Entrevista

«Se decía que a Perico lo había secuestrado ETA en Luxemburgo»

A Pedro Delgado le gusta contar que lo abdujeron unos extraterrestres. «He contado varias versiones, pero es la que mejor engancha»

Pedro Delgado y Ainara Hernando posan con su libro
Pedro Delgado y Ainara Hernando posan con su libroArchivo Ainara Hernando

El año en que nació Ainara Hernando, Pedro Delgado terminaba segundo en el Tour. Ahora han escrito juntos «La soledad de Perico» (Espasa), un camino hacia el interior del ciclista que se convirtió en uno de los personajes de la España que comenzaba a vivir en color en los años 80 en el que no deja ningún tema sin tratar. Ni el positivo del Tour del 88, ni el despiste de Luxemburgo ni el agradecimiento en forma de sobre que Perico entregó al ruso Ivan Ivanov después de que le ayudara a ganar la Vuelta del 89. «Le escribí mi dirección de Segovia y le di las gracias», cuenta Pedro.

Hay una cosa que no cuenta en el libro. Si Ivanov fue a verle a Segovia o no.

(Perico) No llegó a ir nunca, pero es verdad que después de esa nos saludábamos. Me sorprendió todo. Yo le dejé en un sobre la dirección y las gracias. Que Ainara quería saber cuánto le había puesto. Eso sí que me lo voy a guardar, pero sí que le di las gracias. Eso para otro libro para dentro de otros cuarenta años. O veinte.

Pedro, ¿hay algo que se haya guardado y no haya querido contar?

(P) No, realmente del tema del ciclismo cuento todo. Siempre está el tema más peliagudo, que fue lo del positivo, del probenecid, pero creo que es parte de la historia de Perico. Por desgracia, hasta el día de hoy me veo obligado a dar explicaciones. Siempre hay detractores que dicen “este está diciendo lo que le interesa“. Pero siempre he tratado de ser honesto y este libro si no hablase de Luxemburgo o del probenecid dejaría muchas cosas sin explicar. He tratado de ser sincero conmigo mismo, que también te lo permite la distancia. Los años van pasando y a lo mejor cosas que en su momento no te atreves a contar no sabes por qué, ahora sí. También es verdad que en mi primer libro [A golpe de pedal] ya hablo del probenecid. Aquí hablo más de cómo lo viví yo internamente, a nivel emocional, cómo vives todo eso, que es lo más duro que te puede pasar como corredor. O gestionar Luxemburgo, gestionar la muerte de tu madre. Gestionar el triunfo está muy bien, pero gestionar cosas desagradables es muy difícil. Hemos tenido que seleccionar temas para desarrollar una historia, no contar todo porque entonces ya el libro sería imposible.

(Ainara) Recuerdo cuando estábamos con el capítulo 9, que ahora es el 10, el de su retirada. Hice recopilación de todo lo que habíamos ido dejando en el tintero y de repente me di cuenta de que había para otro capítulo. Nos quedaba de hablar lo del Gavia, la mítica etapa de la nevada, un episodio que a mí me parece muy interesante y que no es tan conocido, cuando hace la mili en Canarias, que le pilla el golpe de Estado, cuando se rompió la clavícula en Morzine en el Tour del 84. Todo agrupado, además, tenía un sentido, el dolor, el sufrimiento, la distancia, otra vez la soledad, porque todo gira en torno al mismo concepto. Me lo apunté y fui a su casa y le dije «esto nos da para otro capítulo».

¿Por qué te preguntan más, por Luxemburgo o por el positivo?

(P) Por Luxemburgo de calle. Cuando vas a dar conferencias a empresas o a colegios hay dos preguntas fijas, cómo hacen pipí los ciclistas y qué te pasó en Luxemburgo. Se lo aseguro, por encima de cualquier otra cosa, qué pasó en Luxemburgo. Cuando hay gente más joven preguntan «¿y qué pasó en Luxemburgo?», no entienden la pregunta. Lo de Luxemburgo gana de calle.

¿La explicación que da convence a la gente?

(P) Hay una, que entro en una nave espacial, que es la que suele enganchar mejor.

Los campos magnéticos, ¿no?

(P) Sí, algo así. Los campos magnéticos, Einstein, la relatividad. Ahí hay muchos componentes variados, muy avanzados, de energía cuántica y yo creo que eso ayuda a entender lo que pasó en Luxemburgo. Ahí está Ainara, que puede opinar.

