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Un hallazgo inédito, un ejército por descubrir

El descubrimiento de una valiosa colección de preciosos grabados nos acerca a la historia del cuerpo español de tiempos de Manuel Godoy
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Una de las fuentes primarias fundamentales para el estudio de la uniformología hispana son los llamados Estados Militares, que anualmente informaban de los mandos, regimientos y uniformes de nuestro ejército.
Una de las fuentes primarias fundamentales para el estudio de la uniformología hispana son los llamados Estados Militares, que anualmente informaban de los mandos, regimientos y uniformes de nuestro ejército, y que eran de dos clases: los de texto, editados entre 1768 y 1863 como anexo a la «Guía de Forasteros» –y que incluían tanto nuestro ejército de la Península como las tropas de Ultramar– y los ilustrados, realizados también anualmente, pero que consistían, cada uno de ellos, en un ejemplar único coloreado a mano para que el Rey conociese los cambios ocurridos en la uniformidad de sus ejércitos durante ese año. Hacia 1860 bastantes de estos álbumes seguían aún en la Biblioteca del Palacio Real, donde fueron consultados y citados repetidamente en sus obras por el Conde Clonard, pero casi todos ellos desaparecieron durante la Guerra Civil y hoy en día se halla allí tan solo el de 1758, conocido como «El Album de Taccoli», mientras que de todos los restantes tan solo tenemos localizados un par de docenas, dispersos y en muchos casos incompletos, en bibliotecas y colecciones tanto de Europa como de América, entre los que destacan los ocho reunidos en la Brown University (Providence, EEUU). Afortunadamente, pero muy de vez en cuando, nos llega la noticia del hallazgo de alguna de estas pequeñas joyas desaparecidas, como es el caso del que ahora nos ocupa.
Efectivamente, fue el británico Alan Perry, conocido diseñador de miniaturas y aficionado a los juegos de guerra, quien descubrió casualmente en una tienda de antigüedades un volumen con láminas de uniformes que, tras su posterior estudio por René Chartrand, resultó ser el Estado Militar de 1800. Comprobado su interés, éste contactó con Charles Esdaile, el mayor experto de ese país en el estudio del Ejército español de aquella época, y emprendieron juntos el estudio de este álbum, que gracias a Desperta Ferro ha culminado en este hermoso volumen de 176 páginas.
Godoy, no tan inepto
En su estudio previo Esdaile nos explica la situación de nuestro ejército, tras la Guerra del Rosellón (1793-1795), como aliado de Francia y en vísperas de la Guerra de las Naranjas (1802), el momento de mayor gloria de Manuel Godoy, el príncipe de la Paz, el cual, pese a sus humildes orígenes, resultó un buen organizador, mucho menos inepto de lo que la historia oficial nos ha venido haciendo creer, y todo ello aderezado con interesantes testimonios de testigos extranjeros desconocidos en nuestro país. Ciñéndonos al álbum, vemos que actualmente consta de setenta y ocho láminas que abarcan todas las unidades de nuestro ejército: Guardia Real (cuatro), infantería de línea (treinta y una), infantería ligera (cinco), suizos (cinco), caballería (doce), dragones (cuatro) y milicias (una) y cuerpos de seguridad (trece). Le faltan, para estar completo, otras veintiséis que afortunadamente han sido añadidas en esta edición en forma de apéndice, tomadas del estado del año 1797 existente en la Biblioteca Pública de Nueva York y que viene a ser gemelo del de 1800, salvo por algún pequeño detalle comentado en el texto y entre los que destaca la presencia de un galón blanco o amarillo en el canto de los bicornios de la infantería que sería anulado por la Real Orden de 28 de abril de 1798. En resumen, se trata de un hermoso volumen, imprescindible para todos los apasionados por la historia y la uniformología españolas en el periodo previo al inicio de nuestra Guerra de la Independencia.
Perteneciente al Cuerpo de Ingenieros, el Real Cuerpo de Cosmógrafos era uno de los componentes más inusuales de las fuerzas armadas españolas. En la Europa de la Ilustración hubo un interés enorme por el mundo físico y las ciencias naturales, y las mismas inquietudes se dieron en España. El impulso solía venir del Estado: en 1790, el Gobierno de Carlos IV se había encargado de construir un moderno observatorio en los jardines del palacio del Buen Retiro, en Madrid. Debido al fuerte interés de la Marina por la navegación, solo mediaba un paso para formar un instituto nacional de astronomía. Desde la creación del Cuerpo, en 1796, su labor consistió en investigar y desarrollar la astronomía, la formación de nuevos astrónomos y el estudio de las formas en las que la astronomía podría tener aplicaciones prácticas en campos como la navegación, la agricultura y la geografía. En cuanto al personal del cuerpo, consistía en un director (el propio Godoy), un vicedirector, 6 profesores, 4 suplentes y 12 aspirantes: todos ellos, excepto Godoy, eran miembros del cuerpo de ingenieros en comisión de servicio. El cuerpo se extinguió, por razones que no están claras, en 1804. En cualquier caso, España tiene cierto derecho a proclamar que fue el primer país del mundo en tener un programa espacial.
Para saber más
«El ejército de Godoy»
Desperta Ferro Ediciones
176 páginas,
24,95 €

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