Opinión
Bahamontes, del "ni Coppi sube como él" al helado en el Col d'Aubisque
El anecdotario de la fabulosa vida del "Águila de Toledo" es interminable
Algo de impostura hubo siempre en la vida de Federico Martín Bahamontes, que se llamaba Alejandro… pero el empeño de su tío en que su sobrino llevase su mismo nombre terminó por rebautizarlo como "Fede". El anecdotario de la fabulosa vida del "Águila de Toledo" es feraz, con algunas historias apócrifas, aunque deliciosas, como ese helado que se tomó en la cima del Col d’Aubisque esperando al pelotón. La más jugosa, quizá, data de su primer Tour, en 1954, cuando el equipo francés -se corría por selecciones nacionales- vigilaba advertido a un escalador español llamado Federico y dejó escapar en el Peyresourde a un gregario que llevaba escrito su nombre en la gorra: Alejandro. Cuando Louison Bobet quiso ir a por él, ya era demasiado tarde.
En su debut, ganó por primera vez el Gran Premio de la Montaña, aunque no brilló en la general por sus malos descensos -se cuenta también que llegó prácticamente descalzo muchas veces a meta por su manía de frenar con los pies en las bajadas- y una vehemencia excesiva que lo llevaba a malgastar fuerzas con ataques insensatos. En su primer Giro, lo ciclistas locales lo increpaban cuando daba uno de sus formidables hachazos a más de cien kilómetros de meta. "¿Dove vai, cretino? Ci fai morire a tutti" (algo así como "¿Dónde vas idiota? Nos vas a matar a todos"). La prensa gala los motejó enseguida Don Quijote, por su ascendencia manchega y su figura estilizada (1,74 de estatura para 61-62 kilos que era su peso en forma) y al ciclista toledano lo abandonó para siempre el apodo de "Lechugas", heredado por la tradición hortelana de su familia y "L’Équipe" sentenció: "Ni Coppi sube como él".
Fue precisamente el "Campionissimo" italiano quien pilotó su gran triunfo, la clasificación general del Tour de 1959, que acabó un 18 de julio (¡nada menos!) coronando por primera vez a un español. Fausto Coppi, en un copioso almuerzo en Toledo al que también asistió el ciclista francés Raphaël Geminiani, lo convenció para que fichase por el Tricofilina, el equipo comercial que había montado, y se comprometió a ayudarlo tácticamente en la ronda gala… con el permiso a regañadientes del seleccionador nacional, Dalmacio Langarica.
Ganó Fede/Alejandro el Tour y se retiró con seis títulos del Gran Premio de la Montaña, los mismos que consiguió el belga Lucien Van Impe y uno menos de los que acumula el francés Richard Virenque, bien es cierto que en una época en la que el maillot de lunares había perdido importancia. Con ocasión de la centésima edición de la Grande Boucle, "L’Équipe" lo distinguió como el mejor escalador del siglo por delante de Virenque. “Este premio es merecido, pero no estoy de acuerdo con que el segundo puesto no sea para (el luxemburgués) Charly Gaul... Primero, Bahamontes; segundo, Gaul. Después sí hay tres o cuatro de los que sí se puede empezar a discutir. Pero Virenque no me llega ni a la suela de los zapatos; si él es escalador, yo soy Napoleón". Los toreros, los boxeadores… y las águilas de Toledo no tienen por qué ser humildes.
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