Autor: Tirso de Molina. Versión: B. Ortiz de Gondra. Director: J. M. Mestres. Intérpretes: R. Prieto, P. Viyuela, E. Cuadrupani... Teatro de la Comedia. Madrid. Hasta el 3 de junio.

Sentó las bases para el posterior e inagotable desarrollo del mito del don Juan y para su universalización; fustigó los vicios de la sociedad más acomodada de su tiempo; censuró las tretas de los menos privilegiados para edrar en esa misma sociedad; y advirtió, por último, de las supuestas consecuencias que tiene desafiar la ley de Dios. Todo eso hizo Tirso de Molina en «El burlador de Sevilla»; más que suficiente para reconocer la valía de un texto que, literariamente, contiene elementos sorprendentemente modernos todavía; pero que teatralmente tiene un desarrollo torpón y un último acto, con la entrada en escena del convidado de piedra, bastante obsoleto a los ojos de un espectador de hoy. De todo ello parecen haber sido conscientes el dramaturgo Borja Ortiz de Gondra y el director Josep Maria Mestres en esta revisión del clásico que, precisamente, potencia el incuestionable brillo que aún conserva una parte de la obra y pasa veloz, cuando no lo corrige, por lo que ha quedado en ella más desfasado. Bajo una estructura más diáfana, con mayor coherencia dramatúrgica y mayor claridad poética, puede decirse que la historia de don Juan se ve aquí, sin que ello vaya en detrimento de la lectura más profunda en clave filosófica, como un entretenido drama de aventuras y amoríos. En un elenco muy variopinto, en el que no todos demuestran igual destreza, Raúl Prieto interpreta con solidez a un protagonista que le viene pintiparado y Pepe Viyuela da a su criado Catalinón un maravilloso poso de escepticismo que dota al personaje de una envergadura escamoteada en otros montajes.