Boxeo

Campeones contra el bullying

Ardy retiene el título nacional de Supergallo

Velada de boxeo en el Casino de Madrid de Torrelodones
Velada de boxeo en el Casino de Madrid de Torrelodoneslarazon

Ardy retiene el título nacional de Supergallo.

La toalla voló desde la esquina de la serbia Valentina Keri en el tercer asalto y el speaker anunció el nombre de la ganadora: Miriam “La Guarra” Gutiérrez. No tuvo demasiados problemas la española para ganar, pero este duelo en la sala Mandalay del Casino Gran Madrid iba más allá. Era una pelea contra el “bullying”. Por eso Miriam dejó de ser “La Reina” por un día para concienciar a la sociedad contra el acoso escolar. Igual que Cristian Vélez cambió su apodo de “Mini Tyson” por un día. Pero no pudo aguantar en pie ante la potencia de los puños de Rubén Rodríguez, que lo tumbó en el tercero y retuvo el título de campeón de Madrid.

“Demostrando que ningún insulto está por encima de la grandeza que todos llevamos dentro mantiene el título de campeón Álvaro “Puto Friki” Rodríguez”, decía el mismo speaker cuando concluía el campeonato de España de los supergallos. Álvaro es Ardy, el campeón, que sufrió e hizo sufrir a su esquina, como es costumbre. Pelea con la guardia baja y la mirada desafiante. A la primera mano de su rival, Felipe Castro, se puso a bailar. Con las siguientes no le quedaron tantas ganas para bromear. Lo tiró en el quinto, con una contra que hizo que le temblaran las piernas. A esas alturas del combate ya estaba pegado a la esquina Eric Pambani, su compañero de entrenamientos en La Escuela de Boxeo. Jero, su preparador, le decía desde el rincón cómo tenía que moverse, cómo tenía que pegar. Eric le apelaba al corazón, por sus hijas, por su mujer, por su vida. Ardy es un boxeador, pero es más un artista. Entiende cada combate como una representación, empezando por el vestuario, unos calzones enormes que no para de ajustarse y en el que cabrían un par de campeones de España de los supergallos, y terminando por el peinado, unas rastas que no desentonan con sus tatuajes.
Pero Ardy también sabe boxear, cortar el aire a sus rivales y agotarlos físicamente. Lo suyo es una carrera de resistencia. Confía en sus piernas y en sus puños. Arriesga y no se amilana por los golpes que recibe. Al contrario que otros púgiles, encuentra en cada mano que le entra un motivo para irse hacia delante. En su caída no esperó ni a que el árbitro empezara la cuenta para levantarse, empujado por sus ganas y por los ánimos de Jero desde la esquina. Mirándolo a la cara, parecía que hasta le molestaba la cuenta del árbitro, quería vengar ya la ofensa del contrario.

Y lo logró con algunas de las virtudes más escasas en el cuadrilátero, paciencia, amagar, esquivar, mantener la distancia y meter los nudillos en el momento apropiado, provocando siempre el fallo del rival. Felipe Castro, un púgil de figura elegante, fina, aguantó el envite con mucho mérito, con valor y con osadía. Se lo puso muy difícil, aguantó el tipo. No hay que olvidar nunca que un buen combate se hace siempre con un gran adversario. Y él lo fue hasta el final.

En su caída, Ardi comenzó a ganar el combate. En el siguiente asalto, el sexto, todavía le temblaban las piernas. “Ponle en las cuerdas”, le gritaban a Felipe desde su rincón. Pero Ardy se recuperó, esquivó las estrategias de Felipe como si fueran balas y con cada error de su adversario su ánimo cobraba alas. Empezó a respirar optimismo y soltar “hooks”. Las cuentas de los jueces comenzaron a darse la vuelta. Suyo fue el séptimo, igual que el octavo y el noveno, hasta que en el décimo consiguió que a su rival le faltara el aire, al que llegaba ya con una costilla rota. El título de España seguía siendo suyo, aunque él quiso repartirlo con todos, con su entrenador, con sus compañeros de gimnasio, con el barrio. Pero suyos eran el hambre y las ganas de conservar el cinturón.