Tour de Francia
Mikel Landa: «Nunca más segundo»
El ciclista español defenderá el amarillo de Froome, pero ya no seguirá en Sky. Busca un destino de líder, acaso en el Bahréin, quizás en el Movistar
El ciclista español defenderá el amarillo de Froome, pero ya no seguirá en Sky. Busca un destino de líder, acaso en el Bahréin, quizás en el Movistar.
A Mikel Landa le rodea una sensación extraña estos últimos días de Tour. No sólo por la nube de periodistas que, a cada control de firmas y en cada llegada le rodean y él, educado, cortés y paciente responde de buena gana a todos. Se ha convertido en el gran protagonista de la carrera, pero no puede evitar una presencia fantasmal a su lado. Es como un «dejavù». Esto ya lo ha vivido. Se mira hacia dentro y siente las piernas fuertes, igual que en aquel Giro de 2015 que ganó Alberto Contador y en el que Mikel corría en el Astana para Fabio Aru. Entonces, Landa también tenía las piernas más fuertes de aquella «corsa rosa» y tuvo que pararse, un día sí y otro también, por orden de sus directores para asistir al sardo, que fue segundo. El alavés terminó tercero y desde ese cajón del podio miró con amargura en lo más alto a Contador, sabiendo que podía haber sido él.
Dos años después la historia se repite. Las mejores piernas del Tour son las de Mikel Landa, ya no hay dudas. Pero corre con cadenas. Es un esclavo al servicio de Froome, como el keniano lo fue en 2012 de Bradley Wiggins. «Un poco sí que me recuerda a ese Giro, ésta es una situación ya vivida. Pero ahora estamos jugando a ganar el Tour y no a ser segundos». «En un cara a cara Froome me ganaría porque tiene una buena contrarreloj el penúltimo día. Sé a qué he venido. Es lo que hay».
Será la última vez. Mikel es un ciclista nacido para ser líder. Con talento de ganador. «Tengo claro que esto no me puede volver a pasar. No quiero volver a ir de segundo y si lo hago será porque quiero». En realidad, así fue antes del Tour. Fue Froome quien solicitó su presencia y él, con el Giro en las piernas, donde ganó dos etapas y la montaña, accedió. Pero ni siquiera se esperaba llegar tan alto. Ahora, en la temporada en que expira su contrato con Sky no tiene dudas: «Donde vaya hay que tener las cosas claras».
Su marcha parece más que cantada. El Bahréin de Nibali y el Movistar lo quieren. Él aún no suelta prenda. Primero quiere zanjar su trabajo en el equipo inglés y después volar solo, sin ataduras. «Sería bonito ganar el Tour con Froome y tenerme en el podio de París. Estamos en ello, contentos. Hay un buen grupo de gente y buen rollo en el equipo». Y entre Froome y él, no tiene dudas: «Somos compañeros, no rivales».
Las etapas de los Pirineos y el Macizo central han sido la penúltima exhibición de lo evidente. Mikel Landa es la nueva referencia del ciclismo vasco, el nuevo ídolo que encandila a una necesitada y tremenda afición, en sequía desde los tiempos del Euskaltel-Euskadi. De ahí viene él. De hecho, es la perfecta encarnación del ideal que Miguel Madariaga forjó durante décadas: perseguía formar ciclistas vascos. Landa es el único que ha pasado por todas las categorías de la Fundación Euskadi. Fue seleccionado para recibir una beca de la Fundación que le abrió las puertas al Naturgás, el equipo sub23. De ahí pasó al Orbea, de categoría continental, y en 2011, al Euskaltel-Euskadi.
Fue precisamente ese mismo año cuando decidió dejar la universidad. Había comenzado a estudiar para ser aparejador en Burgos. Cada fin de semana viajaba desde Murgia, pero cuando dio el salto al World Tour decidió hacer la apuesta. «Pero quiero terminar cuando deje el ciclismo. Aunque para eso necesito ir a clase, porque si no, no soy capaz», decía hace unos años. Mikel nació en Vitoria, pero siempre ha vivido en Murgia, un pueblo alavés en plenas faldas del monte Gorbea. Ama el monte, siempre ha convivido con él. Su padre es guardabosques y pronto le enseñó su belleza. Ahora, cada invierno su preparación consta de grandes caminatas.
Desde pequeño probó con el ciclismo, un deporte que en Murgia «es casi como una asignatura extraescolar». Se apuntó al Club Ciclista Zuyano y desde entonces, no ha parado de acumular trofeos. Tiene sitio para más en su nueva casa de Bitoriano, donde se relaja viendo partidos de pelota, a los que le encanta asistir, y practicando escalada. Ésa es su esencia, no parar de trepar. Hacia arriba. Sin límite. Y sin cadenas.
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