¿A usted te ha convencido?

(A) A mí lo que me ha convencido de verdad es haber escrito este libro, porque no ha habido un día que hayamos quedado que haya llegado puntual.

(P) He contado tantas versiones. En el libro cuento la real, esa es la importante. Pero hay realidades paralelas. Una de las que cuento es que estaba tomando café con unas chicas que me había encontrado en la zona de calentamiento y te dicen «es normal que no lo digas, pero yo sé a ciencia cierta que tú estabas ahí».

Y a la gente le gusta más esa versión que la real.

(P) Más que la pura realidad. O la del gendarme, que hay parte de verdad, porque tuve una con un gendarme que casi me meten en comisaría, pero fue por la mañana. Y hay gente que te dice «yo lo sé, pero por evitar un problema diplomático tú no quisiste denunciar»: La gente oye ruido, pero no sabe lo que pasó.

(A) Además, en los periódicos del día siguiente y de los dos o tres días posteriores todo son elucubraciones hasta de que lo había secuestrado la banda terrorista ETA o de que la organización del Tour lo había presionado indirectamente por lo que había pasado el año anterior con el probenecid y que le habían pedido que perdiera tiempo para que ese año no pudiera ganar. Y de esto se sigue elucubrando tres o cuatro días después en todos los periódicos.

«Un astrólogo me dijo que iba a ganar el Tour, que iba a tener un incidente que me podía hacer abandonar, pero que todo se iba a aclarar»

Pedro Delgado

Cuenta que un astrólogo le predijo que iba a ganar el Tour del 88 y los problemas que iba a tener.

(P) Es tal cual. Yo estoy concentrado en Navacerrada. Entonces lo de las concentraciones en altura yo era el único que lo hacía, estaba allí más solo que la una, te llaman y te hace gracia. «A la una de la mañana nací un 15 de abril». «Ah, vale. Es que tengo cosas que investigar sobre tu fecha, tienes una carta astral muy potente este año que me dice que vas a ganar el Tour, pero tengo unas dudas». Y, sinceramente, me lo tomé a risa. Y cuando me hizo la segunda llamada y me dijo que iba a tener un incidente y que me iba a poder hacer abandonar, que tirase hacia delante, que todo se aclararía, a mí, que no creo en estas cosas, me hizo gracia. Pues nada, un lunático que te cuenta su historia, pues ya está. Y que iba a ganar el Tour, el año anterior había hecho segundo, tampoco había que ser astrólogo para adivinarlo. Y cuando toda esa historia estaba en pleno apogeo sí que me vino a la memoria. «Ostras, el astrólogo este y la movida que tengo». Y desde entonces no es que sea un gran creyente, pero soy un poquito menos descreído de lo que era antes de estas cosas. Y a mí me sorprendió mucho porque en ese momento que tú estás anímicamente muy flojillo, muy de capa caída y el hecho de que este hombre un mes y medio antes viese o vislumbrase que iba a pasar algo en la carrera que me podía hacer hasta abandonar me dio un ánimo para seguir tirando hacia delante, a ir pasando esos momentos bajos para ir diciendo a ver si tiene razón y al final esto se aclara.

¿Ha aprendido Ainara ya lo que son los campos magnéticos?

(P) Yo creo que no. La gente se ríe mucho cuando hablo de los campos magnéticos, pero me sorprende que Ainara, siendo ciclista, no sepa lo que son los campos magnéticos. Si alguien sabe lo que son los campos magnéticos son los ciclistas. Yo creo que no.

(A) Yo los sufro, pero en el llano. Para arriba, no.

(P) Claro, es que es en los falsos llanos donde están los campos magnéticos.

(A) Ahí es donde sufro yo.

(P) Hay falsos llanos que tienen campos magnéticos y hay otros que no tienen campos magnéticos, porque ese día las piernas te van bien.

¿Ainara, qué ha aprendido de Perico que no supiera?

(A) Que era un tío muy borde cuando corría. Y de hecho el epílogo es una petición suya para que escribiese yo el viaje que he hecho hacia su personaje. Yo le decía «dame alguna idea», y me dijo «por ejemplo, que tú me has conocido siendo un tío supersimpático cuando yo era un tío muy borde». Eso ha sido lo más divertido de todo, ver el personaje que era entonces, completamente distinto a la persona que yo he conocido desde que soy periodista.

