Teatro

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«Los mariachis»: Corrupto es quien puede, no quien quiere

Obra: Los mariachis. Autor y director: Pablo Remón. Intérpretes: Israel Elejalde, Luis Bermejo, Francisco Reyes y Emilio Tomé.

«Los mariachis»: Corrupto es quien puede, no quien quiere
«Los mariachis»: Corrupto es quien puede, no quien quierelarazon

Obra: Los mariachis. Autor y director: Pablo Remón. Intérpretes: Israel Elejalde, Luis Bermejo, Francisco Reyes y Emilio Tomé.

Teatros del Canal. Del 3 al 27 de mayo de 2018.

Valoración: 3 sobre 5

Nuevo estreno de Pablo Remón que se salda con un merecido aplauso. Aunque tal vez no sea esta su obra más brillante, sí se aprecian en ella no pocos destellos del ingenio que lo ha consagrado como uno de los ‘nuevos’ autores-directores más originales e interesantes del panorama teatral.

La historia de Germán, un político corrupto y acabado que huye de la justicia para sacar en procesión al santo de su pueblo como última y desesperada penitencia, se desarrolla dentro de lo que podríamos considerar ya los parámetros del teatro “remonista”: diálogos que progresan en la misma escena desde lo aparentemente realista hacia el absurdo más absoluto, digresiones en clave surrealista de algunos personajes, tendencia a dramatizar situaciones que son ensoñaciones o evocaciones, gusto por lo narrativo, uso frecuente de la analepsis y mucho sentido del humor. En esta ocasión, es esa comicidad lo que se ha recargado de una forma quizá un poquito más artificiosa que en anteriores obras, haciendo que algunas escenas se alarguen más de lo que exige la evolución de la trama y de lo que impone el discurrir natural de la acción. Afortunadamente, la resolución de todas ellas es intachable, merced al buen hacer de los actores. Francisco Reyes, Emilio Tomé y Luis Bermejo, tres intérpretes de características muy distintas que dan vida, entre otros personajes, a los tres primos de Germán en el pueblo, no desaprovechan la oportunidad de lucirse en unos papeles que el director, y eso se nota, ha escrito de forma expresa para ellos. Especialmente fácil lo tiene Bermejo en un registro que tiene pocos secretos para él y en el que se mueve con una gracia al alcance de pocos. Es por eso por lo que Israel Elejalde, en la piel del político corrupto que sirve de eje a todo el conflicto, se lleva la palma, dada la mayor complejidad de su trabajo. Nadando con perfecto estilo en las procelosas aguas de la comedia, en las que no suele ser tan habitual verlo, el intérprete se eleva sobre ellas, como si tal cosa, en dos memorables escenas –la del sueño de la llave y, sobre todo, la del diálogo con su hijo- para hacer un ejercicio de intensidad dramática, tanto más honda cuanto más aparentemente sencilla, que transmite toda la emoción y la verdad, y esta es la esencia de la función, de un hombre envilecido moralmente que, en realidad, no es mucho peor ni mejor que cuantos hay a su alrededor en una sociedad mortalmente herida por la indecencia.

Lo mejor: Hay una interesantísima lectura profunda perfectamente sostenida en el humor.

Lo peor: Aunque tienen su gracia, algunos gags son demasiado gratuitos en relación a la trama.