Crítica

30 Ciclo de Lied: ¡Hágase la luz!

Teatro de la Zarzuela Canciones de 16 compositores. Mezzosoprano: Anna Lucia Richter. Zanfoña y piano: Ammiel Bushakevitz. 30 Ciclo de Lied. Madrid, 20-V-2024

Visión interior del Teatro de la Zarzuela de Madrid
Visión interior del Teatro de la Zarzuela de Madridlarazon

Un concierto curioso que nos propone nada menos que una historia resumida del Lied, pieza cantada a solo o con acompañamiento instrumental. Desde los lejanos tiempos medievales de Wolkenstein hasta los umbrales del siglo XX, con Berg, Eisler y Weill como protagonistas. Casi 30 canciones animan el recital del que es protagonista la mezzo alemana Anna Lucia Richter, hasta hace pocos años soprano lírico-ligera de interesantes reflejos tímbricos y ahora bien trabajada mezzo lírica, elástica, expresiva y musical. Junto a ella el israelí Ammiel Bushakievitz, que toca el piano y, en los lieder más antiguos, la zanfoña.

La luz es la protagonista de la larga marcha desde las primeras piezas medievales hasta las más modernas, de signo expresionista. A lo largo de la sesión ese elemento, natural o artificial, fue bañando la voz de la mezzo y la del teclado y proporcionando momentos de tibia ensoñación. Es un concierto que ambos intérpretes tienen muy trabajado y que se pudo escuchar, por ejemplo, en el pasado Festival de Granada.

La voz de Richter, mujer menuda y delgada, de rostro agradable y vivo, es, en efecto, la de una mezzo de carácter lírico. No es especialmente bella y anda regular en una zona grave bastante borrosa. Corta por arriba, en donde ha de esforzarse a base de bien. El centro es anchuroso y potente, de brillo relativo, con algunos pasajes en los que el vibrato resulta acusado. Armas por tanto de discutible calidad, pero que la cantante sabe manejar con habilidad y obtener gracias a ello una temperatura, una fogosidad, un dramatismo o un lirismo de notable vibración; una intensidad a veces en carne viva. A lo que ayudan también unas evidentes dotes de actriz. Lo que canta parece vivirlo de verdad.

El recital empezó con los lieder “Wer ist, die da durchleuchtet” de Oswald von Wolkenstein (1337-1445) y “Unter den Linden” de Walther von der Vogelweide (1170-1230) acompañados de la zanfoña. Bello y rememorativo inicio, en los que ya empezamos a advertir saltos de posición y de apoyo vocal entre agudos y centro, pero que Richter expuso con severa concentración. En “Die Landlust” de Haydn evidenció un indudable gracejo. Desplegó elegantes volutas en la ambiciosa “Abendempfindung” de Mozart y delineó con inteligencia la hermosísima “Auf dem Wasser zu singen” de Schubert; algo que no faltó en su expresiva recreación de la muy dramática balada “Der Zwerg” (El enano) del mismo compositor. Aquí, pese a su talento, no pudo otorgar a la extensa página los contrastes, la rotundidad sonora, la amplitud requeridas. Aunque el esfuerzo fue meritorio; también el del pianista, de digitación no siempre clara.

No tenemos espacio para analizar todas las interpretaciones. Sí queremos destacar la gracia en el despliegue del menselssohniano lied Neue Liebe. En Abenlied de Schumann quedó patente la debilidad y a veces la falta de coloración de la zona inferior de la tesitura. Empleó todas sus fuerzas con excelentes resultados en la extensa, agitada y dramática “Der Feuerreiter” de los “Mórike-lieder” de Wolf y expuso con notable expresividad los cuatro lieder de la op. 2 de Berg, en los que se empleó a fondo mostrando su vibrato ancho y dando lo mejor de sí misma.

Nos gustó la expresión ensoñada lograda en “Und endlich” y el tono semideclamado de la muy lenta “Über den Selbstmord”, ambas de Eisler. Y el aire cabaretero y muy propio adoptado para interpretar la última pieza del concierto, “Berlin im Licht” de Weill. Un público enfervorizado (quizá un tanto exagerado) obtuvo dos bises: un conturbado y angustiado “Gretchen am Spinnrade” (Margarita en la rueca) de Schubert, cantado en un tono más grave del habitual, y una pieza antigua con el acompañamiento de la zanfoña; instrumento muy bien tocado por Bushakevitz, pianista de altura y colaborador, aunque no infalible.