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Universal Caballé

Hizo suyo el globo entero, de un extremo a otro, pero sin perder jamás de vista sus orígenes humildes, la labor y dedicación de su madre
larazon

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Hizo suyo el globo entero, de un extremo a otro, pero sin perder jamás de vista sus orígenes humildes, la labor y dedicación de su madre.
Nacida en el barrio de Gràcia, Caballé, tan enorme, tan imposible de contener en estas cuatrocientas y pico palabras, abrió su voz a todo el planeta desde los escenarios de los cinco continentes. Fue la soprano, la española, que se convirtió en embajadora del arte lírico en todo el mundo. Hizo suyo el globo entero, de un extremo a otro, pero sin perder jamás de vista sus orígenes humildes, la labor y dedicación de su madre –quien le dio sus primeros estudios musicales–, teniendo a España en el horizonte y sin dejar de ser, faltaría más, catalana de cuna. Y con enorme orgullo. «Estoy muy feliz de haber nacido en Barcelona, de haberme casado con un aragonés, de que mi madre fuese de Valencia y mis hijos hayan estudiado en España», dijo en una entrevista, una frase memorable que resume perfectamente cuál era el sentir de la cantante.
No podemos poner en cuestión en un momento como éste de despedida su universalidad al crear enfrentamientos innecesarios y torpes entre quienes se la quieren apropiar enarbolando un lugar de nacimiento, como si a talentos como el suyo se los pudiera encerrar entre las barras amarillas y rojas de una estelada, pues su dimensión ya no es de este mundo. Se le queda corto.. No caigamos en esos errores clamorosos y de bulto, que no hacen a quien los comete sino un flaco favor. El nombre de Montserrat Caballé pertenece, y no ahora, que ya no está entre nosotros, sino desde hace mucho tiempo ya, a la Historia. Está junto a los más grandes con quien tanto cantó, vivió, lloró, rió y disfrutó. En 1956 la Ópera de Basilea se rindió a su talento. Vendrían después Bremen, el Liceo y su consagración en el Carnegie Hall con esa famosísima fórmula matemática que la unió eternamente a otras dos divas: Callas y Tebaldi. Su voz ha recorrido el planeta y los coliseos más punteros, con ese timbre de cristal del que tanto hemos hablado estos días.
Con esa garganta tan poderosa que hacía posible que alternara a Verdi con Richard Strauss, que fuera Violeta y Arabella. Española y catalana, pero sobre todo –y ante todo– una artista sin fronteras que enarboló el arte allá donde sus compromisos la llevaron, desde el Liceo que la vio crecer y triunfar año tras año, a Kazajistán, cuya ópera inauguró con honores en 2006. Hoy el mundo la llora. Y escucha. Eterna. Universal.