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Liverpool-Real Madrid (0-0): El Madrid es una roca

El equipo de Zidane defendió el resultado de la ida y cegó al de Klopp. Partidazo de Nacho, Militao y Courtois para plantarse en las semifinales de la Champions

Sadio Mane, contra Valverde y Militao, en el Liverpool-Real Madrid de Champions
Sadio Mane, contra Valverde y Militao, en el Liverpool-Real Madrid de ChampionsJon Super

Si había que ganar, como sucedió en Valdebebas, se gana, pero si hay que sobrevivir, como había que hacer en Anfield, se hace. El Real Madrid de Zidane se pone con lo que sea y ya está en semifinales de la Champions. Jugó a tapar al Liverpool y lo hizo a la perfección, sin sus dos centrales titulares y con Militao y Nacho haciendo un partido soberbio, como Courtois, decisivo cuando tuvo que serlo. El belga llegó al conjunto blanco para encuentros como éste, para abrirse de manos y piernas y dar la impresión de que ocupa toda la portería, que puedes estar años acechando y no lo vas a conseguir. Los tres fueron los mejores del conjunto español y eso resume a la perfección el choque en Anfield. Fue un ejercicio de supervivencia, de un equipo al límite del agotamiento, pero con una vena competitiva que no tiene nadie o casi nadie en Europa. Cegó al trío, y al final cuarteto, del Liverpool y ya está en la recta final de la competición. Va a ser largo, se va a sufrir, pero la temporada empieza a sonar más que bien.

Fue un Madrid precavido todo el rato, sin perder la posición nunca. Defendiendo atrás, pero muy ordenado, tapando donde el rival era más peligroso, cerca del área. Un ejercicio defensivo ejemplar, colectivo para un grupo que no está acostumbrado hacerlo. Puede que hasta arriesgado, poque apenas buscó el área rival. Ni siquiera Vinicius lo intentó. No era el día para ser valiente, era el día para seguir vivos. El brasileño apenas encaró y cuando le llegaba la pelota lo que hacía era mirar para atrás y eso que va contra su naturaleza. No acabó el partido. Así está el Real Madrid: terminó el choque sin Vini, sin Asensio, pero también sin Kroos. Estaban fundidos de correr y de evitar el fútbol rival. La causa merecía la pena.

El Liverpool tuvo sus ocasiones y o se marcharon fuera o apareció Courtois, pero según pasaban los minutos dio la impresión de que en vez de la necesidad, de la urgencia por ganar, lo que le pudo al equipo de Klopp fue la desesperanza, como si se hubieran dado cuenta de que era imposible. Quizá porque sin la voz de Anfield, sin el calor, los jugadores de Klopp vieron que sí, que estaban caminan solos y sin provecho y no tuvieron ánimo suficiente; quizá fue que el agotamiento también les pasó factura. O quizá porque no pudieron con la defensa blanca yse fueron dando cuenta de que, sin poder correr, sin espacios, eran impotentes contra ese equipo tan bien plantado y solidario. Ese equipo, el Madrid, que bailó en la ida y fue una roca en la vuelta.

Y eso que desde el primer balón de juego, enseñaron sus armas los hombres de Klopp: una pelota arriba y todos a por ella. Buscó, sobre todo al principio a Mané, porque quería hacer temblar a Valverde, la media sorpresa en el once de Zidane. Acabó con un golpe tras el partido del Barcelona, pero estaba bien y entre Odriozola y él, Zidane le eligió, porque duda menos y porque le iba a dar más fortaleza atrás. Después sacó a Odriozola y Valverde terminó en el centro del campo.

En la primera jugada, Mané se fue con facilidad, pegado a la banda y eso podía haber hundido a cualquiera. No a Valverde, que es joven y tiene sangre uruguaya. Mané fue el que más se movió al principio, pero se fue cansando y acabó sustituido. Salah, en el otro lado, lo dejó por imposible: cada vez que tocaba la pelota, saltaba Nacho y le hacía imposible darse la vuelta. Y si no Nacho, Militao. Eran los defensas suplentes del equipo hace sólo un mes, ahora ya están al mismo nivel que Varane y que Ramos. Hay partidos que confirman a los futbolistas, que les hacen creer en todo su potencial y los dos del Liverpool lo han hecho con ellos.

No hubo manera de superarlos. No hubo ni agobio final por parte de un Liverpool que ha hecho del ritmo frenético su identidad. Les superó el rival, el Madrid y su identidad: ganar.