Un año después de su muerte
“Maradona es realismo mágico”
Se cumple un año de su fallecimiento y el periodista Guillem Balagué se acerca a su figura en el libro “Maradona. El pibe, el rebelde, el Dios”
El cadáver de Maradona cumple un año, pero no deja de generar noticias entre trágicas y sorprendentes. La última es que fue enterrado sin corazón para que no lo robaran las barras bravas. «Es todo caníbal», dice el periodista Guillem Balagué, autor del libro «Maradona. El pibe, el rebelde, el Dios», publicado por Planeta y en el que se ha alejado de esa última etapa tenebrosa del mayor personaje creado por el fútbol en toda su historia.
«Es interesante explorar la parte futbolística también, pero todo lo que le hace ser el gran personaje de la historia del fútbol, yo creo que no hay nadie por encima de él, es todo lo demás», explica el autor, al que el fallecimiento de Diego le pilló en Milán, pero no dudó en viajar hasta Nápoles para vivir en primera persona la despedida de la ciudad que lo acogió como ninguna.
«Cuando fallece en Nápoles lo reclaman como una figura política y cantan chavales de 20 años “yo he visto a Maradona, yo he visto a Maradona” y no lo han visto, pero sus padres sí. Y lo que te están diciendo es “tranquilo, que no has desaparecido, que estás con nosotros”. Ni una lágrima, muchos cigarrillos, pero ninguna lágrima. Esa imagen con la mascarilla bajada y fumando no se me olvidará nunca. Esa sensación de estar embriagados, de estamos aquí para decir que este hombre no se murió. A lo mejor el cuerpo sí, pero la leyenda no», cuenta Guillem.
En su recorrido para escribir el libro, Balagué encuentra un personaje con tremendas contradicciones a las que es difícil acercarse, en las que los que le conocieron de cerca no quieren profundizar. Con una excepción, la de Fernando Signorini, su preparador físico durante gran parte de su carrera.
«Signorini es el gran contador del Maradona complejo, con muchas paradojas y que no era lineal. Es el primero que te da el permiso para entender la complejidad de Maradona. Los que habían estado con él en el día a día –y él estuvo diez años–, veían esas contradicciones y las denuncian, pero él te permitía explorarlas. Lo normal no es eso. Allá donde estuvo Maradona hay uno que se quedó embobado de Maradona», relata.
Guillem Balagué ha tratado de buscar un personaje que explique cada capítulo de la biografía de Maradona. «Desde Minguella, a Claudia, sus padres. O como el futbolista Juan Funes». Diego monta un amistoso cuando estaba sancionado para recaudar fondos para pagar los gastos médicos de la enfermedad de Funes. «Y a partir de ese capítulo y alguno con Blanco [su jefe de prensa] y con Signorini, el realismo mágico tenía que aparecer, porque Maradona es personaje de realismo mágico total. Es muy real, pero al mismo tiempo es pura fantasía», dice.
A algunos personajes les roban la voz. Como a Claudia Villafañe, su mujer. «La anuló, desde aquí se ve claramente que lo que le hizo está muy mal. Y curiosamente es una persona de esta historia que no tiene discurso, por un lado porque ella no lo ha provocado, pero en Argentina tampoco se le ha prestado mucha atención. Y creo que toca explicar la historia de Diego desde ese punto de vista. En Argentina me reuní con antropólogos, con sociólogos, con psicólogos, con historiadores, para que me dieran su versión de Diego y todos la tienen, pero cuando llegamos a Claudia es sólo ‘’la mujer de’'. Incluso busqué a propósito una psicóloga feminista, y tampoco tiene discurso», cuenta sorprendido Guillem Balagué.
Pero Claudia fue siempre su familia. Hasta el final. «Los que estuvieron en el funeral son los del principio de la historia. Era como volver al principio. Claudia organiza el funeral, pide que varias personas no entren y se convierte en la figura maternal que buscó siempre Diego. Claudia era su madre, su hermana, su esposa, su amiga, su confidente. Y ya desde la primera noche en que Claudia descubre que Diego ha salido y que no está para entrenar, siendo joven, la madre y el padre le echan la culpa a ella. Por no cuidarlo, por no prepararlo para ir a entrenar. Ese es el papel que tenía y el que él quería que tuviera. Quería una madre, esa figura protectora mientras él podía tener esa otra vida paralela que vivió siempre», dice.
Maradona «iba de rebelde por la vida, pero era un poder». «Tenía un montón de poder y lo fue acumulando. Y la gente se acercaba a él porque tenía dinero, pero también porque tenía poder y podía hacer cosas por la gente. Lo utilizaba para aprovecharse él y los suyos, pero también para hacer el bien por esa necesidad que tenía de que se le reconociera como hombre bueno», cuenta Guillem.
Una contradicción más de un hombre al que el periodista y también psicólogo Fabián Ortiz, que trató con él en Barcelona, define «probablemente como una persona bipolar».
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