(P) Y que recibía muchas críticas también. Eso te sorprendió.

(A) Tiene que justificar lo que cobra, el multimillonario del pedal había un titular por ahí en el Marca también.

Pero esa sensación de borde no se transmitía luego a la gente.

(P) Yo creo que no. No he sentido que la gente tuviera esa sensación de un tío borde, distante. Para nada. Tampoco es que cuando eres corredor estés mucho en contacto con el público. Pero cuando me hacían entrevistas, que sí es una manera de llegar a la gente, yo era muy normal. No considero que la gente me considerara un tipo serio, siempre me han considerado una persona muy próxima, lo cual agradezco y más ahora que antes porque antes siempre te atosigaba un poco tanta muestra de cariño. Con los periodistas lo que hacía era mantenerlos a una cierta distancia y la mejor manera de poner distancia con una persona es tener un rictus de seriedad y decir «esto y se acabó».

(A) La muestra de eso es la guerra con José María García. Había días que me puse las retransmisiones y se me caían las lágrimas de reír de las cosas que le decía: «fantasmilla, farolillo, personajillo, el equipo navarro». Pero la muestra de que él era un personaje muy querido es que él ha encontrado fotos, incluso alguna cuando ya teníamos el libro terminado. Me mandó una que vio en un bar con una pancarta que decía «Perico, campeón. Butano, cabrón». La imagen que llevaba a la gente de a pie era la de un campeón carismático, empatizaba mucho la gente con él porque era capaz de lo mejor y de lo peor cuando menos te lo esperas. En cambio, los periodistas no tenían esa imagen, Pero la gente iba en masa a apoyarle y hasta ponen un burro amarrado al helicóptero con una pintada que dice «Butano, cabrón», cuando duermen en el Parador de Segovia. Es increíble.

(P) Un ciclismo muy diferente al que se vive hoy,

Pedro, ¿le ha servido el libro para conocer algo de usted o para recordar cosas olvidadas?

(P) Principalmente me ha servido para saber cosas que no sabía de mi mismo. Arrancando por el día de Luxemburgo, que me dice Ainara «compartías habitación con Miguel Indurain». Y yo, «¿qué dices?, con Miguel compartía habitación en el año 91, pero antes nunca». «Es que lo ponen distintos medios». «Que estás equivocada, Ainara que no te enteras». Pues sí, compartíamos habitación Miguel y yo. Y lo mejor cuando quieres comprobar algo que no te acuerdas exactamente de qué pasó en la etapa y, aprovechando el confinamiento, que no sólo en España, también en Francia o en Italia repusieron etapas de mi época, me pongo a verla y digo «ostras, si lo que recuerdo no tiene nada que ver con lo que ha pasado». Tengo buena memoria y no estoy chocheando todavía, pero hay momentos, anécdotas, que yo hubiera jurado que habían pasado como yo lo recordaba. Y el cabrón de Youtube, con la Inteligencia Artificial o lo que sea, ha removido las imágenes y no pasa lo que yo recordaba, Una de las conclusiones que he sacado es que la memoria es más frágil de lo que uno se imagina. Porque aun teniendo momentos que se te quedan grabados en la memoria no son así tan ciertos. Y como esto nos pasó dos o tres veces ya todas las veces que yo hablaba de una etapa buscaba el vídeo en Youtube para cotejar que era como yo lo recordaba, Que quitando en dos o tres ocasiones que me di cuenta de que la memoria me tenía engañado. Yo creo que la fatiga, el estrés hacen que se emborrone un poquito la memoria y te quedas con unos flashes que perpetúas en tu cabeza y que no son reales y yo desarrollo en ese momento una situación de carrera que nunca se llegó a producir.

Ainara, ¿qué es lo que más le ha sorprendido de Perico?

(A) Muchas cosas. En todo el proceso no me ha sorprendido, pero sí me ha chocado que de todas las veces que hemos quedado no ha habido una sola en la que no haya venido mínimo una o dos personas a pedirle una foto, ha salido el dueño del restaurante, lo que sea. Lo que habla de lo importante que es este hombre todavía mediáticamente y lo que arrastra o lo que todavía lo quiere la gente o lo reconoce. El otro día en la presentación en la Itzulia había gente de todas las edades, y la gente que lo conoce es gente de todas las edades. Es un personaje que trasciende el ciclismo, es un personaje de España. Y lo que más me ha gustado es ir a esa época y ver todo eso que arrastraba, los momentos esos de las vallas cayéndose cuando gana la Vuelta en Destilerías Dyc me parecía alucinante. Es lo que ahora pasa en Buenos Aires cuando gana Argentina el Mundial. Eso ahora lo ves en el fútbol, no en el ciclismo.

