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Historia

Geografía mítica, o el viaje al más allá del héroe

Iberia fue el solar legendario en el que había monstruos y tesoros, y el lugar en el que un arquetipo de héroe se movía a su antojo por esos lares allende las columnas de Hércules

Las Columnas de Hércules fueron un elemento legendario ArchivoArchivo

«Entonces arribó nuestra nave a los confines del Océano de profundas corrientes», narra Homero en el canto XI de la «Odisea». Es la antesala del viaje al mundo de los muertos. «Fácil es la bajada al Averno; día y noche está abierta la puerta del negro Dite; pero retroceder y restituirse a las auras de la tierra, esto es lo arduo, esto es lo difícil –le vaticina la Sibila a Eneas antes de la bajada del héroe en la “Eneida”– pocos [...] pudieron lograrlo».

Este es otro gran motivo mítico relacionado con España: el del viaje de los pocos héroes que traspasan el final de esa última frontera, llegan al más allá y vuelven para contárnoslo. Si la mítica Iberia fue el solar legendario donde había monstruos y tesoros sin cuento, se atestigua en ella desde muy pronto un arquetipo de héroe que se mueve especialmente bien por esos lares de allende las columnas de Hércules. Tal es el héroe del Plus Ultra que, en todas las mitologías, acomete el definitivo viaje, el del más allá.

Descenso a los infiernos

La llamada «katabasis» o «descensus ad inferos»; la aventura definitiva del héroe en el paso al mundo especial, suele estar simbolizado por el cruce de una puerta, a veces relacionada con las aguas terrestres o subterráneas, que le desvelarán los caminos del más allá. Esta geografía mítica comienza con la llegada al lugar de paso, cuya entrada está casi siempre localizada, en la antigua mitología, en la tierra del sol poniente, la mítica Hesperia.

Piensen el fascinante paisaje geológico de las entradas predilectas al mundo de los muertos en lo antiguo: desde la zona del Río Tinto, en Andalucía, al lago Averno y los Campos Flegreos, en la zona de Campania, donde se cuenta que Eneas fue guiado por la Sibila de Cumas para preguntar sobre el destino de Roma. O más atrás aún en el tiempo, vean la geografía del viaje de Ulises –o más bien su invocación necromática–, bajo la sabia guía de la bruja Circe, en pos de la respuesta de Tiresias sobre cómo llegar finalmente a Ítaca, además de desvelarle una inquietante profecía sobre su destino final.

O aún más allá, recuerden el mítico viaje de «katábasis» que hace Gilgamesh en pos de la planta de la eterna juventud que, con la idea inicial de devolverle la vida a su entrañable amigo Enkidu, simboliza bien el tesoro de sabiduría que el héroe va a buscar al mundo de los muertos. Para llegar, hay monstruos, pasadizos, lugares estrechos, que abundan en los cuentos maravillosos o en los mitos de diversas latitudes, y que han de ser cruzados por este tipo de héroe que encarna bien el pasaje al mundo especial.

Qué duda cabe de que la puerta especial de la antigua Europa hacia el mundo extraordinario era la vieja España, concebida como fin del mundo al pie del Atlántico, desde Huelva a Coruña, desde los diversos pantanos, aguas subterráneas y grutas –la de Montesinos en el «Quijote» no es sino un homenaje cervantino a este viejo esquema mítico– hasta el insondable Atlántico, donde muchos héroes antiguos, míticos o no, desde el inefable Hércules al audaz Coleo de Samos, histórico navegante griego que bordeó nuestras costas, cruzaron los confines hacia el Plus Ultra.

Es un motivo antiguo pero a su vez lo retomarían los primeros descubridores, casi a modo de héroes mitológicos de la edad moderna. Y si empezábamos con la evocación de ese viejo «non plus ultra» que se transgrede con el paso al más allá de los héroes a través de las columnas de Hércules y seguimos el Plus Ultra de los navegantes como lema, cómo no terminar ahora con el grito de «¡ultreya!» como saludo medieval de los peregrinos a Santiago: «o camiño» esa especie de «ruta del héroe» que cristianiza un antiguo ciclo y lo perpetúa para siempre en nuestros lares, verá a peregrinos flamencos, alemanes o franceses, en su latín chapurreado con sus vernáculas lenguas, clamando ese viejo saludo para animarse a ir «¡siempre más allá!». Tal es el destino del héroe, como epítome del viaje de la humanidad, porque no otra cosa simboliza ese paso al mundo especial en las mitologías primordiales –uno de los arquetipos hispánicos de más larga tradición, prerromana, clásica, semítica o pagana o cristiana– sino la misión de cada uno de nosotros, lo que sigue ejerciendo aún hoy notable fascinación.

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