Mujeres desconocidas
Zoe Porfirogeneta: la tres veces emperatriz de Bizancio
Sin hijos pero con poder, se convirtió en la soberana que mantuvo su legitimidad durante más de dos décadas mediante alianzas matrimoniales estratégicas y en protagonista de una trayectoria tan apasionada como fascinante
La lista habitual de emperadores bizantinos que aparece en los manuales y textos históricos suele omitir a las mujeres que ostentaron el título de «Augusta» y que, como esposas, madres e incluso emperatrices, desempeñaron un papel activo en el gobierno del Imperio. Entre todas ellas, pocas figuras resultan tan fascinantes y controvertidas como Zoe Porfirogeneta o Zoë. Su sobrenombre, «Porfirogeneta», que significa «nacida en la púrpura», no solo aludía a su nacimiento en la cámara imperial alrededor del año 978, sino que también respaldaba su derecho al trono y reforzaba su autoridad como soberana. Zoe no accedió al poder hasta una edad avanzada, pero su astucia política y determinación le permitieron mantener su posición y navegar un camino complejo para ejercer el poder que por derecho le correspondía, a pesar de las inmensas presiones y conspiraciones palaciegas.
Su formación fue rigurosa, como correspondía a una princesa imperial. No solo dominaba el griego, sino también el elaborado ceremonial cortesano bizantino, donde cada gesto y palabra estaba cargado de significado político. Esta educación la preparó para su futuro papel, aunque tendría que esperar décadas para ejercerlo. Mientras su tío Basilio II, conocido como el «Matador de Búlgaros», gobernaba junto a su padre Constantino VIII, Zoe permaneció en segundo plano. Unn matrimonio planeado con el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Otón III nunca llegó a realizarse, por lo que Zoe pasó su juventud y madurez como princesa imperial sin mayores responsabilidades. Todo cambió cuando en 1025, tras la muerte de su tío, su padre ascendió al trono imperial. Al no tener hijos varones, Constantino VIII vio en sus hijas el único medio para perpetuar la dinastía macedónica.
En 1028, con Constantino VIII en su lecho de muerte y con 50 años de edad, Zoe fue casada con Romano Argyros, un aristócrata bizantino seleccionado como sucesor después de que su hermana Teodora, de inclinaciones ascéticas, rechazara el matrimonio. Al día siguiente de la muerte del emperador, Zoe y Romano III fueron proclamados gobernantes del imperio. El matrimonio resultó problemático desde el inicio. A pesar de la evidente imposibilidad biológica debido a su edad, Zoe fue sometida a diversas prácticas mágicas y supersticiosas con la esperanza de que concibiera un heredero. Mientras tanto, Romano buscó consuelo en otras mujeres. En 1034, el emperador apareció ahogado en una piscina del palacio, un suceso que rápidamente generó sospechas sobre la posible implicación de Zoe y su amante Miguel.
Con una rapidez que alimentó aún más rumores, Zoe contrajo matrimonio con Miguel ese mismo día, para preservar la estabilidad del trono. En un giro inusual del protocolo, fue ella quien coronó a su nuevo esposo como Miguel IV, invirtiendo la ceremonia tradicional y demostrando su autoridad dinástica. La reina coronó al rey Miguel IV. Pero éste la apartó en seguida. Es más, en 104, estando enfermo Miguel IV, Zoe fue obligada a adoptar al sobrino de este, quien ascendería como Miguel V. Esta decisión casi le cuesta el trono. Apenas instalado como emperador, Miguel V traicionó a su madre adoptiva exiliándola a un monasterio. Este acto provocó una insólita rebelión popular en Constantinopla, donde tanto hombres como mujeres se levantaron en defensa de la legítima emperatriz. La revuelta culminó con el derrocamiento de Miguel V y la instalación de Zoe junto a su hermana Teodora como cogobernantes.
Reinado complicado
Tras dos meses de gobierno conjunto, Zoe, siempre pragmática, contrajo matrimonio por tercera vez con Constantino Monómaco (seguramente obligada, de nuevo, por su cargo ya que era inconcebible que una emperatriz gobernase sin un rey a su lado), quien fue coronado como Constantino IX. Aunque oficialmente transfería el poder a su esposo, Zoe había aprendido la lección y continuó ejerciendo considerable influencia como heredera legítima de la dinastía macedónica hasta su muerte en 1050, a los 72 años. El reinado de Zoe coincidió con un periodo crítico para el Imperio romano de Oriente. Se produjeron las primeras incursiones turcas en Anatolia oriental y se evidenció el declive del poderoso ejército bizantino. Sin embargo, su principal logro fue preservar la continuidad dinástica en tiempos turbulentos, siendo la última representante efectiva de la casa macedonia que había gobernado Bizancio durante casi dos siglos.
La historiografía tradicional, influenciada por prejuicios de género, ha tendido a denigrar el papel de las emperatrices bizantinas, atribuyéndoles estereotipos negativos e influencias destructivas. Miguel Psellos, contemporáneo y cronista principal de la época, reconoce en sus escritos que, a pesar de sus logros, Zoe siempre estuvo limitada por la actitud negativa de senadores y cortesanos, reacios a aceptar el liderazgo femenino. No obstante, la pervivencia de Zoe en el poder durante más de dos décadas, su habilidad para sortear intrigas palaciegas y su capacidad para generar lealtad popular demuestran sus excepcionales dotes políticas. En la memoria colectiva bizantina quedó como «la única entre todas las mujeres que es libre».