Real Madrid
Benzema vuelve al Calderón
Casi un año después de su regate ante el Atlético, vuelve a ser decisivo para alcanzar la final.
Casi un año después de su regate ante el Atlético, vuelve a ser decisivo para alcanzar la final.
Un año menos nueve días habían pasado desde aquel regate sobre la línea de fondo del Vicente Calderón. También eran las semifinales de la Liga de Campeones y también Benzema fue decisivo. Aquella jugada que acabó en el gol de Isco y detenía la remontada del Atlético quedará para siempre en la memoria del último partido europeo disputado en el Manzanares, pero también era hasta ayer la última acción de mérito del delantero en la Champions. «Lleva mucho tiempo viviendo de aquella jugada», repetían los más críticos con un futbolista al que Zidane ha defendido más que a ningún otro. «Me alegro por él. Esperaba eso, marcar. Hizo dos y nos ha dado la posibilidad de clasificarnos. Ha sido complicado este tiempo sin anotar, pero siempre trabaja y no baja los brazos. Los compañeros y la afición le han mostrado su cariño», explicaba su técnico. Reñido con el gol como pocas veces en su carrera, todos sus remates se encontraban con un rival o con el larguero. Ni los días menos exigentes conseguía darse un atracón de esos que permiten recuperar confianza. La del técnico la ha tenido siempre, pero a él le faltaba incluso la propia, metido en un bucle del que no podía salir.
En otro momento, sin ir más lejos la temporada pasada, habría visitado más el banquillo para dejar su sitio al segundo delantero, pero Borja Mayoral no es el Morata del curso anterior y eso ha salvado de más suplencias al punta galo en el que durante algunas semanas sólo tenía fe Zidane. «A los que nos gusta el buen fútbol, nos gusta Karim», decía Zizou, que destacaba todas esas cosas que ofrece Benzema y que no son goles. Su condición de delantero con alma de mediapunta es muy valorada por el técnico blanco, convencido de que el equipo y el resto de atacantes juegan más cómodos y mejor si él está sobre el césped. Ayer, en 72 minutos, duplicó su saldo goleador en esta Champions y cambió la opinión que gran parte del estadio tenía sobre él. Los pitos de otros días se convirtieron en aplausos cuando fue sustituido y, por primera vez en mucho tiempo, se vio algo de rabia y amor propio en su fútbol y en sus celebraciones. Se golpeó el pecho y el escudo en el primer gol, en un gesto con algo de reivindicativo y de alivio a partes iguales. Su actuación estuvo a la altura de la talla de futbolista que es. Como en sus mejores noches, mezcló la puntería con su capacidad para asociarse.
El 1-1 de ayer, un cabezazo a la espalda de Alaba, que le perdió la marca, era su primer tanto en juego desde el 18 de febrero, porque los dos últimos los había conseguido de penalti. Los de ayer fueron de verdad y le transportaron otra vez al Vicente Calderón. Al día de aquel regate, en el que como ayer, fue decisivo camino de otra final.
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