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"Utoya, 22 de julio", la escalofriante matanza de 77 jóvenes en tiempo real

El noruego Erik Poppe relata en una sola secuencia, en tiempo real y sin mostrar nunca al asesino, el calvario de las 77 víctimas para intentar huir de los disparos de Anders Breivik en la isla cercana a Oslo el verano de 2011.

Andrea Berntzen interpreta a Kaja, una chica de 18 años a través de la cual viviremos en tiempo real la tragedia de Utoya,
Andrea Berntzen interpreta a Kaja, una chica de 18 años a través de la cual viviremos en tiempo real la tragedia de Utoya,larazon

El noruego Erik Poppe relata en una sola secuencia, en tiempo real y sin mostrar nunca al asesino, el calvario de las 77 víctimas para intentar huir de los disparos de Anders Breivik en la isla cercana a Oslo el verano de 2011.

El 22 de julio de 2011, Oslo se sorprendió ante una fuerte explosión en el centro de la ciudad. Hasta 8 personas resultaron muertas por la fuerte carga explosiva y 209, heridas. Pero este era «solo» el mortífero aperitivo que el neonazi Anders Breivik tenía ideado para la mayor jornada de terror en suelo Noruego del siglo. Su desembarco en Utoya, un islote a 40 kilómetros al este de Oslo, armado con un rifle de alta precisión, sembró el caos durante 50 minutos entre los numerosos jóvenes del Partido Laborista que celebraraban un campamento en la zona. Aprovechando el desconcierto, Breivik tuvo casi una hora de vía libre. El cómputo global fueron 69 muertos y 110 heridos en Utoya.

A 8 años de aquella matanza, el cineasta noruego Erik Poppe ha querido filmar la literalidad de aquel suceso para lograr una experiencia inmersiva del horror, a través de un solo plano secuencia que va siguiendo a un grupo de chicos (y, en especial, a Kaja, de 18 años) en su vagar por la isla intentando huir del tiroteo indiscriminado de Breivik. Al igual que sucedió aquel terrible 22 de julio, el espectador nunca se topa con el asesino, desconoce su nombre y su figura. Se trata de huir junto a quienes intentaban salvar la vida, ser parte de ellos. Un planteamiento que nada tiene que ver con lo que hubiera hecho un filme americano: «Claro. Él quería ser famoso. Mi dilema era volver a contar la historia, pero de otra forma, y ¿cómo? Decidí hacerlo sin centrar la atención en él y por eso me olvidé de él. En la película no está en nombre ni en forma. Siempre es la misma receta, da igual cuál sea el país, España, Francia, Noruega... los medios de comunicación se centran en el asesino». Poppe solo cree en las víctimas, «y hacer eso, centrarme en ellos, hace que podamos sentir más su vulnerabilidad». La confusión de Kaja y sus amigos ante unos disparos que se producen aproximadamente cada 10 segundos, las carreras de los jóvenes laboristas, los gritos de los heridos... «Ellos se preguntan ''¿de verdad puede pasar esto?'', y nosotros nos lo preguntamos con ellos. Al principio creían que estaban atacando la isla varias personas, no una sola». Sus especulaciones forman parte de estos 93 minutos de cine, que se corresponden exactamente con el tiempo que va desde que los chicos fueron conscientes del atentado de Oslo hasta que la Policía desembarcó en Utoya y apresó a Breivik. Asegura Poppe que los jóvenes que lograron salvar la vida y los familiares de las víctimas han respondido con satisfacción ante esta película tan dura y para muchos prematura. «A ellos no les había gustado una cinta anterior (''22 de julio'', Paul Greengrass), pero sí esta. Respecto a Utoya, quien debe decidir son las víctimas. Ellas expresaron su apoyo a la película y querían estrenarla lo antes posible, porque esto es lo que está ocurriendo ahora. No acepto que desde el arte evitemos contar y mostrar esta historia. La pregunta es ¿quién debe decidir cómo luchamos contra esto? Siempre esperamos a que nadie se acuerde para contar una historia y entonces ya es demasiado tarde. Así es difícil aprender. Si no duele ver lo que pasó, es que entonces es demasiado tarde». Trabajar con un casting de actores amateur, menores de edad, y prepararlos para una cinta que transcurre en tiempo real y tiene un argumento tan dramático, fue un reto: «Los repetimos muchísimas veces, porque todo tenía que quedar atado». Además, señala el noruego, «tuvimos que prepararlos. Hubo que enseñarles y, por supuesto, no traumatizar a los actores no profesionales. Hicimos grupos con psicólogos y psiquiatras para apoyar a todo el equipo. Hay que tener en cuenta que los jóvenes que aparecen en la película tienen entre catorce y diecinueve años».

Utoya plantea numerosas preguntas sobre el futuro de Europa. Poppe cree que el arte debe ayudar a responderlas desde la vulnerabilidad que siente la sociedad ante este tipo de mazazos: «Europa está siendo muy negligente. Creo mucho en el arte y en lo importante que es que el arte se enfrente a esto. ¿Para qué tener arte si no podemos enfrentar estos retos? Diría que en Occidente estamos en estado de emergencia con el rebrote de los fascismos. El mundo está tan polarizado entre grupos, opiniones... y ese discurso del odio es tan nefasto y peligroso para nosotros. Es el discurso que los terroristas utilizan para justificar sus acciones. Y solo necesitan a una persona para que lo lleve a la práctica. Lo peor es que en Europa los políticos usan este discurso del odio, el mismo que usan los terroristas. Tenemos que darnos cuenta del peligro que conlleva eso y encontrar soluciones, comunicarnos con ellos, contrarrestarles con la palabra». «Utoya» se estrenó en el pasado Festival de Venecia y llega a España en las mismas fechas en que se produjo el atentado.