Sevilla

El Betis sí quiere a Zozulya

Reportaje / «Caso Zozulya». La plantilla mostró camisetas de apoyo al delantero ucraniano, que no estuvo en el Villamarín. El público sólo buscaba fútbol

Los jugadores del Betis saltaron al Villamarín con camisetas en las que se leía «Todos somos Zozulia»
Los jugadores del Betis saltaron al Villamarín con camisetas en las que se leía «Todos somos Zozulia»larazon

La plantilla mostró camisetas de apoyo al delantero ucraniano, que no estuvo en el Villamarín. El público sólo buscaba fútbol

Fue el día del karma reequilibrado. Roman Zozulya, el delantero internacional ucraniano a quien la horda ultraizquierdista que amedrenta a los dirigentes del Rayo Vallecano impiden trabajar desde el pasado día 1, recibió un baño de cariño por parte del club con el que tiene contrato hasta 2019 al tiempo que seis miembros de la banda radical «Bukaneros» penaba en un cuartelillo balear por su por su querencia pendenciera. Aquéllos que se permiten el lujo de cuestionar la idoneidad de un profesional a la hora de desempeñar su trabajo no conocen mejor manera de animar a su equipo que emprenderla a puñetazos en un pub de Palma, donde causaron cuantiosos daños materiales y lesiones a varios parroquianos. Quedaron pues retratados los adalides de la pureza ideológica.

El ambiente en el Benito Villamarín, pese a que era necesario arropar al compañero linchado, estuvo frío. Había más ganas de ver fútbol que de seguir hurgando en una polémica estéril, desmedida, sin base alguna. Muy propia de estos tiempos. Ya se encargaron de azuzar el fuego las aficiones del Rayo, la del Bayern, tímidamente los ultras del Betis, Martín Presa, el embajador de Ucrania en España, Salenko, un concejal de Participa Sevilla, un rapero lenguaraz, Javier Tebas, el ministro de Interior, el de Asuntos Exteriores... Un guiso con todos sus condimentos.

Lo que comenzó como una operación de buen ver para el Betis, que se ahorraba el pellizco de la ficha de Zozulya y eliminaba de la plantilla un recurso de escasa calidad, se ha convertido en una inmensa bola que de momento tiene a Zozulya entrenándose en la ciudad deportiva bética junto a unos compañeros a los que un célebre imbécil ha deseado la muerte. Y eso sin poder jugar en ningún otro club porque está inscrito por el Rayo.

A ojos de la plantilla verdiblanca, Zozulya pasa por un buen chico. Pese a sus dificultades para relacionarse con sus compañeros, pues ha progresado poco en el idioma, es querido en el grupo. Ante el Valencia, hubo camiseta de apoyo al ucraniano. En la semana del huracán, Joaquín leyó un comunicado con la totalidad de la plantilla escoltándolo. «Todos somos Zozulia» es la frase más repetida en las últimas horas en el Villamarín y de esa guisa salieron para darse con sus rivales de turno los apretones de manos protocolarios.

La afición, no obstante, tomó escaso partido. Sólo un grito aislado de los ultras antes de comenzar el partido, que lanzaron al aire un «Roman Zozulya» que no tuvo seguimiento alguno por el resto del graderío. Los «Supporters», peña radical del Betis que ideológicamente se halla en las antípodas de los «Bukaneros», suelen chillar desde el Gol Sur, hoy en obras. Su reubicación, en una remota esquina de la grada más alta, tampoco ayuda a que sus cánticos inflamen a la infantería bética.

Al jugador no se le vio por el estadio. No ocupó la zona habitual de los no convocados, un palco reservado para los descartes de Víctor. Quizá quiso pasar desapercibido, quizá ya cuente las horas para regresar a su país, el único lugar en el mundo donde podrá seguir desarrollando su carrera después de la canallada de la que ha sido víctima. No había ganas en los aficionados de airear una tormenta que evidentemente mantiene al Betis en el centro de la escena. Tampoco Víctor, siempre comedido ante los medios, desea volver a un asunto que ya cansa. «Es la coherencia del mensaje mandado. Esperamos que se encuentre una solución rápida», explicó el entrenador madrileño tras la finalización del encuentro. Bastantes tonterías se dijeron ya. Y las muchas que quedan por escucharse.

Para la grada, Zozulya no es más que un atacante voluntarioso que en modo alguno refuerza al equipo. Su huella no será más que esta polémica que los clubes tratan de desbloquear. «A ver si podemos tener una semana tranquilita», imploraba un aficionado del Betis tras el empate ante el Valencia. ¿Cómo se solucionará el entuerto? Llegando a un acuerdo económico. El Betis entiende que no debe pagar lo que le resta de ficha a Zozulya, al ser futbolista del Rayo Vallecano, y el Rayo opina que si el futbolista ha decidido no incorporarse a su disciplina, tampoco le corresponde asumir dicho compromiso. El cariño a la persona, comprensible, disfraza la visión más mercantilista del asunto: «Estamos hablando de un futbolista que es patrimonio del club», deslizan los responsables béticos cuando se refieren fuera de micrófono al enojoso asunto.

El corolario más duradero de la polémica será el que emane de la querella interpuesta por Javier Tebas contra los hinchas que amenazaron a Zozulya durante su presencia en las instalaciones del Rayo Vallecano. El presidente de la LFP se ha embarcado en una más que loable cruzada contra los ultras y no está dispuesto a dejar pasar ni una ocasión de hostigarlos legalmente. El eco de la noticia se irá desvaneciendo, como sucede siempre.