El fuego de Roca Rey y lo impagable de Morante
El diestro corta dos orejas al buen sexto en una tarde de fallo a espadas en la tercera de la feria de Begoña de Gijón
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Después de la explosión Julista llegaba Morante y la esperanza de la pureza del toreo pero los astros juraron a la contra y pareció que solo nos concedieron el deseo de un día espléndido en Gijón. Soleado y temperatura envidiable para el resto de la península tal vez. Estaba la tarde para gozarlo. El toro barbeó de salida, rajado, huyendo, ajeno a la torería. ¿En serio qué pecado capital hemos cometido para merecer esto? Y el de La Puebla se estiró a la verónica, pero era un soplo de viento fresco que no se sostenía en el tiempo. Un imposible, un sí pero no, como la vida a veces. Una cruz en el camino. Lo mismo que le debió parecer al de Montalvo el tema del caballo y los señores que le quisieron poner banderillas. Los apretó, que para eso la cosa iba por dentro y ahí estaba su querencia clara. Morante, muleta en mano, buscó las vueltas al toro, amarrado al piso con la misma convicción que José Antonio se aploma a la arena para torear. No quiso empujar el de Montalvo detrás de la muleta y tras mostrarlo hubo que abreviar.
Delicatessen fue la faena al cuarto que, con perdón, le tocó un toro mierdoso de media arrancada y a la espera. Morante se creyó aquello del pan y los peces y muy cerquita del toro sacó agua de un pozo seco. Tenía mucha miga el animal, tardo y de corta arrancada, pero magia puso el sevillano en los remates, en la manera de comenzar las series, de rellenar la faena para que los vacíos del toro no nos calaran tanto. Logró llenar la escena y tocó todas las teclas, la última la media distancia a pies juntos por ver si la inercia salvaba la arrancada al toro y entre tanto había belleza y unas cantidades ingentes de torería.
Barbeó también de salida el segundo, pero se retuvo en la muleta de Manzanares en la que sacó nobleza y ritmo. El alicantino lo aprovechó a su manera, con muchas intermitencias, sin ajuste y una monotanda al natural, por donde el animal tenía muy buen aire.
Buena condición, pero ninguna fuerza tuvo el quinto. Se estiró con cierta belleza a la verónica José María Manzanares. Fue lo más bonito de la faena. El toro tuvo las fuerzas contenidas después y la faena consistió en pasar al toro. Sin más.
Si algo se sabía con el tercero es que tenía buena condición, otra cosa era averiguar hasta donde le iban a aguantar las fuerzas. Y así fue. Descolgó y repitió en la exigente muleta de Roca Rey que pronto se metió entre los pitones y el animal acabó por afligirse. El camino del peruano también estuvo claro en esa exhibición de poder para ponerse entre los pitones sin ningún reparo. Es insultante su valor.
Echó el resto con el sexto, que fue toro bueno, por embestir con entrega y codicia. El huracán Roca se ganó la simpatía primero en los pases cambiados por la espalda desde el centro del ruedo. Luego llegó la hora de torearlo, porque el Montalvo tenía su chispa, era guardián de la química de toreo. Esta vez en la distancia media y con los vuelos encadenó algunos derechazos. Después vino el recital de circulares, que tanto gusta a la gente, para poder quedarse en ese sitio que tanto le gusta a él y prende una llama arriba que huele a fuego. A veces incluso quema. El peruano salió a hombros, la puesta en escena de Morante sigue siendo impagable en estos tiempos.
Gijón (Asturias). Tercera de la feria. Se lidiaron toros de Montalvo. El 1º, deslucido; 2º, noblón y con ritmo; 3º, de buena condición y la fuerza justa; 4º, complicado, de corta arrancada; 5º, noble y de buena condición, pero sin fuerza; 6º, bravo . Lleno en los tendidos.
Morante de la Puebla, de grana y oro, estocada perpendicular, descabello (silencio); pinchazo, estocada, aviso, tres descabellos (saludos).
José María Manzanares, se corinto y oro, estocada (saludos); pinchazo, estocada (saludos).
Roca Rey, de catafalco y azabache, pinchazo, media (saludos); casi entera (dos orejas).