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¿Qué teatro debo hacer?

Sanchis Sinisterra vuelve a «rescatar del olvido a los vencidos», explica, con «El lugar donde rezan las putas», en el Español.
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Sanchis Sinisterra vuelve a «rescatar del olvido a los vencidos», explica, con «El lugar donde rezan las putas», en el Español.
José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) es un hombre que paga sus deudas o, al menos, lo intenta. Su moneda, el teatro –muy presente en esta temporada con casi una decena de montajes entre autorías, versiones y direcciones–. Así lo lleva haciendo años con «Ñaque o de piojos y actores», «¡Ay, Carmela!», «El cerco de Leningrado», «Los figurantes»... y, en buena parte, lo ha conseguido. Es la forma que tiene el autor de «rescatar del olvido a los vencidos», su debe: «Es una deuda que he intentado pagar desde el punto de vista dramatúrgico en varias obras, pero en ésta gravita el pensamiento de Walter Benjamin, en el sentido de que tenemos un compromiso con nuestros antepasados y en la medida que son voces que fueron silenciadas por esa Historia que parecía única e irrepetible», explica Sinisterra de «El lugar donde rezan las putas o que lo dicho sea», la función que presenta en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español. Una pieza que gira en torno al intento de dos cómicos, Rómulo (Guillermo Serrano) y Patri (Paula Iwasaki), de levantar un espectáculo a su medida, artística y económica, en una nave abandonada, «un galpón», puntualiza.
Es entonces cuando surgen las dudas: ¿Qué teatro hacer en este aciago siglo XXI? ¿Un montaje de puro entretenimiento que «aumente todavía más la modorra política de nuestra sociedad consumista y cibermema»? ¿Una obra de denuncia, pero políticamente correcta que ilustre la realidad?... Es la encrucijada en la que el dramaturgo sitúa a sus protagonistas: «Creo que se está produciendo una mutación antropológica de la que nuestros nietos van a ser víctimas, si no lo son ya, viendo que que el hombre está perdiendo las cualidades de primate superior», apunta.
Lo que pudo ser y no fue
Se monta así una trama alrededor de una frase del filósofo Reyes Mate: «La realidad es también lo que pudo ser», de la que el valenciano termina «planteando la temática de cómo el teatro puede constituirse en un receptáculo de la memoria y permitir que, a partir de lo que pudo ser y no fue, la mente del espectador imagine otras alternativas». Es el desarrollo de Sanchis Sinisterra de un montaje que, en sus palabras, vuelve al espíritu de «Ñaque» y «¡Ay, Carmela!». Respecto al título, el aquí también director alude a ese almacén en el que ensayan los dos personajes: «Es un lugar de mala nota, un espacio en desuso que alude a esa frase tantas veces oída de que en el teatro solo hay putas y maricones, repetida con fiereza desde algunos sectores».

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