Selección Española
Iker, protagonista... ante las cámaras
Hace cuatro años, Casillas culminaba una buena Eurocopa personal y colectiva tras vencer 4-0 a Italia en la final de Kiev. Todos recordamos cómo pedía al árbitro, con todo resuelto, que pitara el final y no prolongara por «respeto al rival, a Italia». Fue su último momento de felicidad en el fútbol. Pocos meses después, era suplente en Málaga y comenzaba su abrupto declive. Después, en el Mundial de Brasil, dos malas actuaciones (ante Holanda, calamitosa) forzaron a Vicente del Bosque a hablar por primera vez de la «transición dulce» en la portería. Y en esta Eurocopa, se ejecutó.
Objeto de bromas
Tan mal se veía que Iker Casillas se ofreció a ir como suplente a Francia. Y ha llevado bien ese papel, al menos públicamente ante unas cámaras que le han perseguido. Porque en los entrenamientos nunca se le ha visto emplearse a fondo. No ha abierto la boca, es cierto. Ni para bien ni para mal. Al contrario que otros, como Pedro, ha estado discreto. Sí hablaba en las horas muertas de la concentración, intentando aconsejar a los menos experimentados. A Nolito le dijo que marcaría y el andaluz corrió a dedicarle su gol ante Turquía en un abrazo que fue una de las imágenes del partido. Pero poco más. Porque muchos, incluso dentro del equipo, no le han tomado en serio. En los rondos, hacerle caños a Iker se convirtió en el pasatiempo de algunos que, cuando huelen debilidad, no perdonan. Incluso Piqué, siempre haciendo bromas donde más duele, le gritó «por fin paras una» tras una buena intervención.
La filtración
Iker nunca tuvo fe en jugar desde que se llevó el palo de verse suplente ante la República Checa en el primer partido. Porque aquel día sí esperaba que, tras el «caso De Gea» y el apoyo que siempre le mostró Del Bosque, que no le dijo nunca si jugaría o no, poder saltar al césped como titular. Dejó de luchar. De hecho, el día de Croacia, podía haber sido suya la portería. Ochotorena le preguntó si estaba para jugar y se filtró que sería de la partida, aunque, misteriosamente, no hubo cambios en el once.
¿En segundo plano?
En esta Eurocopa, ha celebrado los goles como nunca, al menos de cara a la galería. Especialmente el de Piqué. Muchos madridistas se acordaron del aquel gol decisivo ante el City en Champions cuando ni levantó los brazos ni festejó. Casillas sí se sintió en casa en la Selección, algo que no ha conseguido en el Oporto ni en sus últimas temporadas en el Madrid. Saborea lo que, sabe, son sus últimas internacionalidades. Y lo ha hecho en un aparente segundo plano, pero sabiéndose centro de todos los focos. Se vio también ayer, cuando decidió vivir el que puede haber sido su último partido con España, al margen de sus compañeros, de pie fuera del banquillo, con rostro compungido y, de nuevo, ante la atenta mirada de todas las cámaras.
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