Real Madrid
El Real Madrid pone un pie en semifinales tras golear a la Juventus (0-3)
Cristiano Ronaldo marca un golazo de chilena, el segundo suyo en Turín y resuelve la eliminatoria contra la Juventus.
Cristiano Ronaldo marca un golazo de chilena, el segundo suyo en Turín y resuelve la eliminatoria contra la Juventus.
El taconazo, de espaldas y en blanco y negro de Alfredo di Stéfano, un regate de Amancio, la cabeza lesionada de Camacho, un salto de Santillana, el Buitre bajando los brazos en el área rival y parando el tiempo, Rául mandando callar al Camp Nou, Zidane levantando la pierna en una final de Champions, Ramos saltando en el descuento en un área de un campo de Lisboa y Ronaldo, Cristiano Ronaldo, saltando de espaldas, como Hugo contra el Logronés, en Turín, en un partido que la Juve empujaba y el Madrid se esforzaba atrás, un balón que llega al centro del área y le pilla un poquito adelantado: su opción es saltar, con la portería detrás, levantando una pierna para coger impulso y golpeando con la otra, una chilena de manual, un golpeo increíble, en un partido tremendo, y mandando la pelota a una esquina de la portería de Buffon, ya saben, un mito, que miraba como quien no comprende, como quien no imagina, como quien nada puede hacer ante eso.
Se puede contar mejor o peor, aunque lo que hay que hacer es ver la jugada, ver el remate en las repeticiones y quedarse con la foto para juntarla con las otras. Hay imágenes universales en el fútbol y lo que hizo Ronaldo en Turín ya es una de ellas.
El portugués, que ha metido goles de todas las maneras, que no hace otra cosa que marcar durante los últimos meses, llevaba toda su carrera buscando un tanto como ése. Para los madridistas el referente es Hugo Sánchez, que le hizo uno al Logroñés en una tarde soleada en el Santiago Bernabéu, cuando aún los grandes tantos se celebraban con pañuelos. Ayer Zidane se llevó las manos a la calva, alucinado por lo que había hecho su delantero.
Ése gol de Cristiano decidió el encuentro y la eliminatoria: rompió definitivamente a una Juve que se había resistido a caer con entereza y dominando grandes fases del partido, pero que había sido incapaz de marcar y de empatar el primer tanto que también, cómo no, había marcado Cristiano.
Parafraseando el cuento de Monterroso, cuando la Juve despertó el gol del portugués ya estaba allí. Antes de que los dos equipos se tomaran medidas, antes de que el ambiente pudiese impresionar a alguien, Cristiano cumplió con su ritual durante estos dos últimos meses: balón que toca, balón que se va dentro, sea quien sea el defensa o el portero que se encuentren enfrente. El PSG era un equipo pensado para el ataque, pero la Juve es una experta en defender y aún no ha encontrado el remedio para el futbolista portugués. Les amargó en Cardiff y no tuvo compasión en la que probablemente fue la primera pelota que tocó en el partido. En el minuto tres y fuese el que fuese el plan del conjunto de Allegri, tenía que darle la vuelta y pensar y afrontar el choque de otra manera.
Zidane hizo lo más lógico contra un equipo que se suponía iba a encerrarse: dejó en el banquillo a Bale, a Lucas Vázquez y a Asensio y dio paso a Isco, para aprovechar su momento de fútbol y a los tres minutos los hechos le dieron la razón. No había pasado nada aún cuando Marcelo se cambió el balón de pie y los italianos le perdieron la pista, como esos juegos en los que se esconde la bolita en unos cubitos y hay que intentar encontrarla. Ya la tenía Isco, pegado a la izquierda en esa jugada, en cualquier parte del campo después, y su pase al centro del área lo remató Cristiano, porque no hay otro final posible en esta época para las jugadas de ataque del conjunto de Zidane.
Apenas había corrido el tiempo y la Juve ya sentía el peso de Cardiff en su espalda. Sin embargo, dejó atrás los recuerdos e hizo lo posible para no hundirse por el tanto de Ronaldo. Si de algo puede presumir el campeón italiano es de carácter y le sobró contra el Madrid. Khedira y Bentancur arrancaban y no encontraban un rival que les frenase y la movilidad de Dybala e Higuaín hacía daño a los centrales. El Madrid no tenía la pelota o, por lo menos, la tenía menos de lo que sería conveniente. Una pena, porque la segunda vez que llegó al área rival, Kroos mandó un balón al larguero.
El partido exigía esfuerzo defensivo y exigió, sobre todo, la aparición de Keylor Navas, con una mano increíble a un remate de Higuaín que mantuvo al Madrid de pie cuando peor estaba.
Al Madrid le costaba llegar, pero cuando lo hizo fue demoledor. Ronaldo marcó su golazo, Dybala fue expulsado después por segunda amarilla y allí no hubo más que contar. Marcelo, precavido desde el primer gol hasta ese momento, se asomó por el área contraria para transmitir su felicidad al resto de madridistas y marcó en la de mesa de un equipo que va hacia la Champions con un goleador de época.
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