Cuando la crueldad es el placer
José Martret reinterpreta a Lars Norén en una pieza que expone en el Fernán Gómez y que coloca la lupa sobre dos parejas de las que sacará su lado más obsceno
Tenía claro José Martret que quería hacer una obra de Lars Norén (Estocolmo, 1944). ¿Cuál? No sabía, quizá todas, pero había algo en este autor sueco que le llamaba poderosamente la atención y que ha terminado desembocando en «Placeres íntimos» –del 13 al 17 de junio en el Fernán Gómez–. «Es un dramaturgo que ha usado todo lo que le ha pasado en su vida para crear sus funciones», explica admirado el director. En especial fue la muerte de su madre, enferma de cáncer lo que le marcó el camino. Caería entonces en una grave crisis psicológica que le llevaría a una clínica psiquiátrica para ser tratado con descargas eléctricas y aislamiento y con todo aquello –incluida esa esquizofrenia diagnosticada– se guiaría el devenir de aquel chaval –tenía 19 años–, ahora consolidado como «el nuevo Strindberg», recuerda Martret. Un acto de resiliencia que ha terminado en un idioma propio que en su país ha dado términos como «rena Norén», un acontecimiento tan problemático y oscuro como liberador sacado de una de sus obras.
Es esa orfandad prematura de la que se van a empapar sus textos, ya sea por una dualidad madre fuerte/padre débil o por la ausencia materna. Y es en este último nicho donde se englobaría la trilogía formada por «Demonios», «La hamaca» y «La comunión», «piezas independientes, pero con un núcleo común», puntualiza el director: una madre muerta y unos hermanos que tratan de reunirse. Hacia aquí miró Martret para quedarse con el último de los capítulos. Un texto de cinco horas que el director ha reducido a 95 minutos: «He tenido que hacer un trabajo de orfebrería dramática en el que quedarse todo el torrente discursivo de un autor que, aunque tenga toda la intensidad del mundo, es un maestro del humor negro», explica Martret. Un proceso de constricción «en el que ha dejado de ser “La comunión” para centrarse en una frase de Charlotte (Toni Acosta): “Lo que tendríamos es que practicar nuestros placeres íntimos en lugares tradicionales”».
Así, tras la ceremonia de incineración del cuerpo de la madre, dos hermanos (Javi Coll y Francisco Boira) que hace años que no se ven se reúnen con sus respectivas esposas (Acosta y Cristina Alcázar) para pasar la noche. Un tiempo de decadencia de los matrimonios y de enfrentamientos fraternales que sacará el lado más «cruel» que se le achaca a Norén. Un agujero, una mancha, una gota de sudor... Un simple detalle que hará explotar las verdaderas necesidades.