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Televisión

Una televisión que desaparece

El joven Chicho en presencia de Don Cicuta y Los Cicutillas, personajes del icónico «Un, dos, tres, responda otra vez»
El joven Chicho en presencia de Don Cicuta y Los Cicutillas, personajes del icónico «Un, dos, tres, responda otra vez»larazon

Al escribir sobre Chicho Ibáñez Serrador, mis primeras palabras tienen que ser como espectador. En mi memoria de infancia y adolescencia aún permanece la serie de ficción en blanco y negro «Historias para no dormir», con capítulos como «La garra» que te dejaban petrificado ante el televisor, con películas como «La residencia» que recuerdo contemplar sobrecogido en el cine de reestreno de mi barrio, y con programas de entretenimiento como el célebre «Un, dos, tres, responda otra vez» que marcó a generaciones enteras de telespectadores y que simboliza, como ningún otro programa, la televisión familiar que está desapareciendo. Si hablo de Chicho como profesional, tengo que significar su capacidad creativa y polivalencia, que le permitían tocar con éxito el entretenimiento, la ficción o el cine, introduciendo siempre nuevas narrativas y programas que trascendían la pantalla.Hace pocos años, en un curso que impartí sobre programas de humor y entretenimiento en la Universidad Internacional de Cataluña, quise dedicar una sesión a los programas creados por Chicho Ibáñez Serrador. En la preparación de las clases advertí enseguida que una sesión era totalmente insuficiente y documenté tres con visionados de fragmentos de programas incluidos. En el coloquio posterior a las clases, los alumnos me mostraban su asombro por la capacidad de Chicho para crear personajes, el humor para todos los públicos que impregnaba sus programas y el ritmo que mantenían sus espacios, pero lo que a mí me sorprendió fue la atención e identificación de unos estudiantes viendo unos programas que no habían conocido antes.

Semanas más tarde tuve la oportunidad de saludar a Chicho en la entrega de unos premios y le expliqué mi experiencia en la universidad con sus programas. Sonrió con complicidad y me apuntó: «Hice cosas que me gustaban y me divertían, pero siempre pensaba en los espectadores. Cuando hacemos televisión, tenemos que emocionar a los que ven nuestros programas».

Esa y muchas otras lecciones se pueden extraer siguiendo su carrera y sus múltiples propuestas en diversos géneros. Ahora, cuando vivimos una profunda y rápida transformación del panorama audiovisual, hacen falta muchos Chicho que sepan enriquecer los programas, las series de ficción y el cine que llegan a la audiencia a través de múltiples ventanas.

Chicho Ibáñez Serrador, maestro entre maestros, fue reconocido con todos los premios nacionales y muchos internacionales. Realizó gran parte de su carrera en TVE, que ha sido y será siempre su casa. La pérdida no es solo de TVE sino de la televisión española, de la televisión en español. Se nos ha ido la persona, pero su obra seguirá con nosotros, su sonrisa inteligente nos acompañará siempre. Muchas gracias, Chicho.