Juegos Olímpicos

Tenis de mesa

Álvaro Robles: a los Juegos Olímpicos con la fuerza mental de Nadal

Del mismo barrio que Carolina Marín y admirador del tenista y de Sergio Ramos, se ha clasificado para los Juegos en tenis de mesa dando una exhibición de cómo ser mejor en los momentos difíciles

Álvaro Robles, durante un partido del preolímpico en el que se clasificó para Tokio 2020
Álvaro Robles, durante un partido del preolímpico en el que se clasificó para Tokio 2020RFETMRFETM

Álvaro Robles logró el último punto ante el ruso Sidorenko en el partido decisivo del preolímpico y brincó, pero después miró de reojo el resultado, lo que despertó una sonrisa, desde la distancia, en el psicólogo Pablo del Río, que forma parte de su equipo de trabajo. “Hablé con él y me dijo: “Pablo, he estado tan concentrado que cuando he saltado me he vuelto para ver el marcador por si me había equivocado”, cuenta Del Río. “Y esa es muy buena señal”, añade. Las palabras que habían tenido dieron sus frutos.

El jugador onubense de tenis de mesa cumplió el objetivo de sacar billete para los Juegos de Tokio y atrás quedó la presión, de los últimos días y de mucho más. “La semana del preolímpico cada día me quedaba dormido más allá de las dos de la mañana. Lo combatí con un buen libro, “La bruma verde”, hasta que me entraba el sueño. La presión era tan grande que la cabeza iba por libre”, explica Álvaro. En realidad, la lucha por ser olímpico es la historia de un sueño que ha perseguido toda una vida y que ha podido cumplir. Ya lo pasó mal antes de la pandemia, cuando, en 2020, estaba en la misma situación que en 2021. “El confinamiento fue duro, pero también me ayudó para parar un poco y reflexionar porque estaba pasando un momento de mucha presión por las olimpiadas y no estaba sabiendo gestionarlo bien”, admite el deportista. Esos meses de encierro los pasó jugando en casa contra un robot que le mandaron que le tiraba bolas y bolas y le sirvió “para no perder el toque”. “El toque se pierde rápido, es un deporte tan milimétrico, que las sensaciones son muy importantes. No se te va a olvidar jugar en dos semanas, pero sí se pierde el feeling”, asegura.

Álvaro ha dado muchas vueltas hasta tocar la gloria en un deporte en el que tampoco tenía demasiados referentes. “Con 15 o 16 años tus amigos juegan al fútbol, pero bueno, al final siempre me inspiro en deportistas como Rafa Nadal, que para mí tiene la mejor cabeza de la historia del deporte, Sergio Ramos o Carolina Marín. Carolina, ahora más. Es del mismo barrio que yo, de pequeño no la conocía personalmente, pero sí que me la había cruzado muchas veces, y ahora cada vez que me la encuentro por la Blume podemos charlar un rato. En mi deporte también tengo referentes como Carlos Machado o Alfredo Carneros”, afirma. Empezó a jugar con nueve años en Huelva siguiendo los pasos de su hermano y se enganchó al hacer amigos, viajar... Fue campeón de España cadete y se marchó a un centro de tecnificación en Priego de Córdoba para mejorar.

Y de ahí a Madrid, a San Sebastián de los Reyes, donde aprendió “un poco más sobre la vida absoluta y sobre lo que conlleva el ser un profesional”. Su siguiente paso fue Alemania para “conocer el tenis de mesa internacional puro, absoluto y todo lo que conlleva irse fuera”. Parte de este viaje lo hizo en solitario. “He estado solo físicamente muchas veces: viajes, esperas, estaciones de trenes, hoteles... Por suerte, conforme han ido pasando los años y saliendo los resultados el apoyo ha sido mayor y la Federación ha acompañado mucho”, describe. Su viaje a Alemania también le creó una personalidad. “Tiene una mentalidad muy alemana, a veces exagerada, en cuanto a orden, disciplina, y eso le va bien, pero él estuvo tiempo allí como sparring y eso le hacía tener demasiado respeto por los adversarios y hemos tenido que ir ganando en confianza. Cuando él fue reconociéndose a sí mismo, diciendo cómo se siente y no cómo lo ven los demás, ha subido su nivel y le ha hecho crecer”, cuenta su psicólogo.

Las dudas llegaron hasta el último momento antes del preolímpico, momento en el que la gran forma en la que estaba Álvaro parecía un problema. “Le decía: “No puedes pensar: “Estoy fenomenal, ahora no puedo perder”. Pues claro que sí, si no haces lo que tienes que hacer. Hemos intentado desdramatizar la derrota”, prosigue De Río. Con la pala en la mano el miedo se combatió porque estaba trabajado: en las sesiones y en los entrenamientos se centraron en visualizar y jugar sobre situaciones adversas, para saber cómo reaccionar cuando llegaran. Y tuvo unas cuantas, como en el primer partido, en el que iba ganando tres sets a cero y perdió 4-3. O en la final, con cinco pelotas definitivas en contra. “Él sabía que tenía que estar pensando en el rendimiento, la estrategia, olvidándose del marcador, pero eso es muy difícil”, insiste Del Río. Nadie hace eso, centrarse en el punto a punto, mejor que Nadal, pero Álvaro estuvo a la altura. Es complicado dar de lado el resultado porque es lo que marca la línea entre la satisfacción y la decepción. “Estamos contentos y felices, pero si una bolita se queda a este lado de la red, el trabajo es el mismo, pero la sensación hubiera sido de frustración. El resultado bendice tu trabajo”, afirma el psicólogo. La bola entró y Álvaro puede gritar que es olímpico: “Llevaba persiguiéndolo tanto tiempo que, bueno, al final la frase ya me la imaginaba en mi cabeza, pero hasta que no ocurre no te lo acabas de creer”, dice Álvaro.

Y después de Tokio, será papá

Álvaro Robles cumplió 30 años poco después de clasificarse para los Juegos. Y poco después de participar en Tokio, le espera otra gran noticia: va a ser papá. «Estamos muy contentos y es una experiencia nueva que estamos viviendo con mucha felicidad. Es niña, nos lo dijeron hace poco», desvela. Con una vida en la actualidad entre Madrid y Alemania, admite que combinar deporte y familia no siempre es fácil: «Mi pareja y yo llevamos 10 años juntos y hemos necesitado nuestro tiempo para aprender que cada uno tiene su profesión y en este caso la mía es así, con lo que conlleva, lo bueno y lo malo. Pero todo es mucha comunicación y paciencia».