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Curiosidades

¿Qué significa sacar un pañuelo rojo en una plaza de toros y qué implica?

No es habitual, pero ocurre en las plazas de toros que asomo por presidencia para ordenar lo que está pasando en el ruedo

Estos son los imponentes toros de Alcurrucén para este jueves en Las Ventas Alfredo ArévaloPlaza 1

El lenguaje de los pañuelos en la plaza de toros es tan antiguo como cargado de significado. En el palco presidencial, un simple gesto del presidente basta para cambiar el curso de la lidia y el ánimo de la plaza. Cada color tiene su función, su mensaje preciso, comprendido al instante por los aficionados.

El más habitual es el pañuelo blanco, con el que se marca el inicio de la lidia, se concede un trofeo o se ordena la salida del toro. El pañuelo verde devuelve un toro al corral cuando este presenta defectos físicos o no cumple con los mínimos exigidos para la lidia. El pañuelo azul premia la bravura excepcional de un toro con la vuelta al ruedo, y el pañuelo naranja, todavía más raro, permite el indulto del animal.

Luego está el pañuelo rojo que puede ordenar la colocación de banderillas negras a un toro que ha evidenciado una mansedumbre palmaria.

Este uso que levanta murmullos y tensión en los tendidos. Porque cuando el presidente ondea el pañuelo rojo como el toro queda oficialmente señalado como manso y la cuadrilla se enfrenta a uno de los momentos más ingratos de la lidia.

Qué significa la orden de banderillas negras

El uso de las banderillas negras se reserva para casos extremos. Si durante el tercio de varas el toro rehúye el caballo, escarba, se aquerencia, no embiste o simplemente no se deja picar, el presidente puede determinar que no ha sido posible medir su bravura en la suerte de varas.

Para compensar esta anomalía, y para que el animal no afronte en ventaja las siguientes suertes —ya que llegará al último tercio entero y sin haber recibido el castigo reglamentario en el caballo—, se ordena que se le coloque un par de banderillas negras.

Estas banderillas, más gruesas y de arponcillo mayor que las normales, son un castigo visual y físico: advierten al público y a los profesionales que el toro no ha superado la primera gran prueba de la lidia.

Un trago amargo para los peones

Cuando el presidente muestra el pañuelo rojo para ordenar las negras, los primeros que sienten la presión son los banderilleros. La suya es ya de por sí una suerte compleja, que exige temple y técnica. Pero colocar banderillas negras a un toro manso es uno de los mayores retos que puede afrontar un peón de a pie.

El toro que no ha querido acudir al caballo es, por definición, un animal huidizo, incierto, sin fijeza. No es fácil provocarle la arrancada, ni mucho menos cuadrarle en los terrenos adecuados. A menudo se mueve a impulsos, embiste a medias o busca las tablas. El banderillero debe tener nervios templados y gran conocimiento de la lidia para afrontar esta suerte con exposición.

Cada par colocado es un desafío, tanto técnico como emocional. Es una suerte que se vive con respeto al oficio. Y para el banderillero, es la hora de demostrar solvencia y profesionalidad ante una situación adversa.

Un gesto que marca al toro… y a la ganadería

El uso del pañuelo rojo para ordenar las negras es infrecuente en plazas de primera como Las Ventas, donde los presidentes son muy cautos antes de aplicar este castigo público. Porque más allá de lo que ocurra en el ruedo, el pañuelo rojo señala con dureza a la ganadería: queda en evidencia que ese toro, lejos de la bravura esperada, ha exhibido mansedumbre.

A pesar de ello ha habido toros mansos que han embestido en la muleta con mucha emoción y han permitido históricas faenas. Es la grandeza de la tauromaquia que tiene siempre la puerta abierta a la incertidumbre.