Corrida de Beneficencia en Las Ventas

Justicia divina con Adrián y Juampedro: Puertaza

Fernando sale a hombros en la Corrida de Beneficencia con un extraordinario toro de Juan Pedro Domecq en Las Ventas

Corrida de la beneficencia. Puerta grande de Fernando Adrián. © Jesús G. Feria.
Corrida de la beneficencia. Puerta grande de Fernando Adrián.© Jesús G. Feria.Jesus G. FeriaFotógrafos

En una saltillera el de Daniel Ruiz se volvió a llevar a Sebastián Castella por delante por la barriga. En esta misma plaza, su última tarde, el francés se fue de Madrid herido. Por su propio pie. Pero grave. Una de esas cosas que solo se entiende en el planeta de la tauromaquia. En esta ocasión Sebastián volvió a hacer como si nada, con la suerte de que no lo hirió. Brindó al Rey Felipe VI y comenzó la faena en el centro del ruedo. Todo lo que vino después tuvo interés. El toro pareció tener poca fuerza, pero lo que tuvo fue mucha calidad. El francés lo supo y quiso hacer las cosas bien, el toreo templado, que acabara por debajo de la pala del pitón. No salió todo, pero quiso hacerlo siempre despacio y con las yemas de los dedos. Un minuto de silencio se había guardado por la memoria de Iván Fandiño. El tiempo pasa, la memoria perdura. Seis años después. Madrid celebraba Beneficencia, aunque no lo pareciera, porque no hubo reventón. Hay que darle una vuelta a este planteamiento.

Emilio de Justo tuvo que coger el aire al segundo, porque el toro tenía mejor el embroque que el final y sobre todo al intentar la ligazón o rematar por arriba el animal se metía por dentro. De uno en uno fue la faena y el Juampedro acabó rajándose. El tercero no era toro para Madrid. Se protestó, más todavía cuando perdió las manos. Un despropósito. Fernando Adrián fue cogido, y feo, cuando empezó la faena de rodillas y era tan evidente que el toro no podía con su vida que aquello era mejor abreviar, a pesar de que Adrián se quiso justificar. El toro no se debió mantener en el ruedo, por dignidad del espectáculo. El toreo es otra cosa.

José Chacón se desmonteró con el cuarto y brindó Castella al cielo (suponemos que a la memoria de Iván Fandiño, que tantas tardes le vimos en esta misma plaza). Y la emoción llegó en ese mismo momento. En el vibrante comienzo de faena. Se puso después y el duelo se hizo visible. Exigió el animal, necesitaba precisión de cirujano para sacar la faena adelante. En su transmisión, que la tenía toda, también iba su desigualdad. No te lo regalaba, tras una embestida profunda podía venir otra en la que se iba a quedar. Interesante, todo. La faena de Sebastián tuvo esos mismos tintes, no volvió la cara , a pesar de que la labor no fue compacta, su solvencia resultó tremenda. Castella está en buen momento. Todo lo que se alargó en la faena, abrevió con la espada, yéndose muy derecho.

El sexto, gran reserva

Buena condición tuvo el quinto de Victoriano del Río, que era un toro fácilmente reconocible por sus hechuras y capa. El toro tenía muchas cosas buenas, aunque también reponía y le costaba despegarse del muletazo. Algo que incomodó a Emilio de Justo.

El sexto nos tenía reservada la faena de la tarde con el toro del festejo. El Juampedro fue toraco por dentro y por fuera. Divina la manera de embestir y también la de tratarlo de Fernando Adrián, porque quiso hacérselo siempre en un palmo de terreno y tirando del toro hacia dentro, hacia la verdad del toreo, relajado, disfrutando. Galopó «Secuestrador» como joya que fue tras la muleta del diestro, que lo gozó, sin perturbar su verticalidad. Midió la faena, que tuvo dos más. Se entregó de principio a fin y demostró que torero quiere ser y eso fue una fuerza que traspasó las fronteras y trepó por el tendido. Hundió el acero. Era justicia divina para ese pedazo toro de Juan Pedro Domecq, que el viento ya había robado sus bondades allá por San Isidro. Fernando se iba a hombros, por segunda vez consecutiva. La vida, a veces, es maravillosa.

Ficha del festejo

Las Ventas. Corrida de Beneficencia. Se lidiaron toros de Daniel Ruiz, 1º, 3º, y Juan Pedro Domecq y Victoriano del Río, 5º. El 1º, buen toro, con mucho ritmo y nobleza; 2º, complicadote y rajado; 3º, inválido; 4º, exigente; 5º, buena condición y pegajoso; 6º, muy bueno. Dos tercios de entrada.

Sebastián Castella, de azul marino y oro, pinchazo hondo, aviso, estocada (saludos); aviso, estocada (vuelta al ruedo)

Emilio de Justo, de malva y oro, estocada (silencio); pinchazo, estocada trasera (silencio)

Fernando Adrián, de azul marino y oro, estocada trasera y tendida, descabello (silencio); estocada (dos orejas).