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Viaje mágico a las Galápagos, las islas encantadas

Un libro recoge las reflexiones que Darwin, el científico, y Herman Melville, el escritor, plasmaron de sus respectivos viajes a las Islas Galápagos
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Un libro recoge las reflexiones que Darwin, el científico, y Herman Melville, el escritor, plasmaron de sus respectivos viajes a las Islas Galápagos
Para la historia del mundo, estas pequeñas islas resultaron decisivas. Frente a la costa de Ecuador, las Islas Galápagos sirvieron de inspiración a dos grandes personalidades del siglo XIX: uno, científico autor de la Teoría del Evolucionismo, Charles Darwin. El otro, uno de los escritores más importantes de la historia: Herman Melville, autor de “Moby Dick”.
Los dos, sin embargo, impulsados por el mismo espíritu aventurero e idéntico ojo avizor. Un libro, “Las encantadas. Derivas por Galápagos” (Círculo de Tiza) recoge sus reflexiones en los viajes que realizaron por separado y en sus respectivas fases de aprendizaje, pero ya anticipan lo genios que llegarán a ser.
Carlos Jiménez Arribas, Francisco León y Francisco Ferrer Lerín, poetas y escritores, le ponen textos al gran misterio de la naturaleza a través de los dos genios.
"El archipiélago de las Galápagos" es un capítulo del cuaderno de bitácora del naturalista y "Las Encantadas" fue el título que Melville le dio a su propia narración de la experiencia de la visita. Pero en la cuidada edición que ahora se lanza, además de los textos de los genios todavía imberbes están las ilustraciones de la época, que incluyen a especies vistas por primera vez por el hombre, y acompañan la lectura en la mágica deriva del Archipiélago Encantado. De esta manera, el viaje literario y el científico confluyen en una sola fascinación por la naturaleza, que también se presenta en sus formas más terradoras, con la mágica presencia de un paisaje extraterrestre. Las delicadas descripciones de las distintas especies de pájaros, reptiles y peces, contrasta con el encantamiento de los arrecifes y acantilados.
Para Darwin, que llegó al archipiélago a bordo del mítico “Beagle”, las Galápagos eran un “mundo aparte”, un enclave que no parecía obedecer a las mismas condiciones y lógicas que la tierra firme. La misma sensación la experimentó Melville, que la describió como una “mágica desolación”.
"Nada invita menos a los sentidos que esta primera impresión", escribe el autor, que a lo largo de su narración describe la “negrura del paisaje”, la "superficie áspera y rugosa"del terreno, los "horrendos lechos de lava seca de los que emana un calor asfixiante”.
Las dos narraciones asombran por igual y son el reflejo de un tiempo en el que el hombre no era todavía una amenaza para la naturaleza, sino más bien al contrario. Hay, en ambos relatos, el comienzo, la intuición que será el punto de partida de dos de las más grandes obras del conocimiento humano. Fue en este decisivo rincón de la tierra, con apenas una década de diferencia, cuando sus dos genios empezaron su camino tan lejos de casa.