Fútbol
“Mi hija se hizo la foto de comunión con las botas de fútbol puestas”
El alevín del Zaragoza CFF ha hecho historia al conquistar, con su equipo sólo de niñas, la liga mixta. Es un triunfo que es una reivindicación
A Claudia, al principio, cuando eran más pequeños, los niños no la dejaban jugar al fútbol con ellos en el recreo porque era niña. Ahora, en cambio, si hay que hacer equipos para echar un partido es de las primeras en ser elegida. Porque es una campeona. De categoría alevín, lleva jugando al fútbol desde que empezó a andar y con 12 compañeras ha hecho historia por formar parte del equipo alevín del Zaragoza CFF que ha ganado la liga mixta, el primer equipo femenino que gana una competición en un torneo de equipos de chicos o mixtos. Es una victoria reivindicativa de un club muy reivindicativo, que peleó contra la Federación aragonesa para que hubiese competiciones mixtas. Ésta quiso eliminar esas competiciones con argumentos que a estas alturas del partido suenan más que peregrinos: «Que jueguen en una competición mixta es un planteamiento de laboratorio. Es para potenciar artificialmente a las niñas y que estén por encima de las demás. Lo normal es que las niñas compitan en su categoría de femenino y no con chicos. Como no había competición, se había permitido, pero ahora tienen que jugar en una Liga femenina» fue la proclama que se votó casi por unanimidad en la Federación aragonesa (sólo el Zaragoza CFF votó en contra), pero que no se pudo llevar a cabo porque lo impidieron desde el gobierno. Se consideró que a esa edad las diferencias físicas no son nada determinantes para el resultado final y la victoria del Zaragoza CFF lo ha confirmado: 14 victorias y un empate: 83 goles a favor y sólo 9 en contra. El último partido contra el Zuera lo ganaron 1-11, su superioridad ha sido absoluta.
«Están en una nube», dice el padre de una de ellas, porque se han convertido en algo más que en campeonas de su categoría, se han convertido, puede que sin saberlo ni quererlo, en un símbolo del fútbol femenino. Las licencias federativas del fútbol femenino se han multiplicado en los últimos años: de 40.524 en 2015 a 71.214, en 2019. Pero según un estudio de la Universidad Francisco de Vitoria, en España hay 1.095.604 licencias de fútbol, es decir, que las mujeres sólo son un 6,4%. Aunque la presencia de niñas en los equipos de fútbol ha dejado de ser algo extraño, aún así son minoría si se habla del fútbol. Lo viven muchas niñas del equipo: si celebran un cumpleaños y quieren que sea un partido de fútbol, resulta que van todos los chicos que han invitado, pero sólo tres de sus amigas. A las demás no les apetece.
«Una ilusión especial»
«Entrenan dos días por semana, pero luego casi todas van a escuelas de tecnificación algún día por semana, más los partidos del fin de semana. Si, como a mi hija, a veces la suben a jugar con el infantil, la categoría superior, hay fines de semana que sólo vives para el fútbol», cuenta Sergio Lobán, el padre de Sara, la portera. Los padres apuntan una diferencia fundamental entre las niñas y los niños. Para ellos jugar al fútbol es lo lógico: han ido con sus padres, juegan sus amigos, se apuntan con ellos, casi forma parte de su rutina, de su evolución por su sexo, el niño que no juega con un balón es una minoría. Igual que, casi hasta ahora, la niña que lo hace. «Para ellas, en cambio, jugar al fútbol es una elección», dicen dos de los padres de las jugadoras, una decisión que toman cuando aún son pequeñas, y que demuestra la firmeza de su personalidad. «Soy contrario a los estereotipos», asegura a este periódico un padre del equipo. «Mi hija siempre ha jugado a los Playmóbil o los Lego. Un día la invitaron a un cumpleaños de princesa y no hacía más que llorar porque no quería ser princesa, quería ser superhéroe. Todas iban de princesa. Ella de Batman. El fútbol lo viven con una ilusión especial».
