Una España de teatros
España no es solo país de series. También es territorio amigo del teatro. Y no únicamente en verano, de la mano de los festivales, también en decenas de ciudades. Pero con una servidumbre pésima: su dependencia política
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España no es solo país de series. También es territorio amigo del teatro. Y no únicamente en verano, de la mano de los festivales, también en decenas de ciudades. Pero con una servidumbre pésima: su dependencia política.
El teatro, los actores, los directores, los técnicos... el mundo escénico en definitiva ha vivido en los últimos años una gran revolución. El mercado del espectáculo en vivo español ha vivido una profunda transformación desde la llegada de la democracia. Por una parte, la relevante inversión pública en la construcción y rehabilitación de teatros y auditorios –todas las ciudades y pueblos se han convertido en «escenarios» y cientos de ellos tienen temporadas de teatro–. No son pocos los ayuntamientos que realizan labores de apoyo a la producción, circulación y exhibición de espectáculos. La creación de espacios escénicos ha sido notable, desde el mínimo de 1.382 (año 2005) a un máximo de 1.621 (año 2011), hasta llegar a los 1.546 espacios escénicos estables que se han contabilizado por ejemplo en 2014. Por otra parte, en los últimos años se han multiplicado también las iniciativas en el sector de producción y distribución privado. En ese mismo año, el 2014, el 75% de los espacios escénicos eran de titularidad pública, mientras que en el año 2003 había sólo un 58%. Algo que tiene como contrapartida una excesiva sin duda dependencia política. El sistema escénico español se caracteriza lamentablemente por esa alta dependencia económica de los poderes públicos y por el papel determinante de los espacios teatrales mayoritariamente de titularidad gubernamental como intermediarios entre la producción privada y el consumidor final. No es baladí tampoco el dato de que las compañías de más de 50 trabajadores (2,55% del total) generan un 30% de los ingresos totales de las artes escénicas. Esto, con las cifras de ingresos y gastos a las vista, con los datos de la taquilla sobre la mesa, sólo cabe explicárselo por el apoyo de las instituciones, de las administraciones que riegan de fondos determinadas producciones y mantienen compañías y técnicos en distintos puntos de España. Punto y aparte son los festivales de teatro. Especialmente en estas fechas de verano. Motor de creatividad y de ingresos. Lo cierto es que en España, pese a las series omnipresentes, el teatro existe. Y está muy vivo. Tanto como su arte.