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San Isidro

Tomás Rufo se asoma (y pincha) la Puerta Grande con un gran "Alabardero"

El diestro falla con la espada la faena del sexto y Emilio de Justo corta una oreja con el otro toro bueno de la tarde en la Feria de San Isidro

Tomas Rufo Alberto R Roldán

Después de la infartada de Jiménez Fortes y el petardo de Alcurrucén llegaba Roca Rey. Y en Madrid eso supone muchas connotaciones, porque a las figuras en esta plaza se las mira con otro rasero. Ha ocurrido así de toda la vida. Decía el otro día Roca en una entrevista concedida a este medio que esta era la plaza de sus sueños, donde comenzó todo de novillero. Agradecía la exigencia por aquello de sacar lo mejor de uno. En la tarde de Roca fue Emilio de Justo quien tocó pelo y Tomás Rufo quien estuvo a punto de irse en hombros.

Abrió plaza y se las vio con un repetidor primero, que tenía mejor el embroque que el final (se revolvía con prontitud, pero transmitía). La faena del diestro, que quiso, no acabó de redondear. Había replicado a un quite de Roca por chicuelinas y no encontró rapidez con la espada.

El cuarto era el toro. El del triunfo. Uno de Victoriano bravo y repetidor, que te lo da con franqueza. Emilio de Justo lo supo, pero costó que la labor tomara la dimensión que alcanzó ya al final, cuando toreó al natural en una tanda, sin ayuda en la siguiente y en el cierre. El espadazo fulminante hizo el resto. El toro había sido… si esa fusión la hubiera encontrado desde el principio se hubiera llevado Madrid de calle. La oreja tuvo el peso.

Se justificó el segundo en el caballo y llegó a la muleta con mucha violencia. Intentó Roca ahormar ese derrote que pegaba el toro, pero la faena le iba quedando aliviada y la historia se fue desmoronando por momentos. El quinto no trajo mejores augurios, bajo de raza, rajado y con las fuerzas contenidas (tenía que haber vuelto a corrales). El Victoriano a contra estilo de Roca infló los desánimos. Brindó a Isabel Díaz Ayuso la faena, que se hizo larga.

Lote de De Justo

De verde hoja y oro Tomás. Azabache Fernando Sánchez, que le sopló un par espectacular y se desmonteró. Gloria. Apostó Rufo con ese tercero que iba a la muleta como un tormento. Ocurrieron cosas. En el comienzo de pronto el toro se ralentizó de manera extraña, Tomás de rodillas todavía, y no sabíamos en qué andábamos si el toro se paraba o qué, pero fue despacísimo. Se para el corazón ahí abajo. Ya en pie siguió la faena, listo el toledano, porque aprovechó las distancias, que esa era la inercia que tenía el animal. Luego le costaba y se defendía con menos entrega. A la tercera tanda se encogió el de Victoriano. Ya era otro. Había perdido la batalla y Tomás la explosión de la faena.

Sánchez lo bordó de nuevo y se le ovacionó junto a Sergio Blasco. Embistió tela el toro y Rufo lo gozó sabiendo que tenía la grandeza del toreo delante y eso hizo. Hubo un natural que de largo acabó en círculo, tremendo, de bonito, templado y con los vuelos hasta el final por abajo. Crujía Madrid al natural en ese torrente que era el toro y la zurda del torero. Los ayudados por bajo remataban una faena que tuvo la medida perfecta, mecido el corazón de Madrid, acompasando su triunfo a cada paso, en cada pase, mientras el toro viajaba hasta el infinito y más allá y del infinito volvía para sin levantar la cara emplearse de nuevo. Una delicia. De toro. «Alabardero» fue un gran ejemplar, que tuvo un gran torero delante. Puta espada.

Ficha del festejo

Las Ventas. Décimo segundo festejo de San Isidro. Se lidiaron toros de Victoriano del Río. El 1º, repetidor, encastadoy de corto recorrido; 2º, muy violento; 3º, muy a menos; 4º, bueno; 5º, desfondado; 6º, gran toro. Lleno de «No hay billetes».

Emilio de Justo, de berenjena y oro, cuatro pinchazos, aviso, descabello (silencio); estocada (oreja).

Roca Rey, de pistacho y oro, pinchazo, estocada (silencio); pinchazo, estocada, aviso, (silencio).

Tomás Rufo, de verde hoja y oro, cuatro pinchazos, descabello (silencio); tres pinchazos, estocada (vuelta).