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Historia

La sequía que propició la invasión islámica de España y la caída del reino visigodo

«Nature» publica un artículo donde alude a que Hispania pudo vivir en el siglo VIII el periodo más árido en miles de años, desencadenando hambrunas y varios brotes epidémicos

Imagen de la corona de Recesvinto, rey Visigodo, que forma parte del Tesoro Guarrazar (Toledo)
Imagen de la corona de Recesvinto, rey Visigodo, que forma parte del Tesoro Guarrazar (Toledo)LA RAZONLA RAZON

Las fuentes históricas y las crónicas del periodo recogen reiteradas alusiones a la pobreza y el hambre que azotaba a Hispania desde finales del siglo VII hasta las primeras décadas del VIII. Alternados con lamentos piadosos y quejas de pronunciado acento religioso, estos documentos mencionan la ruina de las cosechas, las constantes penurias que padece la población, el flagelo de las enfermedades, que diezman las aldeas y las ciudades, y las guerras que se han abierto en el seno del reino de los visigodos para alcanzar el trono y el poder. A través de estos testimonios se da cuenta de un tiempo de marcada dureza, que destruye la siembra y afecta a la agricultura, principal fuente de riqueza.

Algunos escribas se preguntan, con evidente pesar, cuáles han sido los pecados que han cometido los hispanos para que se merezcan semejante destino y en los textos, incluso, llegan a citar a los «ángeles de la destrucción», en referencia a las plagas de Egipto. Las fuentes musulmanas también hablan de la nueva barbarie que recorre la Península Ibérica y citan con claridad que la gente se moría de inanición. Sin embargo, los historiadores siempre habían mantenido una prudencial distancia hacia este conjunto de afirmaciones. Algunos, incluso, las tildaban de meras exageraciones o relatos para justificar la conquista musulmana. Pero un artículo publicado por la revista «Nature Communications», elaborado por un equipo de investigadores encabezado por Jon Camuera, demuestra que las afirmaciones están lejos de ser invenciones o rumores y que los problemas citados en estos textos y las leyes promulgadas respecto al agua durante esa época, traslucían una dramática realidad.

El examen del polen encontrado en 107 sedimentos lacustres de España, Portugal y Marruecos corroboran que a principios del siglo VIII hubo un repentino crecimiento de la artemisia, un género de plantas relacionada con la aridez y que solo prosperan en condiciones de sequía. Estos registros aseguran que en este siglo se dio el pico más alto de esta tipología de plantas en miles de años. Para asegurarse de que esta proliferación no derivaba de la acción humana o que no se debía a la pérdida del nicho ecológico de otras plantas, se ha acudido, para respaldar la teoría, a registros tomados en las cuevas, donde suele quedar constancia de los periodos húmedos y secos. Estos depósitos prueban en aquella época que se pasó por varias décadas de extrema aridez. Unos parámetros que vienen respaldados por los resultados extraídos de los niveles de mínima insolación y los datos proporcionados por las prospecciones y excavaciones arqueológicas. Pero, ¿cómo influyó esto en la caída del reino visigodo?

Todo indica que hubo hambrunas generalizadas. La sociedad visigoda era esencialmente agrícola y esta sequía afectaría de manera especial a cereales y olivares, que se secaron en numerosos lugares. La incapacidad técnica y la falta de preparación de los visigodos para afrontar una crisis de estas características, conduciría a un colapso. Las fuentes son claras a este respecto. La gente huyó de los lugares donde vivía. Las normas dictadas por los gobernantes recogen cómo los siervos dejan las fincas y se endurece la legislación sobre los recursos hídricos. A esto hay que añadir que se suceden los desórdenes políticos.

El momento definitivo

Las pruebas están sobre el terreno. Se han desenterrado acequias construidas en sierras para recoger el agua en cotas más altas, los cultivos se extienden a las montañas y aumentan las peticiones a los santos referidas a la sequía. Hubo población que se marchó al Norte de África, pero allí las condiciones eran similares. Esto explica la facilidad de los musulmanes para extenderse en culturas que estaban desestabilizadas. Cuando llegaron a Hispania, el reino visigodo estaba inmerso en una guerra civil y la economía estaba debilitada, como es fácil deducir del examen pormenorizado de las monedas que se han conservado de estas décadas: su contenido en plata ha decrecido y es mucho menor que en momentos anteriores.

Esto explica que el reino próspero que existía en el año 680 fuera una completa ruina en el 711. Lo anterior tuvo repercusiones políticas evidentes. Desencadenó violentas luchas intestinas por el poder, como prueban las sucesivas contiendas por el trono, y cuando llegó el momento de reunir tropas para combatir a los invasores que habían cruzado el Estrecho, la población estaba diezmada por las epidemias y con la moral hundida. El rey Rodrigo afrontó uno de esos momentos definitivos que de vez en cuando propone la historia en las peores condiciones. No solo tuvo que cruzar la Península Ibérica de manera precipitada para enfrentarse a Tariq. También tuvo que hacerlo en medio de una sociedad diezmada, agotada y dañada por el hambre.