Fútbol
Los argentinos no somos así
¿Somos así? Yo digo no. Estamos así, que es distinto. El fútbol proporciona un refugio a una sociedad que sufre. Le sirve para cicatrizar todas sus frustraciones. Con estos mimbres creemos, equivocadamente, que nadie nos observa y que nuestra manera de vivir el fútbol nos hace únicos, los mejores. Que nuestra pasión no tiene límites y nos da permiso y bula para cualquier desmán. Hemos perdido los valores, con mayúsculas, y hemos ganado en terror, en manos de unos agitadores que son los únicos perdedores en un país que quiere arrancar de una vez hacia el futuro.
Incapaces de disfrutar Si no hay líderes ni norte, sólo corriendo de manera desmesurada detrás de un balón, no se puede. No somos capaces ni siquiera de disfrutar del juego, no nos vale nada. Solamente sembrar el pánico sin saber a quien está dirigido: si al rival, al mismo amigo o quizás al portador del mismo sentimiento. ¡Qué imagen! ¡Qué oportunidad perdida! Después de la guerra de Las Malvinas (aquella locura dantesca) o últimamente con el submarino San Juan, el mundo no había reparado tanto en nosotros, quizá estamos aislados.
El Papa Francisco puso criterio, nos ha dado una imagen de aparente sensatez, pero es muy poquito, un grano de arena en el desierto.
Pido perdón ¿Qué nos impide recuperar el pulso social del civismo? Os pido perdón, que esto acabe ya. Los argentinos no merecemos a estos desalmados. A quienes nos juzgan con razón, les pido clemencia. Amo el fútbol, tengo pasión por su espectáculo y por los valores del deporte en toda su dimensión. Quienes fuimos educados en aquella filosofía tradicional de la familia, donde recuerdo siendo niño, el domingo, el mejor traje, ir a misa, la comida y por la tarde, fútbol en colores.
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