San Isidro

¡Cuánta verdad! Jiménez Fortes no puede estar en casa

El diestro da una merecidísima vuelta al ruedo después de fallar con la espada dos emocionante faenas que eran de triunfo importante en la Feria de San Isidro

 El diestro Saúl Jiménez Fortes
El diestro Saúl Jiménez FortesAlfredo ArévaloPlaza 1

Madrid volvió a las corridas de toros antes de encaminar el tramo continuado de los «No hay billetes». Aguardaba en corrales la de Araúz de Robles y el primero manseó en el caballo y se agarró al piso para después ir a la muleta de Morenito de Aranda a la defensiva. Muy a regañadientes y sin entregarse nunca. El de Burgos se justificó con ese primer toro, que abría plaza, esfuerzo, con el que se pasó un punto de faena, dadas sus cualidades, y se puso pesadote para meterle la espada.

Jiménez Fortes regresaba a Madrid, pero volvía después de haberlo gozado/ bordado el Sábado de Gloria en Málaga. Aquella fue una tarde mágica porque el misterio del toreo tiene sus recónditos momentos y lugares para expresarse y aquel día fluyó en las manos de Saúl. El toro que saltó en Madrid en segundo lugar era otra historia. Fortes le quiso hacer las cosas despacio y bien desde el principio, obviando que el animal tenía la arrancada corta y austera desde la salida. La suavidad fue su reino. Inteligente y puro al natural, con la bamba de la muleta de uno en uno para arañar la media arrancada, porque lo mismo daba. Pero resulta que estuvo perfecto por torero, cadencioso, resolutivo, capaz, templado y mágico. Magia había que hacer para crear esa faena a ese toro, que era una birria. Multiplicó lo que tenía el de Araúz en un ejercicio de torería y belleza delante del ejemplar. También con la diestra y con medida del tiempo. Muy bonito. Preciosa la clausura. Torera. Tremenda facilidad. Enredo de muletazos que tenían todo con muy poco delante. Había desgranado un misterio que cuesta muchos años alcanzar y no se daba importancia. Pena de acero. Por justicia divina de tanto pasado esa espada debió entrar.

Estremecedora faena

Quedaba el quinto, que fue un ejemplar de 600 kilos y dos exagerados petacos. Lo que hizo Jiménez Fortes fue de otro planeta. Nos cortó la respiración con un carga de verdad delante del toro muy difícil de contemplar. Estas cosas no ocurren fuera de este redondel (y tampoco dentro). Por eso emocionó y nos convulsionó. Fue de otra galaxia. Un compromiso descomunal y esfuerzo titánico para tragar lo indecible en honor de un natural de ensueño, siempre en busca del toreo, con ese animal que medía, exigía, controlaba, radiografiaba cada arrancada. La entrega infinita. Estremecedor. Incluso el silencio implacable que Madrid tenía cuando se perfiló para entrar a matar y esa puñetera espada no entró. Pero Fortes había sembrado de su toreo cada poro de Madrid. Este torero no puede estar en casa. Lo mejor que hemos visto este San Isidro.

El lote de De Torres

Poca opción dio un tercero tan manso como rajado. Lo intentó Adrián de Torres, pero aquello era misión imposible. Sobrero fue el sexto de Castillejo de Huebra, que estaba parecido al que se había ido. Decir oportunidad a lo que tuvo Adrián es mucho decir.

Iván García se desmonteró con el cuarto de Morenito. Fue toro encastado y con mucho que torear, pero no lo podías perder de vista ni un momento. Eso sí, el animal cuando iba tenía una importancia estratosférica. La faena de Morenito tuvo altibajos, momentos de rotundidad. No hubo renuncia con el toro. Jiménez Fortes nos puso antes y después de vuelta. Esa emoción es muy eterna.