«Yo soy muy futbolero», cuenta Jesús Martín, que fue entrenador de las niñas en categorías inferiores y que tiene a su hija Claudia jugando en el equipo campeón. «Cuando tuvimos a nuestra hija, nunca pensé que esta niña rubia y de ojos azules iba a ser futbolista». «El día de su comunión su máximo deseo era hacerse una foto en La Romareda, con el traje de comunión, su cruz... y sus botas de fútbol». Fue tal su insistencia que su padre y su madre no tuvieron más remedio que conseguirlo.
Muchas dificultades
El Zaragoza CFF no lo ha tenido fácil casi nunca. Por orden de la Federación, que lo tiene apuntado como el enemigo, tuvieron que dejar el campo en el que entrenaban todas las categorías del club, para que lo usase un equipo masculino. Así durante algún tiempo fue un club nómada, que no tenía un lugar fijo en el que entrenarse. Pero aguantaron. Por eso, ahora, la entidad presume del éxito de las alevines, por su capacidad para superar las dificultades añadidas. Sus rivales no sólo han estado en el campo. «Es un equipo donde las jugadoras están muy integradas y desde el principio vimos que este año iba a ser especial. Todas suman lo suyo, se divierten y el entrenador las lleva muy bien. Hay dos o tres que destacan, pero lo que se ve es que todas han progresado mucho», explica Sergio Lobán acerca del camino del equipo durante esta temporada. Los padres de las niñas suelen ser futboleros, hinchas clásicos del fútbol masculino que, gracias a sus hijas, han descubierto el femenino y ya no pueden desengancharse.
Y cuentan que ha habido una evolución evidente en la mirada y en las palabras de casi todos los aficionados. «Los primeros años sí me encontraba con comentarios de padres rivales antes de los partidos en los que decían que había que ganar, que éste era un equipo de niñas, pero es verdad que en los últimos años apenas se oyen cosas así», asegura Lobán. Aún queda alguna huella, alguna frase suelta a destiempo de padres de equipos rivales que cuando ven a una niña caerse al suelo por una falta, sueltan que como son niñas, exageran más. Pero son expresiones anecdóticas que apenas se oyen en las gradas. Y los niños, los que están en el campo, es que ya ni lo piensan, ni se plantean el sexo de las rivales.
Las niñas se fijan en los futbolistas masculinos, que son los que están todo el día en los medios de comunicación: Sara, como es portera, estudia lo que hace Oblak; Claudia es fan de Zapater, el capitán del Zaragoza, ahora en Segunda; pero entre sus modelos ya aparecen nombres femeninos, jugadoras que han conseguido pasar la frontera del anonimato y convertirse en referentes. El fútbol femenino aún se ve con dificultades, por sus guerras internas, pero tiene más visibilidad que antes. Las niñas hablan de Sandra Paños, la portero del Barcelona y, por supuesto, de Alexia Putellas, la mejor jugadora del mundo, la única futbolista nacida en España, junto al mítico Luis Suárez que ha ganado un Balón de Oro y la única futbolista de este país que ha conseguido el The Best. Un ejemplo para todas las que empiezan a jugar.
Las diferencias siguen existiendo. Los padres de los niños futbolistas sueñan con que su hijo sea un fenómeno, un jugador que llegue a la élite y cumpla los sueños que ellos no supieron o no pudieron realizar. Es una utopía, pero el premio es tan goloso que no pueden dejar de soñar despiertos si ven que su hijo tiene cualidades que los demás no muestran. De ahí las gradas del fútbol infantil repletas de padres-entrenadores-ultras. Los padres de las niñas futbolistas no pueden permitirse esos delirios de grandeza. «Mi hija es feliz y eso nos hace felices. Pero le pedimos que no suspenda en el cole, que no se despiste, porque el fútbol femenino, por muy bien que se te dé, ahora mismo no es una profesión para ganarte la vida, por desgracia», asegura el padre de la portera. «Que disfruten y luego el tiempo dirá. Si quiere seguir y me parece que sí, mi ilusión es que vaya a Estados Unidos y que juegue allí al fútbol, que tiene más auge», piensa, mientras, en voz alta, el padre de Claudia.
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