Una generación de directores estrella
Lo paradójico de la generación de los directores del «Nuevo Hollywood» es que llegaron a la meca del cine para luchar contra el «establishment» y acabaron convertidos en los nuevos lobos de Hollywood. Querían cambiarlo todo, siguiendo el modelo de la «nouvelle vague» y los grandes directores europeos, Bergman, Antonioni y Fellini, y en pocos años Spielberg, Ford Coppola y Scorsese se erigieron en megalómanos productores de sus propias películas en las que el influjo del cine de autor de Godard quedó metaforizado en la aparición de Truffaut como el profesor Lacombe en «Encuentros en la tercera fase» (1977).
Las columnas del crítico Andrew Sarris en el «Village Voice» profetizando la idea de que el director era el único autor de las películas dio al fin sus frutos. El terremoto que causaron estos novísimos directores fue mayor del que pensaron, porque el Hollywood clásico y el sistema de producción de los estudios hacía años que se estaba desmoronando y cuando aparecieron Arthur Penn y Dennis Hooper con sus melenas y su cine iconoclasta, repleto de sexo, drogas y una estética típica de la revolución contracultural «hippie», el sistema los recibió como a los nuevos mesías que venía a renovar la industria del cine. De repente, las piscinas de Beverly Hills se llenaron de melenudos fumando grifa. Una serie de títulos prestigiosos cambiaron el panorama cinematográfico con lo que comenzó a llamarse el «Nuevo Hollywood». En 1967 «Bonnie y Clyde» y «El graduado» fueron la avanzadilla, seguidas de «Easy Rider» (1969), «Cowboy de medianoche» (1969) y «El padrino» (1972), dirigidas por Francis Ford Coppola, Lucas, Bogdanovich, Kubrick, Woody Allen, Cassavetes y Altman, convertidos en superestrellas tan admiradas como los actores que desbancaron a las viejas estrellas. La segunda oleada de directores estrellas se conoce como los «movie brats», los niños mimados de la industria, jóvenes que se sentían cineastas, intelectuales dispuestos a cambiar radicalmente la industria con obras que pudieran competir artísticamente con las europeas. Martin Scorsese, John Milius, Terrence Malick, George Lucas y Steven Spielberg dirigieron sus películas más innovadoras antes de 1980, año que marca el final del sueño del «Nuevo Hollywood», al desbancarlos ejecutivos y productores.
Viejas estrellas como Rock Hudson y Doris Day quedaron eclipsadas por heterodoxos anti mitos como Al Pacino, Jack Nicholson, Robert de Niro, Richard Dreyfuss y Dustin Hoffman, junto a actrices como Jane Fonda, Faye Dunaway, Diane Keaton y Barbra Streisand, que impusieron una forma realista y desvergonzada de interpretar, preparados en la escuela neoyorquina del Actor’s Studio. Se rompieron viejos tabúes de la censura al derogarse en 1967 el Código Hays, lo que permitió representar de forma irreverente el sexo, las drogas, la homosexualidad y la política radical como lo hacía el cine europeo, abiertamente, rompiendo a su vez las constricciones formales del viejo Hollywood. Susan Sontag dijo de aquellos años que «ir al cine, reflexionar sobre el cine, hablar de cine, se volvió una pasión. El público ya no se enamoraba de los actores, sino del cine». A ello contribuyó Francis Ford Coppola, un director superestrella que cambió la concepción del cine con la saga de «El padrino» y «Apocalypse Now» (1979), obras esenciales de la historia del cine.