Champions League

F. C. Barcelona

El Barça se adelanta en la semifinal con dos goles de Messi (3-0)

El Liverpool obligó al Barça a jugar a lo que no sabe, le ahogó, le metió atrás, pero se llevó un duro golpe con la aparición del argentino en la segunda parte. Los azulgranas supieron sobrevivir y correr como nunca.

Los jugadores del FC Barcelona celebran el primer gol del equipo blaugrana durante el encuentro correspondiente a la jornada 35 de primera división que disputan frente al Levante
Los jugadores del FC Barcelona celebran el primer gol del equipo blaugrana durante el encuentro correspondiente a la jornada 35 de primera división que disputan frente al Levantelarazon

El Liverpool obligó al Barça a jugar a lo que no sabe, le ahogó, le metió atrás, pero se llevó un duro golpe con la aparición del argentino en la segunda parte. Los azulgranas supieron sobrevivir y correr como nunca.

Cualquiera que viera el partido, y los protagonistas de él, seguramente repitieron la misma expresión en algún momento: «¡Uff!». Un respiro, por favor, porque lo vivido ayer fue un choque sin tregua en el que Barça sobrevivió. ¿Cómo? ¿Pero si acabó 3-0? Sí, pero el equipo de Valverde peleó cada uno de los goles y sufrió cada uno de los minutos, jugando a una cosa para la que no está creado. Agobiado por la presión «red» no pudo jugar por el suelo, pasarse la pelota una y mil veces, y tuvo que defenderse y contragolpear. Era adaptarse o morir... Y tener la suerte de cara y tener a Messi en tu equipo para que aparezca en el momento justo. El fútbol fue cruel ayer con el Liverpool como tantas otras veces lo ha sido con el Barcelona. Difícil explicar cómo haciendo tantas cosas bien, se llevó un resultado tan malo. Pero precisamente por lo que ofreció (y por lo del año pasado en Roma, por ejemplo), queda todavía por jugar el partido de vuelta. La final está más cerca para Leo y los suyos, pero no está hecha.

El Liverpool no da tregua y el Barcelona tuvo que entrar en su juego. Pronto logró sacar ventaja con el tanto de Luis Suárez tras un fantástico pase de Jordi Alba, pero pronto descubrió también que quedaba mucha noche. El lateral zurdo esta vez cambió su plan habitual y en lugar de buscar a Messi se inventó un centro filtrado milimétrico que el uruguayo atrapó lanzándose al suelo. El tanto era oro, porque el Liverpool estaba más que presente en el Camp Nou. Lejos de dejarse intimidar por el escenario, se reconoció rápidamente al conjunto «red», por mucho que hubiera una modificación en su equipo: Firmino, algo tocado, no fue titular y Klopp pobló el medio de jugadores. Relajarse estaba prohibido, apretaba el conjunto británico arriba y obligaba a Ter Stegen a sacar en largo. Rompía el Liverpool el comienzo de las acciones, y, por tanto, no había continuidad. No había toque con el contrario metido atrás. Había vértigo en ambos sentidos. Litros y litros se dejaron los centrocampistas del Barça, Rakitic, Busquets y la sorpresa, Vidal. Tuvieron mucho trabajo, muchas ayudas que hacer a una defensa que sufría. Lenglet lo pasaba mal con Salah y Piqué con Mané. Menudas dos balas. Y menudo lateral Robertson, martilleando por la izquierda. Claro que sus homónimos en el Barcelona no eran para menos: Jordi Alba tuvo esta vez que defender mucho, pero también pudo atacar y fabricar el gol. Y Messi pronto descubrió lo que le esperaba. A mitad de la primera parte ya estaba buscando oxígeno. Tenía espacios el «10», pero le salían rivales por todos lados. Perdía el balón un equipo, lo perdía el otro; encontraba huecos uno, lo hacía el otro, pero el único que acertó antes del descanso fue Suárez.

Es un equipo tan loco el Liverpool que hace que se vean cosas extrañas como ver a Messi retorcerse en el suelo, exagerar, después de una fea entrada de Milner. No era el partido que quería el Barcelona, pero era el que le tocó jugar y ahí demostró capacidad de adaptación. Competir si no se puede mandar. Por mucho que Messi pidiera calma, no iba a ser posible porque el Liverpool regresó de la misma manera en la segunda parte: con Salah siendo una pesadilla para Lenglet, y con el bloque apretando y encontrando la portería de Ter Stegen, que tuvo que intervenir ante Milner y Salah. Ni un momento de paz tuvo el Barcelona, que lanzó más balones largos que nunca, en el partido más incómodo en el que se le ha visto esta temporada. Como no podía controlar el choque fue demasiado directo. También era tentador hacerlo, porque el riesgo del Liverpool, por su manera de jugar, es que se queda con pocos jugadores atrás. En cualquier momento le podía salir a Messi el regate, pero no le salía.

¿Se cansaría el Liverpool? Valverde no quiso esperar a comprobarlo y movió a los suyos con un cambio de sistema: otro centrocampista para igualar fuerzas: Semedo de lateral y Sergi Roberto, adelantado. Se dio una pequeña tregua el conjunto británico, pero corta, y volvió a la carga, a generar esa sensación de que había más jugadores de blanco que de azulgrana. Definitivamente el Barcelona tenía que resistir y contragolpear.

La oportunidad le tenía que llegar y Messi tenía todavía algo que decir. El primer gol lo marcó tras dos rebotes y un tiro al larguero de Suárez, que remachó. El segundo fue en una falta espectacular lanzada desde su casa que puso en la escuadra. Parecía increíble, pero el partido se puso 3-0. Todo le salió de cara al Barça, que pudo sufrir un tanto rápidamente, pero se estrelló en el palo. Ni fortuna tuvo el Liverpool.