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Una sátira contra el delirio independentista

larazon

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El teatro María Guerrero estrena «Señor Ruiseñor», de Els Joglars, escrita y dirigida por Ramon Fontserè y basada en Santiago Rusiñol como contrapunto de la Cataluña separatista
antiago Rusiñol se encuentra pintando «La morfina», un cuadro muy significativo en su obra, ya que él fue adicto a esta droga a consecuencia de los fuertes dolores que sufría. Su efecto estupefaciente lo lleva a una serie de alucinaciones que sirven a Els Joglars para construir una mordaz crítica sobre la Cataluña actual frente a la culta, cosmopolita y cívica que él representa. «Señor Ruiseñor», con texto y dirección de Ramon Fontserè, es una sátira contra el nacionalismo catalán excluyente y separatista, contra la sinrazón y los mensajes racistas y supremacistas de algunos de sus dirigentes, que llega ahora al teatro María Guerrero.
«La pieza nace de nuestra admiración por su figura, sobre todo por lo que representa, por ser un referente», explica Fontserè, que lo define como «un hombre de la burguesía catalana de personalidad intensa y compleja, un ciudadano fantástico, con una vida alegre que inducía a la belleza, al buen gusto, abierto, nada sectario, amante de todo el territorio y –como dijo Pla– un destructor de fanáticos». Sin embargo, quien protagoniza la obra es Tomás, un jardinero jubilado, reubicado haciendo de Rusiñol en las visitas teatralizadas del museo dedicado a él. A medida que va entrando en el personaje, se va enamorando de su figura hasta el punto de saberlo todo sobre su vida.
Un mundo identitario
El conflicto surge cuando la Comisión asesora del Gobierno catalán decide transformarlo en el Museo de la Identidad Nacional. El jardinero defiende a Rusiñol y su época, frente al mundo identitario que sería la Cataluña actual. Para Fontserè, «Rusiñol representa la Cataluña tópica que tanto gustaba al resto de España, amable, abierta, solidaria, nada sectaria y abierta al mundo. La de los Pla, Amadeo Vives...». Contrapuesta a esa otra independentista, «que es una lacra para la sociedad catalana, un delirio, una chifladura. Ya no sé si es un tema exclusivamente psiquiátrico o una sinrazón dejada llevar por la emotividad –se pregunta–. Hay una oligarquía elitista que ha sabido promover este tipo de emociones para ellos mantenerse en el predominio». Y apostilla, «lo han hecho muy bien desde 1714, han ido trabajándolo, han sido constantes. Todo es aprovechado para configurar esta nueva patria, este delirio que excluye a media Cataluña, donde los que somos partidarios de la unión de los distintos, tenemos la posibilidad de ser destruidos».
Ante esto, «Els Joglars teníamos que decir algo –afirma–. Es una obligación de los artistas. La libertad de expresión no está para defender lo que nos gusta, sino para poner encima de un escenario lo que no nos gusta y reflexionar. El humor ácido e inteligente es el mejor antídoto contra los fanatismos. Rusiñol, que fue dramaturgo y humorista, satirizó en una obra la poesía adocenada y mistificada por la política y fue acusado de traidor. En eso también conectamos con él, que dijo: “Mi patria es esa patria del arte”, reivindicándolo como patria universal frente a las patrias identitarias o los territorios, porque, por encima de ellos, están las personas», concluye.

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