Tenía un montón de documentación guardada que han utilizado para este libro. ¿Con qué objetivo la guardaba?

(P) Las cajas las guardo porque las tenían guardadas mis padres y me imagino todo el cariño que pusieron. Mi padre para eso era muy ordenado, le gustaba tenerlo todo controlado, y la cantidad de horas y cariño que han dedicado a esto ¿cómo lo voy a tirar? Me pasó algo parecido cuando un amigo mío del colegio de toda la vida me llama y me dice que su padre había fallecido. «Estamos recogiendo la casa de mi padre y hemos encontrado unos álbumes encuadernados con recortes de periódico que había hecho mi padre sobre ti. Ahí hay mucho trabajo y lo íbamos a tirar, pero cómo lo vamos a tirar». Y me llamó, lo guardé y es una cosa de las que están ahí. Hay guardados no sólo periódicos sino muchas emociones de mis padres y de este aficionado que lo guardó y lo encuadernó con mucho cariño y me sabía fatal tirarlo todo por la borda. Tengo sitio en casa y dije «pues lo guardo». Y lleva aquí guardado 20 años hasta que Ainara se lo ha llevado a pasear por Vitoria.

(A) El día que me dijo ¿quieres estas cajas? dije «sí, sí, claro». Pero cuando las vi dije «yo no voy a poder con esto». En esas caja estaba una carta de amor que le mandan y fíjate lo que desata cuando la sube a Instagran que le vuelven a escribir otra. Esa carta la encontré yo y me encontré telegramas que le manda el Rey Juan Carlos I cuando gana una etapa en el Tour, cuando gana el Tour, Felipe González, José Barrionuevo, sus primeras licencias como ciclistas del año 75, todavía con el yugo y las flechas, sus clavículas rotas en radiografías,

«Recuerdo mi primer viaje a Madrid con doce años o así, que fue una auténtica experiencia. Era como ir a la Luna, llegar a Madrid, el Metro, El Corte Inglés, las escaleras mecánicas»

Pedro Delgado

El libro, además, es un reflejo de la España de la época, la llegada de la televisión, el 23-F, José María García...

(P) Yo creo que sí. Hay mucho recorrido por España. Yo siempre recuerdo con mucho cariño -y mis hijos, que ya están viajados, alucinan- mi primer viaje a Madrid con doce años o así, que fue una auténtica experiencia. Era como ir a la Luna, llegar a Madrid, el Metro, El Corte Inglés, olores y música, las escaleras mecánicas. Mis compañeros de colegio morían de envidia. ¿Has estado en Madrid? No sólo he estado en Madrid, he estado en el Metro y en El Corte Inglés y hay unas escaleras mecánicas que me suben y me bajan. Qué cosa más simple hoy en día, pero es un reflejo de la España de entonces. Viajar a Madrid, a la gran ciudad era una experiencia para un niño y para quien no era niño. Yo empezaba a salir fuera, Mi concepto de la bicicleta no era ser ciclista, era una excusa para conocer mundo, para conocer ciudades. Y yo me sentía un privilegiado, un afortunado por poder viajar. Entonces la gente no viajaba porque no había medios. Tu vida era tu barrio y un poco más de tu barrio y yo gracias a la bici viajaba. En mi época tú nacías, crecías, te ponías a trabajar en tu ciudad y ahí te quedabas hasta que te llegaba el momento de la jubilación. No tiene nada que ver con lo de hoy en día. Y el hecho de salir fuera, al extranjero, la sensación de sentirte ciudadano de segunda por el mero hecho de no hablar el idioma del sitio donde ibas y el trato que recibías de «aquí vienen los españoles», con desprecio. Esto la gente de hoy en día no lo entiende, pero de ahí venimos. Es un viaje por esa España de los de70, de transición a la democracia y a esa España que entra ya en la Unión Europea con paso firme gracias a los triunfos deportivos.

