“Tercer Cuerpo”, o la vida sin un manual de instrucciones
Claudio Tolcachir sube al escenario del Teatro Infanta Isabel esta comedia con trasfondo social, sobre lo difícil de salir adelante sin saber cómo
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Cinco vidas, cinco deseos de amar, cinco personas incapaces. Y mientras tanto se vive, se trabaja, se intenta. Se tiene miedo a no ser, a que sepan quién soy, a la incapacidad. Es la vieja historia de siempre, la de querer y no saber qué hacer, la de un intento absurdo. Y a pesar de todo, querer vivir cada día. “Un recorrido patético y lleno de humor sobre cinco vidas de gente extraviada que quiere, pero no sabe cómo, salir adelante”, así define “Tercer cuerpo”, el argentino Claudio Tolcachir, que sube a las tablas del Teatro Infanta Isabel esta pieza de profundo trasfondo social escrita y dirigida por él. En los pocos metros cuadrados de una oficina destartalada y gris, Tolcachir instala su mundo lleno de muebles desvencijados, viejas máquinas de escribir y fluorescentes mortecinos que se enciende y apagan como sus propias vidas. Ese espacio sombrío que es a la vez la casa de una pareja, un bar y un consultorio médico, donde comparten la vida cinco personajes unidos por la soledad, la incomprensión y la necesidad de amar, inmersos en una aparente comunicación, pero en realidad, aislados y hundidos en sus miserias y mentiras y en una vida hueca donde pasan desapercibidos.
“Esta es una obra que requiere de la participación activa del espectador, obliga a construir con la imaginación otros ambientes, a visualizar mentalmente otros espacios a donde se traslada la acción. “Son cuatro, pero físicamente solo aparece uno, la oficina”, afirma Natalia Verbeke, que participa en el reparto de “Tercer cuerpo” junto a Carmen Ruiz, Carlos Blanco, Nuria Herrero y Gerardo Otero. “Sus historias van más allá de lo que se cuenta o se dice. Cada uno representa un personaje distinto, pero si hay un factor común que une a todos ellos es la soledad y el deseo de amar y de ser amados, pero no encuentran a quien, ni saben cómo hacerlo”, subraya la actriz, que afirma que esta función habla en el fondo “de lo difícil que es a veces vivir las cosas más sencillas. Esa sensación que tenemos respecto a cómo lo hacen los demás, que a mí no me sale, cómo se las arreglan para que esto tan fácil que a los demás sale bien, yo no lo sepa hacer, ¿por qué? Por qué no sé amar, ni vivir, ni llevar una vida cotidiana más simple, por qué yo no”. Como dice Claudio Tolcachir: “Es como si todos los demás hubieran recibido un manual de instrucciones al nacer que a mí no me llegó”.
Quizá sea el miedo a que nos conozcan de verdad, porque “el ser humano está lleno de vergüenzas, de miedos de atreverse a ser, de dejarse ver tal y como es por si no es aceptado. Siente vergüenza de cosas no superadas, o de decir lo que desea o lo que realmente piensa. A veces es muy difícil ser quien eres de verdad por miedo a no ser aceptado. Todos tenemos nuestros secretos”, afirma Verbeke. Y prosigue: “Creo que esto nos pasa a todos, por eso el espectador se siente identificado constantemente con muchas de las cosas que suceden a los personajes, porque algunas de ellas ya las han vivido”. Sin embargo, y a pesar de ello, todos manifiestan un deseo enorme de vivir. “Torpe, equivocadamente, pero lo intentan, tiran hacia adelante. Aunque se equivoquen, desean vivir, poder amar y que los quieran, desean conseguir sus sueños, pero no saben cómo, lo intentarán de mil maneras, pero todas equivocadas. Hay caminos mucho más fáciles para conseguir lo que quieren, pero ellos los complican. La vida muchas veces es un querer y no poder y equivocarse continuamente”, asegura.
Estas historias, en el fondo trágicas, están presentadas a través de la comedia, a pesar del patetismo de los personajes, “la obra está impregnada de humor, aunque sea un humor negro, a veces ácido y cruel, pero como ocurre en la vida real, a veces te ríes en los momentos y de las cosas más insospechadas e imprevisibles”, concluye la actriz.