«Entre bobos anda el juego»: Gozoso entretenimiento
Autor: Francisco de Rojas Zorrilla. Versión: Yolanda Pallín. Director: Eduardo Vasco. Intérpretes: Daniel Albaladejo, Arturo Querejeta, Isabel Rodes, José Ramón Iglesias...
Teatro de la Comedia. Hasta el 3 de marzo de 2019.
Eduardo Vasco vuelve a aventurarse en los caminos de la comedia, el género en el que más ha brillado como director en su relación con un teatro clásico que, por otra parte, domina en todos sus tonos y registros. En esta ocasión, ha optado por Rojas Zorrilla para poner en escena una de las comedias de figurón más representadas: «Entre bobos anda el juego». La historia del ridículo don Lucas del Cigarral que pretende, aunque con muchos remilgos, casarse con doña Isabel, una joven dama que, por supuesto, no le corresponde y que, además, está enamorada de don Pedro, que es a su vez primo de don Lucas, está planteada con ese característico estilo de Vasco en el que prima, sobre todo lo demás, la agilidad y el gracejo en el desarrollo de la trama, sobre la que evita cualquier estorbo escenográfico –aunque esta vez hubiese sido conveniente marcar más en el espacio en algunas acciones con el fin de clarificar lo que ocurre–, y el trabajo de los actores, enfrentados al verso y a una comicidad que el director sabe bien que ha de emanar más del propio texto que de la interpretación. En este sentido, resulta llamativa y muy acertada la composición que ha hecho del figurón el actor José Ramón Iglesias, que, sin renunciar al nervio y al arrojo que tan bien casan con un personaje de naturaleza grotesca, ha sabido sujetarlo sin caer en la acostumbrada caricatura y amoldarlo dramáticamente a cada una de las situaciones que en realidad está protagonizando. Acompañándolo en el reparto, destacan dos fantásticas actrices que piden paso a gritos, como son Isabel Rodes y Elena Rayos, y otros veteranos del clásico como Daniel Albaladejo, siempre sobresaliente –aunque ya empieza a chocar verlo a su edad haciendo de galán– y Arturo Querejeta, que hace con la misma soltura un protagonista trágico que el pícaro gracioso que esta vez le ha tocado en suerte.
La juguetona música que el propio Eduardo Vasco ha compuesto con guiños extemporáneos y el vestuario de Caprile contribuyen de manera notable a que uno pueda pasar un buen rato de puro entretenimiento y buena poesía sin más pretensiones.