Rally
El terrorismo echó al Dakar de África
La amenaza de Al Qaeda obligó a suspender en 2008 la XXX edición del raid, que nunca volvió al continente negro
Nadie imaginaba aquel 21 de enero de 2007, cuando los campeones recibían sus trofeos a orillas del despampanante lago rosa de Dakar, que el rally-raid más famoso del mundo no volvería jamás al continente africano. Pero aquella vigésima novena edición, en efecto, no sólo sería la única en dos años, también sería la última que se iba a disputar en el continente que daba sentido al espíritu de aventura de sus pioneros, encabezados por Thierry Sabine, el creador de la prueba muerto en un accidente de helicóptero en el Sáhara durante la carrera en 1986. Lo que no pudieron las tormentas de arena ni los salteadores beduinos lo consiguió el grupo terrorista AQMI, la rama de Al Qaeda en el Magreb.
El Dakar 2008 debía comenzar el 5 de enero en Lisboa, desde donde la caravana marcharía hasta Portimao y de ahí a Málaga, donde pilotos, vehículos y pertrechos embarcarían con rumbo a Nador, la ciudad marroquí vecina de Melilla. El recorrido, que discurría por territorio alauí hasta la frontera mauritana y desde allí a Senegal, había sido modificado para evitar las zonas de conflicto en Argelia, Libia, Mali y Chad, cuatro países desgarrados por los conflictos civiles y los atentados yihadistas, que se cebaban sobre todo con objetivos occidentales. El raid, centenares de posibles víctimas desperdigados por el desierto, constituía un blanco perfecto.
Los rumores de suspensión eran intensos desde el otoño, pero el director, Etienne Lavigne, confiaba en poder salvar esa trigésima edición con cambios en el trazado de algunas etapas, como había hecho en años anteriores contando siempre con información de primera mano de las fuerzas de seguridad y los servicios secretos de las potencias europeas. En la víspera de abandonar Lisboa con destino al Algarve, sin embargo, le pasaron la llamada que nunca habría querido recibir.
Bernard Kouchner, ministro de Asuntos Exteriores del primer gabinete de Nicolas Sarkozy, instó a Lavigne a anular la prueba, al no poder garantizar la seguridad de la caravana en los ocho días que tenía previstos pasar en Mauritania, donde un gobierno muy debilitado por la presión de AQMI mantenía tensas relaciones con Francia. La inteligencia gala tenía información fehaciente sobre las intenciones del grupo terrorista de atentar contra el raid y no serían las autoridades mauritanas las que garantizarían, tanto por su escasa capacidad como por su nula voluntad, la seguridad de los participantes: el 24 de diciembre, cuatro turistas franceses habían sido asesinados en Aleg, a 200 kilómetros de Nuakchot la capital del país.
«Creo que los organizadores han elegido la seguridad y saludo su valor. Sé que tomar una decisión así no era fácil, pero, honestamente, la prudencia recomendaba tener muy en cuenta los riesgos», declaró un aliviado Kouchner. Su homólogo mauritano, Babah Sidi Abdallah, protestó al decir que «ningún elemento nuevo puede justificar las preocupaciones expresadas por los organizadores. Hemos tomado todas las medidas para garantizar que el raid transcurra sin incidentes». Los tres mil soldados movilizados por Mauritania no bastaron para tranquilizar a Lavigne.
Como la tensión geopolítica de la región estaba destinada a agravarse, y el tiempo así lo confirmó, el Dakar se apresuró a buscar nuevos escenarios y poco más de un mes después de la cancelación, el 12 de febrero, la organización anunciaba que en 2009 se correría en Sudamérica, con salida y meta en Buenos Aires y un itinerario por las grandes extensiones de Argentina y Chile que no desmerecía el espíritu de Thierry Sabine. En el Cono Sur se disputaron once ediciones, ampliando sus fronteras a Paraguay, Bolivia y Perú, y se coronó dos veces Carlos Sainz –ahora es pertinente aclarar que es el padre del piloto de Fórmula Uno–, que logró su tercer título el año pasado, cuando los petrodólares atrajeron la carrera hasta Arabia Saudí. Allí no hay terrorismo yihadista que valga, claro.
✕
Accede a tu cuenta para comentar