Atletismo
Yulimar Rojas se cuelga su tercer oro Mundial consecutivo, aunque sin récord del mundo
La venezolana, gran estrella del atletismo, llegó a los 15,47, la quinta mejor marca de la historia, más de medio metro por encima de la plata
Es tan buena Yulimar Rojas en triple salto que la mayoría de las veces le sobran cinco de sus seis intentos para saber que va a ser campeona. Esta vez, la venezolana no tuvo un buen primer salto, o no lo tuvo extraordinario para lo que es ella, y la jamaicana Shanieka Ricketts mandó durante unos minutos en la prueba. Pocos, la verdad. A la segunda, Yulimar ya fue más ella misma y con 15,47 puso el “The end” al concurso, en lo que a la pelea por el oro se refiere. Así ganó en Eugene su tercer título Mundial consecutivo, y aunque no pudo batir el récord del mundo que, claro, tiene ella misma con 15,67, logrados en los pasados Juegos de Tokio, su registro es el quinto mejor de la historia. Sacó más de medio metro a la plata, Ricketts (14,89), y otro bocado todavía más grande a la estadounidense Tori Franklin (14,72), que se colgó el bronce.
Yulimar es una estrella indiscutible del atletismo y cada vez que compite es un show. Saber de antemano que va a ganar podría restar emoción al triple salto, pero con ella siempre se espera que pueda suceder algo mágico. Cuando llega su turno, reclama la atención y hay que escuchar lo que dice, o interpretarlo, porque aunque sus palabras sean un grito o un: “Venga, va”; todo eso significa: “Si lo hago bien puedo superar el récord del mundo. Atentos”. Con ese segundo vuelo de 15,47 ya lo tenía, y abrió los brazos, subiéndolos y bajándolos, y levantó las rodillas. Le gustó lo que vio y así lo comentó con Iván Pedroso, su entrenador en Guadalajara, su mentor, el mito, que siempre está en la grada para darle el consejo que le haga falta. Es así cada vez, el espectáculo: “¡No me voy a quejar ahora!”, decía antes de su tercer intento, que también se fue por encima de 15 metros, pero en esta ocasión no le convenció porque el segundo paso había sido demasiado largo y se quedó sin fuerza para el impulso definitivo. Su ritual incluye el grito, el “va”, pedir los aplausos del público, lamerse los dedos un poco, dibujar lo que va a hacer con las manos y empezar a correr. No encontró otro salto mágico y no pudo superar su plusmarca mundial, pero se fue contenta con su oro.
A Eugene había llegado algo tocada por unos problemas en el psoas. En un principio hasta se le pasó por la cabeza doblar y hacer también longitud, pero entre la lesión y que no le dejaban hacerlo porque la marca mínima la logró con unas zapatillas ilegales para la Federación Internacional, desistió. Le queda pendiente para futuros campeonatos mientras sigue extendiendo su reinado en el triple.
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