(A) Cuando me cuenta esta anécdota de la primera vez que viaja a Madrid, que sale de Segovia y que alucina con las escaleras mecánicas, yo lo escribo y le doy un par de párrafos o tres. Lo escribo y se lo mando, porque nuestra mecánica de trabajo era así, y me dice «jolín, qué poco te has recreado en esto de las escaleras mecánicas. ¿Tú sabes lo que era para mí ver unas escaleras mecánicas?» Y yo no le había dado toda esa importancia que para él tenía.

(P) Las cosas pequeñas son las que muestran ese cambio.

(A) Por ejemplo, cuando ficha por el PDM se compra un fax. Y nadie tenía un fax, pero él se lo compra para que los holandeses le manden las fechas de viajes, de vuelos y demás. Pero nadie tenía un fax e Internet no existía. Era un adelanto increíble tenerlo.

Se refleja también el cambio que ha sufrido la Vuelta, en cuanto a estructura, seguimiento, el circo que montaba García...

(A) Me he divertido mucho contando y escuchando a Pedro y a Francis Lafargue [jefe de prensa del Reynolds], cómo se hacían ellos la colada, cómo colgaban la ropa de las lámparas de las habitaciones, cómo se iban a buscar una cabina de teléfono en el pueblo en donde durmiesen, en Francia o en Italia, cómo le daban patadas a la cabina para que una moneda de un franco les cundiese, o dormir en albergues. Y el tema mediático me ha dado mucha envidia. Yo pagaría por tener cinco o seis páginas al día o por tener un montón de espacio en la radio, como tenían ellos. A mí eso me da muchísima envidia.

(P) Tienes que verlo con una distancia. La televisión siempre marca muchas pautas y cuando sólo había dos canales es fácil ser el rey del mambo. Y las radios, la actitud que tuvo siempre García, tan protagonista, provocó que las otras cadenas se viesen arrastradas. Era una locura. Yo, que lo viví como personaje y que los seguí viviendo en los primeros años cuando empecé con Televisión me da mucha rabia que el ciclismo haya perdido esa importancia mediática. García para mí fue un dolor de cabeza importante, pero también fue importante para acercar el ciclismo a muchos hogares en nuestro país. En el momento en que empiezan a aparecer las televisiones privadas, y luego las plataformas, Internet, todo queda diluido. Pero entonces que lo que se viese en la 1o en la 2 era lo que pasaba realmente en España. Para el ciclismo gozar durante un mes y luego en verano muchas horas de presencia le hacía acaparar mucha atención mediática. Por eso todo el mundo me conocía y por eso todo el mundo hablaba de ciclismo. Te da un poco de pena adónde hemos ido a parar ahora, pero es imposible de evitar. Para que se pudiera arreglar tendríamos que tener un Pogacar. Eso pasa ahora con Rafa Nadal. Aunque haya muchas plataformas cuando juega Nadal lo atrae todo. Yo lo vivo con mucha gratitud y suerte de haber vivido eso. Porque por mucho que te comparen las audiencias no se puede llegar a la época pasada. No pasa ni en el fútbol. Esa época fue maravillosa y ser parte de esa aventura, que viví esos años intensamente. Todo ha cambiado, pero el ciclismo ha sabido mantenerse en unos niveles de audiencia. Se va bajando porque todo se diversifica, pero el ciclismo sigue teniendo un colchón ahí que agarra a muchisima gente que no son del mundo del ciclismo, que se sienta delante del televisor y ve la etapa como si fuese un documental. Y creo que eso es bueno, vender no sólo la lucha deportiva sino un buen producto. El ciclismo es un deporte muy televisivo.

«La Soledad de Perico» ¿tiene algo que ver con «La soledad de Anquetil»?

(P) Sí, está inspirado por eso. Yo leí el libro de «La soledad de Anquetil» y me gustó y es esa sensación la que tienes muchas veces porque un deportista, aunque sea un triunfador y esté muy bien acompañado se siente solo habitualmente. Estás tú dando pedales, estás tú con tu pájara, estás tú con tu momento de euforia. Si es de euforia estás de subidón, pero muchas veces no estás tan de subidón. Además, yo siempre he dicho a la gente que he sido un ciclista solitario, yo prefiero montar en bici solo que acompañado, a mí la soledad y salir solo en bicicleta me reconforta, me equilibra y por eso el término soledad no lo veo como algo negativo sino como un encuentro contigo mismo, vital para mí para tener un equilibrio. Ya no sólo algo triste, sino que puedes tener a mucha gente a tu alrededor pero eres tú el que tiene que tirar hacia delante, no como algo negativo sino como algo positivo, reivindicándote que tú solo puedes.

