Feria de Abril

Chispazo de Emilio de Justo en la resaca de Ortega

Emilio corta un trofeo con el mejor lote y Marín da una vuelta al

ruedo en el sexto de la tarde en la Feria de Abril de Sevilla

Emilio de Justo en la faena al segundo
Emilio de Justo en la faena al segundo Agencia EFE

El resacón de Ortega recorría los ánimos de Sevilla, con más ladrillo en los tendidos que otras muchas tardes. Se preveía. En las emociones también. Lo primero que se comentaba era lo último que había pasado el día anterior. Esa despaciosidad de Juan que lo había llenado todo por tanto tiempo. Son las obras que perduran. Hay una sensación de vacío después de verlas que hay que gestionar, como haber llegado a una cima. ¿Y ahora qué? Que hacemos con el resto… el mundanal ruido.

A ese código perteneció el primer toro de Garcigrande y la faena de Cayetano. Ni fu ni fa el toro. Iba y venía con el fuelle justo, con los ánimos contados, intermitente la faena de Cayetano, que tampoco sumó para que aquello tuviera más continuidad. Y entonces Ordóñez puso fin y pasamos sin más gloria a otro acto.

Le fallaron las fuerzas al segundo, solo en los primeros tercios. Fue toro bueno después. Emilio de Justo dejó una faena punto larga, de búsqueda, de ir encontrando la distancia y sobre todo la colocación al toro para que el toreo le saliera más fluido. Así fueron las últimas tandas al natural, las más reunidas y bellas. Y con la estocada se volcó y hundió el acero con mucha verdad.

Ginés Marín se frustró con un tercero de poquísimas opciones. Su movilidad quedó en los dos o tres primeros muletazos. Después, en cuanto lo apretó, el toro no quiso y se paró. Alargó más de la cuenta para el poco material que había y lo intentó en las cercanías.

El cuarto fue una birria por dentro y por fuera. Queda claro que este año no queda nada del toro de Sevilla. Las manos de Cayetano tampoco ayudaron a que aquello pudiera evolucionar, así que la brevedad fue la mejor opción y que metiera la mano a la primera una alegría.

Triunfo

El quinto tenía la llave de la tarde. En todos los sentidos. Por la posible Puerta del Príncipe y porque el destino quiso que fuera toro bueno y lo cantara desde el principio. Las bondades las tuvo por el derecho, el zurdo tenía su miga. De Justo lo supo y de ahí que ligara la faena, centrado con el toro, aunque también con ese punto eléctrico que tiene en los cites y en su toreo. Probó al natural y cuando retomó la diestra al toro se le había acabado ese carbón. Se fue detrás de la espada, aunque se le cayera abajo y atrás. El toro tuvo veinte buenos.

El sexto fue otro toro sin expresión ninguna de cara. Podía ser Sevilla o cualquier otro lugar. Lo mismo daba. Ginés, que no tuvo ninguna opción con su primero, no tuvo mejor suerte. Anduvo a su aire el toro por el ruedo sin gobierno. De aquí para allá sin quedarse en ningún capote. Incómodos los banderilleros. Después Ginés lo exprimió por el derecho sacando agua de un pozo seco y pasó calvario por el zurdo, donde no tenía uno. Espadazo de Marín, que hizo un esfuerzo y dio una merecida vuelta al ruedo.

Quedaba clara que la resaca de Ortega era de las gordas. Más llevadera pensando en el 20A. Su regreso. El lote de la tarde se lo había llevado Emilio de Justo. Lo único salvable pero sin la sustancia como para olvidar.