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Aroma de Morante en tarde sin altura

El Juli corta la única oreja de una tarde decepcionante por el mal juego de la corrida de Zalduendo, mal presentada con un “no hay billetes”
Jero MoralesEFE

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Hacía tiempo. De las apreturas. De las de verdad. Como esas copas de los bares de antes (y ya de algunos de ahora) que llegar a la barra rozaba la gesta, la odisea. Lucharlo hasta el final en el Penta por volver a escuchar una noche más la «Chica de ayer». Si amaste a Antonio Vega en algún momento de la vida entenderás. Sentarse en la localidad de la plaza de Olivenza fue toda una aventura. Y apretura. A tope. A derecha e izquierda. Los tiempos de antes. ¿La vida de ahora? Colgaba en taquilla el cartel de lleno de «no hay billetes» sin limitaciones. La foto de los buenos tiempos. Los cabreos de siempre.
Los embudos del infierno que dan la vuelta al reloj y cuando te quieres dar cuenta... mierda... será posible cómo ha podido ocurrir. Torea Morante y un cuarto de plaza está por entrar. Nadie lo entiende. Nadie se entiende, hace tiempo que nos pasa. Y no es por las mascarillas. Morante abre plaza en una temporada de contradicciones. Morante, que se condensa a sí mismo este año se expande y toreará las 100 corridas. No estalla un ole ni medio. Así es la vida. También ocurre. El toro sorprende. Por feo. Por alto. Por mal hecho. Y por sus pitones insignificantes. Y porque además no tiene celo ninguno en el engaño del de La Puebla. Ni celo ni ganas ni na de na. Con este Morante no se sabe. Sobre el manual de toda la vida esto hubiera sido una faena de minuto y medio; a día de hoy no apuesto. La imprevisibilidad de Morante es mágica. Vuelve a su formato de antaño y abrevia. Nada había que hacer.
Sobrero... Y fueron...
Fue sobrero el cuarto, del mismo hierro. Con el fuste justo, a media altura y un batallón de torería a cargo de Morante. Tan despacio todo, tan asentado e imprevisible que era un gusto. No hablamos de rotundidades ni perfecciones Morante es otra historia, ese trocito de jamón de la tierra que el sabor perdura en la boca como una explosión y no sala.
Estrechito de sienes y terciado fue el segundo, noble y repetidor. Un repetidor zalduendo que le tocó a El Juli. La faena del madrileño fue entusiasta, efusiva, de oficio, recursos y poco fina.
A un punto de rajarse siempre el quinto fue tras la muleta. Lo supo Juli, que se esperó en retenerlo, con más ajuste con la diestra que al natural, aunque la explosión final con el público llegó en los circulares de cierre de faena. De esos de supremacía que a la gente le encanta. La espada no fue contundente y la ilusión inicial se evaporó.
Emilio de Justo exprimió al tercero en una faena que contó con toreo de distinto calado. Prendió la mecha pronto, en la primera tanda, había la intención de hacer las cosas distintas, algo que se le parecía a la autenticidad más allá de la perfección. Y la intención de hacerlo todo desde el relajo. Romperse. Vinieron altibajos después, porque los muletazos iba de arriba a arriba y el embarque era mejor que el final, pero siempre había expectación por ver que venía después. La espada fue un borrón.
El sexto también fue para atrás. O para adelante. Ya no sabíamos. Dos volatines y una caída en el peto fue demasiado. Para el toro y para cualquiera. Al público de toros habría que venerarlo. No sólo apretaba el frío sino que hacía tiempo que habíamos perdido la sensibilidad de los pies en ese tetris obligado con el de abajo, el de arriba... y si eres valiente, !muévete! Con estas el sexto se tomó su tiempo para volver a corrales. Esperaba el concierto de Manuel Carrasco... cierto nerviosismo entre algún sector se vislumbraba hasta que de pronto el estridente capote de Morante, verde chillón, recuerden, lejos de espantar al toro le atrajo como un imán y nos salvó. Que viva Morante. Otro de zalduendo salió. Y en qué momento. Rajado y sin moverse. Emilio de Justo alargó lo inalargable.
Ficha del festejo
Olivenza (Badajoz). Se lidiaron toros de Zalduendo, dos como sobreros. El 1º, imposible; 2º, noblón; 3º, nobel y rajado; 4º, bis, va y viene, noble y sin humillar; 5º, noblón y 6º, rajado y sin clase. Lleno de «no hay billetes».
Morante de la Puebla, de caldera y azabache, estocada (silencio); pinchazo, estocada, descabello (saludos).
El Juli, de catafalco y oro, casi entera perpendicular (oreja); dos pinchazos, estocada, descabello (saludos).
Emilio de Justo, de azul y oro, dos pinchazos, estocada trasera (saludos); estocada caída (silencio).