“María Luisa”

Juan Mayorga desea y muerde sin hacer sangre

El dramaturgo firma otra pieza surgida de una anécdota real: esta vez, el consejo de un portero a una anciana de que pusiera más nombres en el buzón para que los ladrones no sepan que vive sola

De izquierda a derecha, Juan Codina, Marisol Rolandi, Juan Paños, Lola Casamayor y Juan Vinuesa; un reparto que se completa con Paco Ochoa
De izquierda a derecha, Juan Codina, Marisol Rolandi, Juan Paños, Lola Casamayor y Juan Vinuesa; un reparto que se completa con Paco OchoaJavier Naval

Una vez más, Juan Mayorga lo vuelve a hacer; vuelve a tirar de una anécdota que le salpica de la nada para levantar un monumento. «Insisto en que María Luisa nace de la vida. De una persona que observa algo y me lo cuenta». El dramaturgo no buscaba escribir una obra sobre la tercera edad o la soledad, sino que se sirve del teatro para «llamar la atención», cuenta, de los aspectos que le interpelan. Ahora, la excusa para estrenar en La Abadía vino de un compañero de grada, otro padre que, como él, sigue a sus hijas por los campos de baloncesto de las ligas infantiles: «Siendo portero de inmueble, le aconsejó a una vecina que pusiera más nombres en el buzón para que los cacos no supieran que vive sola. Luego me enteré de más gente que lo hace, incluso personas que fingen una conversación cuando llaman a la puerta...».

Material más que suficiente para que Mayorga imagine todo un universo. «Me provocó zozobra y el teatro me da un camino para compartir mi sorpresa». Aquel comentario, que por supuesto registró en su archivo de «notitas», le llevó a la fragilidad de las personas que viven solas. «Es injusto que escondan su soledad para ser menos vulnerables». Se «preocupó» y empezó a poner nombres en ese buzón: Benito Beckenbauer, Emerson Azzopardi y Juan Olmedo. Todo eso le llevó a vincularlo con otra «obsesión», apunta el académico de la RAE, «el lenguaje en sí mismo, el poder de los nombres propios, aunque eso no es lo dominante», se detiene.

Sí tiene mucho peso en la función «el deseo». Cómo lo que comenzaba siendo una mentira podría evolucionar hasta ser «el inicio de una gran aventura». María Luisa (Lola Casamayor), pese a su edad, no ha renunciado a desear: «Lo que nos mantiene vivos es el deseo y en esta obra es la fuerza motora», sostiene el autor y también director de la pieza.

Paco Ochoa y Lola Casamayor dan inicio a la función con una anécdota real
Paco Ochoa y Lola Casamayor dan inicio a la función con una anécdota realPablo Gilez

Tira de pudor, Mayorga, cuando habla del género de la pieza. ¿Comedia? «No sé si soy capaz de hacerlo», dice. «No sé si conozco sus leyes». Lo que sí puede garantizar es que se escribió «de muy buen humor» y que los ensayos se han desarrollado de la misma manera. «Tiene el humor garantizado», interrumpe Casamayor, «y ternura, y el vuelo de la imaginación». La actriz, «una histórica del teatro español» –en boca del «jefe»–, defiende a su personaje como una «maravilla, supervital, un poco mentirosilla, egoísta, imaginativa...». Sobre ella girará un montaje que tendrá en Paco Ochoa el otro resorte: él es Raúl (en un guiño a quien inspiró la empresa), el portero de la finca, «un soldado raso» de la vida, explica el actor. «Un homenaje a todas esas personas que, en la sombra, están siempre arrimando el hombro y que son como ángeles de la guarda».

Y dentro de la cotidianeidad del texto, el otro gran personaje mundano es el de Angelines (Marisol Rolandi), «la antítesis y gran amiga de María Luisa. Dos amigas muy reconocibles en esas señoras que se juntan los jueves a tomar café y a merendar», presenta la intérprete de una figura que, además de compartir conversaciones telefónicas con la protagonista, «tiene las mismas ganas de bailar», añade el autor.

Párrafo aparte merecen esos tres nombres que salen de la cabeza de María Luisa para acabar con su soledad y con su vulnerabilidad. Nacen de su deseo. Beckenbauer, Azzopardi y Olmedo; o Juan Codina, Juan Paños y Juan Vinuesa: respectivamente, un militar golpista, o que intenta serlo y siempre posterga su obra definitiva, un poeta maldito muy nombrado en Malta y obviado fuera, y un español de toda la vida.

Juan Mayorga llama a Cervantes su "gran maestro moral"

Juan Mayorga se apoya en estos seis personajes para regresar a la vida misma. A ese mundo del día a día que abre una puerta hacia cualquier lado. «Las expresiones de la vida cotidiana encierran poesía», afirma el autor. «Se habla de la banalización de la palabra y del lenguaje estandarizado o pasteurizado, y creo que hay mucha gente con mucha gracia». Su propia madre, su suegra o cualquiera que pase por la calle, señala, es susceptible de ser atracado por el director de La Abadía y alumno aventajado de Cervantes, «gran maestro moral», dice: «Nos enseñó a mirar con compasión a cada ser humano». De El coloquio de los perros aprendió a «morder sin hacer sangre»; al «humorismo bien entendido», resume.

Por eso también justifica
María Luisa como una obra de carácter cervantino, por su «derecho a la imaginación. La protagonista tiene derecho a imaginar porque eso es la vida». «Podríamos ser personajes patéticos –se suma Paños–, pero, como en Cervantes, estamos todos muy bien defendidos. Es una batalla por la dignidad».
  • Dónde: Teatro de la Abadía, Madrid. Cuándo: hasta el 21 de mayo. Cuánto: 16 euros (entrada general).