciones están pobladas por seres fantásticos, que conviven en un mundo donde se cruza lo cotidiano y lo mágico, que se ambientan entre la mitología celta y la literatura fantástica. Un mundo conceptual no siempre fácilmente descifrable, y que Carrington creó a través de pinturas, dibujos, tapices, esculturas, escritos e incluso joyería.
Carrington llegó a México, tras pasar un año en Nueva York, en 1941. Y fue entonces cuando se produjo su auténtica liberación artística. Escribió "Memorias de abajo", una obra donde narró sus experiencias en el psiquiátrico, así como convivió con surrealistas europeos que vivían en Ciudad de México como Benjamin Peret o Remedios Varo. Y, por supuesto, se relacionó con los artistas por excelencia de aquellos años: Frida Kahlo, Diego Rivera, Octavio Paz o Carlos Fuentes.
Cabe destacar que su encierro en el psiquiátrico se produjo más cerca de o que pensamos: en Santander. Al acabar la Guerra Civil, Carrington ingresó en dicho sanatorio maniatada, de manera forzosa y drogada. Así se rebeló ante el doctor Morales, responsable del centro, según narra en sus memorias: "¡No admito su fuerza, el poder de ninguno de ustedes, sobre mí. Quiero ser libre para obrar y pensar; odio y rechazo sus fuerzas hipnóticas!". Y es que Carrington se definió como una mujer, ante todo, libre, en unos momentos en que "ser mujer sigue siendo muy difícil todavía. Y debo decir, con un mejicanismo, que solo se supera con mucho trabajo cabrón", escribió.
La pintura fue para Carrington como la propia existencia, y así lo descubrirá el espectador que se acerque a descubrir su indómito universo en la exposición mencionada. "Uno no decide pintar. Es como tener hambre e ir a la cocina a comer. Es una necesidad, no una elección", decía la artista a "The Guardian" en 2006. Y tuvo bastante hambre, pues produjo decenas de pinturas y esculturas, con las cuales rompió las reglas sociales impuestas hacia la mujer en el siglo XX, así como desafió incluso a los grandes nombres del surrealismo a través de un estilo único y marcado. Unas obras que hoy forman parte de las colecciones del MoMa de Nueva York, de la Tate Gallery de Londres o del Museo de Arte Moderno de Ciudad de México, entre otros espacios.