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Muñoz Machado, un idioma que ha encontrado su sitio

El jurista fue premiado ayer con el Nacional de Historia por su obra «Hablamos la misma lengua», donde analiza el devenir político del español de la conquista a las independencias
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El jurista fue premiado ayer con el Nacional de Historia por su obra «Hablamos la misma lengua», donde analiza el devenir político del español de la conquista a las independencias.
Estaba –y así sigue siendo– Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, Córdoba, 1949) en las quinielas para liderar la RAE cuando Darío Villanueva deje el cargo. «El máximo favorito», dicen. Pero entremedias, ayer, se colaba en la vida de este jurista y también miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas otro Premio Nacional –pues ya ganó en 2013 el de Ensayo por su «Informe sobre España. Repensar el Estado o destruirlo»–, en esta ocasión, el de Historia con «Hablamos la misma lengua. Historia política del español en América» (Crítica). Texto del que el jurado del galardón ha querido destacar por «ser una historia política del español en América desde la conquista a las independencias, obra centrada en el papel de la lengua española en la construcción de un espacio cultural y un mundo institucional que se fue gestando y desarrollando en los siglos de presencia española para afirmarse con las repúblicas independientes».
En las propias palabras del protagonista: un libro en el que «exponer de modo sistemático y completo las políticas desarrollas por la monarquía española y por las repúblicas independientes surgidas para implantar y expandir el español en América». Una lengua que ni se impuso ni se usó como arma política durante la conquista, sino que fue encontrando su sitio en un continente con gran diversidad de lenguajes, hasta 1.500 pertenecientes a 170 grandes familias lingüísticas, han cuantificado los antropólogos y etnólogos. «El legislador español es muy respetuoso con sus lenguas y costumbres, aunque no se reconoce o no se ha explicado bien –continúa el académico–. Los reyes, desde Isabel y Fernando, instruyen a colonizadores, conquistadores y gobernadores para que enseñen castellano y las costumbres de Castilla y, sobre todo, el evangelio, pero no imponen ni obligan por la fuerza, al contrario, indican que sean respetuosos, amorosos y cuidadosos con los indios, pero América está a más de 10.000 kilómetros y sus buenas intenciones no siempre se aplicaron con rigor».
Una política entre los dos lados del Atlántico que ha conservado hasta hoy puentes «muy firmes» y que, salvo en momentos puntuales, nunca ha habido un rechazo específico: «Sobre todo en el momento histórico de independencias en países como Argentina o Chile, pero los críticos del español no tuvieron éxito y no cundió la idea. De hecho, son las repúblicas independientes las que han hecho el trabajo fundamental de consolidar y extender el español, en perjuicio de las lenguas indígenas», puntualiza un Muñoz Machado que sí reconoce un «intento de apropiación» del idioma con la «Marca España» que «sentó muy mal» en los países americanos de habla hispana. «Y con razón», añade, «porque el español es la lengua común de todos nosotros y algunos como México, por ejemplo, tienen mas hablantes que la Península. El español no es propiedad de España y no puede considerarse como marca comercial, porque tanto derecho tienen a lo mismo el resto de países».
Con la RAE en la cabeza
Y, por el otro lado, se mentiría si se dijera que en la cabeza de Muñoz Machado no están los rumores de que será el próximo líder de la RAE –Villanueva dejará su cargo a final de año–. Su nombre suena, «pero como el de otros compañeros», comentaba ayer a Europa Press, a la vez que matizaba que ningún académico presenta candidatura y que habrá que esperar a las votaciones del 13 de diciembre: «La Academia siempre es un reto, pero tiene un valor inconmensurable y ella en sí misma es un activo monumental. Es muy fácil ponerla en valor tanto en el mercado de la política pública [en el de los Gobiernos] como en el mercado económico [de las sociedades mercantiles]».
Una institución que bien conoce Muñoz Machado y ante la que tiene claro el camino a tomar: «Si hay una cierta masculinización del lenguaje, porque corresponde a prácticas históricas y usos habituales, eso convendría matizarlo. Pero no soy partidario de incorporar las reclamaciones de guías de lenguaje inclusivo más radicales –prosigue–: si se puede evitar una excesiva masculinización en el lenguaje legal y en el oficial con alternativas más conformes a las aspiraciones de quienes critican esa situación, bienvenido sea».