¿Les ha venido el hombre del Mazo en algún momento durante la escritura del libro?

(P) A Ainara le vino antes que a mí.

(A) A mí, en millones de momentos. Excepto hacia el final, que llega un momento en que ese libro es tú. Estás en la cama y no te duermes y a las tres de la mañana te levantas para apuntar una idea. Esos momentos, dentro de que no descansas, son buenos porque estás en ebullición y vives por y para el libro. Pero sólo por y para el libro. Pero antes muchas veces, sobre todo cuando él me trae las cajas. Yo en ese momento fui consciente de lo que este hombre significó en aquella época. Son muchos años de carrera, pero no pueden ser diez cajas de documentación. Es que no sabía ni por dónde empezar, ni por dónde empezar a mirar. Ahí dije «esto es mucho para mí». Lo que sí me tranquilizaba es que es un libro escrito a cuatro manos. Yo lo escribía, pero él lo revisaba y si algo estaba mal él me reconducía. Si lo hubiera escrito yo sola no hubiera salido ni la mitad de bien ni la mitad de potente ni emotivo ni pasional ni nada. Ni personal, porque yo me hubiera perdido completamente. Y muchas cosas que han pasado. Por medio ha pasado una pandemia, ha muerto mi madre. Él fue muy paciente y recuerdo una frase que me dijo cuando murió mi madre que me gustó mucho y que fue algo así como «me da igual cuándo lo escribas, sólo quiero que lo escribas tú». Y ahí ya dije «ahora, sí». Pero ha habido muchas pájaras para mí.

(P) Yo recuerdo cuando me mandaste el tercer capítulo que te entró un momento de bajón. ¿Y tú crees que esto le puede interesar a alguien? ¿Tú crees que esto les va a gustar? Y yo, «hombre, yo lo veo bien. Me gusta cómo lo hemos planteado», arrancar de un momento de mi carrera y luego hacer un flashback, que eso lo ha hecho Ainara, esos saltos y esas transiciones muy bien ligadas. «A mí el libro me parece que va a funcionar» y luego estuvo una semana «es que yo creo que no».

(A) Yo me veía todo el rato incapacitada, el síndrome de la impostora en su máxima expresión. También al principio, cuando decidimos escribirlo en primera persona, porque es muy difícil meterte en el cuerpo de alguien, aunque ese alguien lo lea y lo revise. Te da mucho respeto meterte en las carnes de otra persona y escribir por él. Hasta que le pillas la dinámica y encuentras esa manera de enfrentarlo a momentos de su infancia y le das ese toque de volver a esa España anterior.

«La primera dedicatoria es a las madres. Para mí el capítulo más especial es cuando hablamos de que él se retira del Tour porque a mí me pasó algo similar»

Ainara Hernando

Firman los dos el libro con los dos apellidos y creo que no es casualidad.

(A) Claro. Y la primera dedicatoria es a las madres. Este libro tiene mucho de eso. Para mí el capítulo más especial es cuando hablamos de que él se retira del Tour porque a mí me pasó algo similar. Y esa empatía yo creo que no la tienes si no la has vivido. Para escribir ese capítulo me marché al pueblo, por las mañanas me iba a los sitios donde iba con mi madre cuando ya estaba enferma, pero ella tiraba de orgullo y nos íbamos al monte juntas y lloré muchísimo. Y luego por las tardes iba a casa, encendía el fuego, tenía a mis gatos detrás y volcaba todo lo que él me contaba, yo tiraba también de esas sensaciones que yo pasé y creo que ahí está el alma del libro. No había pensado lo de firmar con los dos apellidos y cuando lo vi me gustó. Mi madre siempre se quejaba de que veía artículos míos, o los libros y decía «jolín, te he llevado yo nueve meses en la tripa, que este hombre no», decía por mi padre, y ahora no pones mi apellido en ningún artículo». Y ahora dices, mira qué bonito, que allá donde estén las dos lo vean, su madre y la mía.

(P) Mi madre no, pero sí mi abuela materna, cuando ponían el Robledo se hinchaba, «ahí está mi rama, lo que he aportado también yo a este chico».