
Efeméride
50 años de una tarde inmortal: Camino y Teruel a hombros en Madrid con Manzanares como testigo
El 22 de mayo de 1975, Las Ventas vivió una de sus grandes tardes. Hoy, con Paco Camino ya ausente, la memoria recobra fuerza: dos puertas grandes y un joven Manzanares aún por escribir su historia

El 22 de mayo de 1975 se celebró en Las Ventas la decimocuarta corrida de la Feria de San Isidro. Medio siglo después, la fecha resuena con aún más intensidad: ya sin Paco Camino entre nosotros —fallecido el pasado verano—, aquel día se recorta en la memoria colectiva como uno de los últimos capítulos de su magisterio en Madrid. Una tarde de cartel cerrado, con Camino, Ángel Teruel y José María Manzanares, y una plaza entregada desde el paseíllo.
La jornada comenzó con un minuto de silencio en recuerdo de Rodolfo Gaona, y acabó con Camino y Teruela hombros por la Puerta Grande, mientras Manzanares se despedía con ovación, dejando promesa escrita en la arena. Entre medias, una corrida remendada —con toros de Los Guateles, Salvador Domecq, Baltasar Ibán y Jaral de la Mira— y tres toreros que tejieron, cada uno a su modo, un capítulo distinto del toreo.
Paco Camino, en lo que sería una de sus últimas tardes cumbre en Madrid, regaló a los tendidos una faena de las que se quedan: la del cuarto toro. Manso y huidizo, el animal del Jaral encontró en la muleta de Camino una brújula precisa. Su temple ordenó el caos, y Madrid respondió con clamor. Dos orejas, estocada valiente y la plaza rendida. Hoy, a cincuenta años de aquella gesta, su memoria se enmarca con reverencia. Fue el triunfo de un artista que ya era leyenda en vida.
Ángel Teruel, figura emergente en aquel momento, demostró en su tierra madurez, inteligencia y estética. Toreó al natural con profundidad y mató con verdad. Una oreja en cada toro y el reconocimiento de su plaza. Con él, la generación intermedia del toreo se abría paso con peso propio.
Y José María Manzanares, entonces en los albores de su carrera, encontró un lote sin opciones, pero dejó destellos de su clase natural. Fue ovacionado por un público que ya intuía el torero grande que estaba por venir.
El cartel fue redondo, como pocas veces. Y así se vivió: con “No hay billetes”, con emoción, con esa sensación irrepetible de estar presenciando algo que no se olvidaría nunca. Medio siglo después, el recuerdo no ha perdido fuerza. Al contrario, ha ganado hondura.
Con la muerte de Paco Camino, el pasado año, la figura del torero de Camas ha vuelto a ocupar el centro del corazón del aficionado. Y qué mejor ocasión que este aniversario para rendirle tributo. Porque si hay una plaza donde Paco Camino fue mucho más que un torero, fue en Madrid. Y si hay una tarde que simboliza su arte tardío, su poso y su dominio, fue aquella de mayo del 75, compartiendo cartel con un Teruelmaduro y un Manzanares que todavía no sabía que acabaría siendo eterno.
Hoy, más que nunca, Paco Camino es pasado glorioso y presente vivo de la memoria taurina. Y Madrid, su testigo más fiel.
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